CATHERINE CONTRERAS
Marisa Guiulfo pide un vaso con agua y hielos que muerde como jugando. Ha preguntado si nos han servido algo, mientras un aromático pie de limón espera que le inquemos el tenedor. Cuando comprueba que todos estamos bien atendidos, se relaja y lanza: “Llamaron de la Municipalidad de Lima, dicen que me van a condecorar el 15 de julio: Orden al Mérito”, anuncia con emoción. Y Marisa celebra, Andrea Romero (su sobrina) celebra, Verónica Majluf celebra.
Celebramos la vida, como Marisa le ha enseñado a hacer a quien la conoce y se ha deleitado al leer su ‘libro de autor’, que hace poco ganó el Gourmand World Cookbook Awards en la categoría Entretenimiento.
Notamos entonces que este ha sido un buen año para la más célebre cocinera y banquetera del Perú. El Congreso de la República le otorgó un diploma de honor; el Gobierno la nombró embajadora de la Celebra la vida” (a fines del 2012), marcaron un hito. Un antes y después, y Marisa ha sentido ese cambio. La notamos más cercana, más familiar, más nuestra.
MARISA IMPARABLELe preguntamos ¿y ahora qué? Marisa, que acaba de regresar de un viaje de 30 días por China, Cambodia y Tailandia, no duda: ¡las fiestas!
“Siempre he querido hacer el libro de las fiestas, mi especialidad, pero todo tipo de fiestas, no solo las de lujo”, nos adelanta, indicando que hay libros de diseño de eventos –como el del panameño Preston Bailey, que visitó el Perú hace dos años–, pero no hay muchos. “¿Y cómo organizarías este libro?”, la animamos. Mira a Andrea y a Verónica, productora ejecutiva y responsable de conceptualización y diseño del primer libro, respectivamente. “No me lo he planteado”, dice.
Pero inmediatamente afloran de su corazón los sentimientos de un hada madrina: “Una parte íntima y bien cercana es el contacto con la persona que da la fiesta. Para mí es importante esta reunión para ver cómo son, qué quieren, qué les gusta”, dice, y reconoce que su mayor satisfacción es saber que ha dado en el blanco. Cuando eso ocurre, Marisa ha cumplido el sueño de alguien.
TANTO QUÉ MOSTRARMarisa Guiulfo tiene mucho que enseñar. Lo dice Andrea, su sobrina querida, cuyas palabras motivan un comentario risible en Marisa: “Tenemos que apurarnos, porque los años van pasando para mí”. Y su sonrisa ilumina todo.
“Dentro de un año deberíamos sacarlo, ¡máximo!”, indica la cocinera que está dispuesta a trabajar duro por este nuevo proyecto, que sería uno entre tantos que vendrían (quizá una línea de vajilla o clases maestras, sin duda más libros).
A sus 73 años, ella está dispuesta a no parar, porque nunca lo ha hecho desde que llegó al mundo con el terremoto del 40. No dudó cuando la animaron a volar hasta China, un país que siempre quiso visitar.
“Estar en determinados lugares te enriquece más el espíritu y te da más sabiduría para muchas cosas y para la vida misma”, nos dice, feliz de haber llenado sus ojos del país que siempre amó a la distancia.
Al cabo de una hora de amena conversación le preguntamos sobre otros planes futuros. Ya sabemos que cuando se publique esta nota ella estará celebrando a San Pedro y San Pablo, como todos los años, en su querida Pucusana.
Pero nos sorprende al contarnos que las madres del Monasterio de Nuestra Señora del Carmen de Barrios Altos la han llamado, porque como cada año le harán una misa de salud. Ella, como es costumbre, les corresponderá con humitas.
La quieren, como tantos. Marisa celebra ese amor y agradece. A la vida, a sus padres, a sus hijos, a su familia, a Dios, al Perú y a quienes le han permitido cumplir sus sueños. Algo que la fortalece.