Veintisiete personas, contra todo pronóstico, han sobrevivido a la deflagración de GLP en Villa El Salvador (VES). A un mes de la tragedia, 13 de ellas están completamente fuera de peligro. Las otras 14 víctimas, incluidos cinco niños menores de 10 años, continúan batallando en las unidades de cuidados intensivos y en los servicios de quemados de los hospitales del Niño de Breña y San Borja, el Hospital de Emergencias de VES, Guillermo Almenara, el Arzobispo Loayza, Edgardo Rebagliati e Hipólito Unanue.
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Hasta el 23 de enero, vivían en la avenida Villa del Mar, cerca del cruce con Mariano Pastor Sevilla. La mayoría dormía y unos pocos preparaban el desayuno cuando el camión-cisterna de la empresa Transgas LG se accidentó y tuvo una fuga del gas que transportaba. Todos quisieron evacuar creyendo que quedarse en sus casas sería una trampa mortal. Corrieron en dirección opuesta al camión, por Villa del Mar, mientras se pasaban la voz para que nadie provocara ninguna chispa.
“Pero una camioneta vino del otro lado. Se apagó a pocas cuadras. Le gritamos al conductor que no arrancara, pero respondió con insultos y cuando encendió el vehículo, todo se prendió”, dicen los vecinos. “Algunas personas estaban filmando con el celular. Yo cogí a mi familia y me fui. Mi casa [la de la esquina] quedó destruida, pero nosotros nos salvamos. Los que estaban grabando sí se quemaron”, cuenta Jimmy Moscoso.
Bellanira Imanda, cuya cuñada y sobrino dependen por el momento de ventilación mecánica, cuenta que hace unos días unos vecinos de Villa del Mar le mostraron los videos del día de la tragedia. “A veces me quiebro cuando recuerdo eso. No es fácil ver a tus familiares en esas condiciones. Parecía que se les derretía la cara”, dice.
En el barrio cuelga un letrero que exige atención psicológica gratuita para todos los damnificados, tanto niños como adultos.
Treinta personas han muerto desde entonces producto de las quemaduras. Actualmente, de los 14 sobrevivientes que siguen hospitalizados, hay 11 pacientes cuya situación es especialmente complicada. Llegaron con quemaduras de segundo y tercer grado que abarcaban entre el 23% y el 82% de la superficie corporal. Cinco de ellos, además, tenían las vías respiratorias comprometidas y hasta hoy necesitan ventilación mecánica.
Richard Muñoz, de 37 años, es uno de ellos. Su diagnóstico se ha agravado con una falla renal. Hay cuatro sobrevivientes (tres niños y un adulto) con infección generalizada. Su pronóstico es reservado.
A continuación, contamos cómo algunas de estas familias vivieron los instantes previos a la tragedia:
Familia Riveros
El sacrificio de dos mujeres para proteger al más pequeño de la familia
Los hermanos Henry y José Riveros compartían un mismo inmueble. Henry y su familia (los Riveros Osorio) ocupaban el primer piso. José, su esposa Janet Segovia y sus tres hijos, Caroline, Cielo y Sergio Josué, vivían en el segundo nivel. Dormían cuando oyeron el ruido y el olor a gas comenzó a meterse a la casa.
Los Riveros Osorio lo sintieron primero y pasaron la voz al resto. La esposa de Henry había salido temprano, así que él hizo evacuar a su madre, Isidora Meza, y a sus dos hijas, Anathaniel, de 9 años, y Geraldine, de 20. Esta salió cargando a su bebe, de 11 meses, Cristopher.
Los Riveros Segovia demoraron un poco más. Cuando ya estaba en la puerta, José decidió volver a la cocina para cerrar la llave de gas.
La deflagración ocurrió cuando José iba a darle el encuentro a su familia. La llama de fuego alcanzó a todos los que estaban afuera. “Pepe ha visto a su esposa y a sus hijos quemándose”, cuenta Yovana Vega Riveros, su prima.
Geraldine y su abuela se agacharon para cubrir al bebe. Isidora se quemó por completo. Geraldine quedó con más del 90% de la superficie corporal afectada. Ambas murieron ese mismo día.
Pero Cristopher se salvó. Hoy viene mejorando en la UCI del INSN-San Borja, aunque su pronóstico sigue siendo reservado.
