Escribo esta columna a 3.950 m.s.n.m. Después de casi tres años volví a la ciudad de Puno, y a vuelo de pájaro detecto algunas novedades en el lago Titicaca. Una de las más interesantes ha sido descubrir el emprendimiento culinario de la familia de Gina Lujano Suaña, una cocinera de 24 años que vive en Uros, ese archipiélago flotante donde los atractivos suelen enfocarse en el uso de la totora, para construir sus islas y casas, o la artesanía que los mismos pobladores desarrollan. Pero hoy, Uros también quiere atraer por su comida.
“Restaurante Flotante Suma Kurmi” leímos en una de las islas de Uros, llena de turistas. Friendo cachangas encontramos a Gloria Parcela, cuñada de Gina, quien nos contó que la isla tiene 12 años de creada y que allí viven 4 familias. Cuidando la buena manipulación de alimentos, trabajan alrededor de este negocio gastronómico, cuyo nombre significa ‘bonito arco iris’ en aimara y que abrió en noviembre pasado. Gina nos cuenta que su familia tiene un islote en el lago mayor, donde dan hospedaje a turistas, pero después de que ella estudió gastronomía animó a su papá para montar un restaurante flotante, como el de su tía. Porque en Uros la fiebre gastronómica ya llegó.
Lo extraño es que siendo el carachi, el ispi y el mauri (peces sabrosos, según nos cuenta la joven cocinera) especies oriundas del gran lago, la lista de platos en Suma Kurmi se basa en la trucha, una especie sabrosa y muy comercial, aunque introducida. Qué bueno sería que las escuelas de cocina, como la que formó a jóvenes inspirados como Gina, les enseñasen también a enfocarse en el respeto y la preservación del insumo local y con él recuperar una gastronomía regional que corre peligro de desaparecer.