ENRIQUE PLANAS

Siempre recordará aquella visita a las cuevas de Altamira: una cacería de bisontes pintada en las rocas de esa cueva en un hermoso prado de Cantabria, en España. En aquel testimonio del Paleolítico, el artista encuentra lo que siempre quiso hacer.

Era el año 1972 y Gerardo Chávez tenía 35 años. Entonces estaba obsesionado con el arte primitivo, como lo estaban sus maestros Picasso, Matisse o Modigliani. Para el artista trujillano aquella contemplación de pinturas negras, rojas y ocres que representaban animales y figuras antropomorfas era un regalo de la vida. “Me enseñaron a ver que, a través del tiempo, eso que comenzó como una forma de escritura se había convertido en una obra de arte majestuosa. Lo mío comienza con esas manchas en las paredes, la mancha que nos da el tiempo y la casualidad. Fui descubriendo allí mis propios personajes”, afirma el pintor.

“Desde entonces, fui entregándome a un nivel distinto de conciencia que me hacía mirar hacia adentro, pensar en mis ancestros, dialogar con esa magia. En esa cueva encontré para mi pintura una forma pura y moderna, que adopté como si fuera parte de mi familia”, explica Chávez, quien este martes 3 de diciembre presenta en la galería Enlace una colección de sus obras tempranas, nacidas buena parte de ellas de este descubrimiento. “Se trata de un recuento de obras de los años sesenta y setenta, en los que yo era hijo de muchos artistas”, señala el pintor en alusión a sus múltiples influencias.

Miramos con el artista el poderoso cuadro sin título que ilustra esta portada. “En ese tiempo yo estaba profundamente influenciado por la mitología griega y el mito de Ícaro. La rueda es una forma que yo incluí en mis cuadros para sugerir el movimiento de mis personajes. Siempre tendía a hacerlos danzar, y la rueda me permitió pensar en otras formas de movimiento”, explica.

HABLEMOS DE SEXO Una influencia clara de Chávez en aquel período temprano es la del maestro Picasso y la presencia del poderoso Minotauro.

¿Cómo no? El artista norteño se identificó con este símbolo de poder y potencia viril._ “El toro es un animal muy fuerte. El Minotauro es un fantasma mágico. Al llegar con los españoles al Perú, creamos nuestra propia imagen de hombre toro. Es un símbolo del Perú que rescata lo español y lo indígena”_, dice el pintor.

Esa potencia del Minotauro se aprecia también en personajes en los que Chávez recrea el órgano sexual masculino. “Fue algo inconsciente. Yo jamás pensé hablar en mi obra del sexo masculino o femenino. Yo pensaba solo en las formas, en los volúmenes”, señala. Sin embargo, analizándolo con distancia, Chávez encuentra en esas fórmulas fálicas una recreación de la figura humana, vital, en acción procreativa. “Un hombre o una mujer de pie son, para mí, figuras fálicas. Para mí fueron formas que me sedujeron permanentemente”, dice.

Y, en esa búsqueda, Chávez reconoce la influencia de un surrealista mucho menos conocido: el alemán Hans Bellmer. “Era un excelente dibujante”, recuerda. “Durante un tiempo me interesé mucho en el erotismo que él desarrollaba. Pero lo que, para él, era una idea fija y preconcebida, para mí, era algo intuitivo. Fue una influencia importante. Uno siempre es hijo de alguien”, afirma el artista.

La colección presenta obras a partir de los años sesenta. ¿Reconoce allí sus inicios? Creo que sí. Comencé los estudios en el 55 y en el 60 emigro a Europa. Allí comienzo efectivamente a querer ser yo, escapándome del abstracto para llegar a una especie de surrealismo.

¿Qué tan cercano o distante se siente de aquellas obras primeras? La muestra es reunida por un coleccionista privado. Yo acepté el reto de exponer mis obras antiguas para mostrar de dónde vengo, cómo fui haciendo mi camino. Por supuesto, todo esto está lleno de recuerdos. No me intimida decir que fui hijo de muchos artistas. Acepto influencias, pero nunca traté de ser como otro artista. Ver las obras antiguas me emociona. Me sitúan como un espectador.

Usted es un artista que siempre ha experimentado con el material. En este caso, fue el pastel graso su técnica más usada… Es muy importante. A lo largo de mi carrera, mi inquietud por hacer mis personajes los fue amontonando, haciendo mi pintura cada vez más barroca. Veía las imágenes a través de las manchas, cada mancha de color me sugería un personaje y el cuadro se recargaba. Preferí entonces usar una técnica como el pastel. Así, elegía una sola mancha y me refería solo a ella. Lo esencial era hablar de uno o dos personajes. El pastel es un material que no se podía borrar en la tela que usaba, su técnica suave me llevó a temas más tiernos. En los años ochenta me cansé del pastel y tomé la idea de la pintura negra y blanca para jugar con el contraste.

¿Y a qué juega hoy en día? En lo que estoy trabajando ahora es una serie de personajes recortados del cuadro, para montarlos como una escultura. Pienso hacer un bosque, que titularé “Donde se esconde el árbol”. En el 2014 viajaré a Chile para exponer en el Museo Nacional de Santiago y pienso llevar esa obra. Trato de escaparme de la pintura de caballete para hacer una obra semiescultórica. No sé qué más decir. ¡Yo solo hago las cosas!.

EL DATO “El pasado presente” reunirá una serie de obras emblemáticas, realizadas entre 1960 y 1980, dos décadas en las que el Maestro Chávez hace del pastel graso, uno de sus pigmentos predilectos. Esta exposición podrá ser visitada en galería Enlace Arte Contemporáneo (Av. Pardo y Aliaga 676 – San Isidro) hasta el día 3 de enero del 2013, de lunes a sábado de 11:00 am. a 8:00 pm. El ingreso es libre.