El estado de Henry es más grave. Tiene el 78% del cuerpo quemado y permanece en la UCI del Loayza. “Henry es mi primo. Es albañil. Yo soy carpintero metálico. Un día antes habíamos tenido un trabajo juntos”, recuerda Jimmy Moscoso. “Él es una persona recia. Confiamos en que se recupere. Pero está bien grave. Intubado. Y no sabe que una de sus hijas ha muerto”, cuenta.
Anathaniel, la otra nena, es quien se encuentra en estado más crítico. Ingresó a la UCI del INSN-San Borja con quemaduras en el 82% de la superficie corporal. Ha hecho sepsis y no puede respirar por ella misma.
De los Riveros Segovia, solo sobrevivió Josué, con el 63% del cuerpo afectado con quemaduras de tercer grado. El niño se encuentra en la UCI del INSN-Breña y ya ha sido operado siete veces para colocarle piel humana. “Hemos priorizado los miembros superiores para que pueda comenzar a maniobrar”, dice la cirujana Marga Callupe, jefa del Servicio de Quemados del INSN-Breña.
Familia Olivas Gomero
Una casa en pie, pero con media familia menos
Nisso Olivas y Yenni Gomero tenían dos niños, Sebastián, de 2 años y medio, y Naty, de 8. Vivían en el tercer piso de un edificio de la Av. Villa del Mar. Por esos días esperaban la llegada de la hermana de Nisso, quien se iba a quedar con ellos el fin de semana. El domingo 26 de enero eran las elecciones. “Yo vivo en Huaraz e iba a venir a quedarme con ellos esa semana. Le había dicho a mi hermano que no iba a votar. Y como Yenni iba a ser miembro de mesa, me ofrecí a cuidar a los niños. Debí llegar el miércoles porque el jueves nos íbamos a ir todos a pasear por la noche. Pero al final no sé qué me dio y no viajé”, cuenta la mujer.
Cuando el camión-cisterna chocó contra el desnivel de la pista y se inició la fuga de gas, todos andaban dormidos. Minutos antes de las 7 a.m. se levantaron con el olor y los gritos de los vecinos.
“Por salvarse, bajaron todos y se quemaron. Su casa está intacta”, dice la familia de Nisso.
Solo él y Sebastián sobrevivieron. Nisso se encuentra en el hospital Loayza. “Llegó con la mitad del cuerpo quemado. Sigue en UCI. Están probando si resiste sin ventilador mecánico”, cuenta la familia. “No sabe que han muerto su esposa y su hija. No puede hablar, pero mueve la boca para preguntar por su hija. Siempre pregunta por ella”, agregan.
Sebastián perdió 30% de piel. A la fecha ha sido intervenido quirúrgicamente cinco veces para colocarle injertos. Ya se encuentra más estable, en la Unidad de Quemados del INSN-Breña. Sus tías están pendientes de él. “Reclamaba mucho a su mamá”, cuenta la cirujana Marga Callupe. “Estuvo muy deprimido. Ya come”, dice una psicóloga del centro.
Familias Imanda Rojas y Rojas Bustamante
El cumpleaños más triste de Thiago
“Mi cuñada está muy mal”, cuenta Bellanira Imanda, quien ha ido a Villa del Mar a cuidarle la casa. La mujer intentó huir el día del accidente con su bebe Liam. Alejandro Imanda, su esposo, corrió más rápido para pedirle a una vecina que los protegiera en su vivienda. “La vecina le abrió la puerta y mi hermano se salvó. Pero mi cuñada no llegó. Cuando vio cómo había quedado su hijo, se puso a gritar desesperadamente. Ella aún no se había visto”, dice Imanda.
“Mi hermano Alejandro se dedicaba a hacer mototaxi, pero ahora, como está todo el día en el hospital, tiene la moto guardada. Yo vengo desde San Martín de Porres para apoyarlo. Mis tías también”, agrega. Jackeline, esposa de Alejandro, tiene el 59% de la superficie corporal quemada. Su bebe murió un día después de la tragedia.
El sobrino de Jackeline, Thiago Rojas Bustamante, es otro sobreviviente. Cumplió 6 años en la UCI del INSN-San Borja. No hubo celebración. El día del accidente, su madre, Yovany Bustamante, lo cogió de la mano y corrió a la calle para escapar del gas que los amenazaba. Pero estaban cerca de los carros que explotaron. La mujer, de 38 años, quedó con casi todo el cuerpo quemado. Murió el 13 de febrero. Thiago quedó con el 66% de la superficie corporal dañada. También tenía quemada la tráquea. “El año pasado se había graduado del jardín”, cuenta Bellanira.
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