“Yo utilizo todo. Para mí, el proceso fotográfico comprende desde el instante en que disparas, hasta la foto final. En el camino, malogro mucho de lo hecho y el resultado es algo completamente distinto a lo que estaba previsto. Mi conclusión es que en todo ello hay una suerte de magia, controlable en cierta medida”, dijo María Cecilia Piazza alguna vez sobre su propio trabajo, uno que es experimentación, vida y testimonio al mismo tiempo.
Nacida en Lima en 1956, Piazza ingresó en 1975 a la PUCP, donde estudió Letras y Literatura y dio sus primeros pasos en el fotoperiodismo, a través de algunas publicaciones universitarias. Su interés por el arte la llevó a moverse hacia la Escuela Nacional de Bellas Artes antes de que finalizara la década, en 1978. Allí, toma uno de los rumbos que definirían su carrera, cuando se involucra con el colectivo Inter-Foto, del que formaron parte nombres como Elisa Alvarado, Luis García, Álvaro Villarán, Carmen Barrantes, Francisco Adrianzén o Ernesto Jiménez, y que nace como consecuencia de una fuerte preocupación por los cambios sociales que ocurrían en el país en aquellos años. De hecho, muchos de esos jóvenes publicarían sus trabajos en la revista Amauta, a la que se llamó “semanario de los pueblos jóvenes y los trabajadores”. Temas como la Asamblea Constituyente, la transición democrática, la gran huelga del Sutep o los cambios en el espacio urbano y la vida cotidiana de los peruanos eran una preocupación que María Cecilia compartía con ellos.
Otra reconocida fotógrafa, Elsa Estremadoyro, recordó el trabajo de Piazza en un reciente texto titulado “Las pioneras: un reportaje para ellas”: “Hacia fines del setenta, María Cecilia Piazza se acerca al fotoperiodismo. Aunque su obra es reconocida sobre todo por su carácter artístico, Piazza mantiene un interés por cubrir los hechos noticiosos bajo sus propias claves. Mantiene cierta distancia de los hechos, los rodea, y esto le permite acentuar el lenguaje simbólico. Sus colaboraciones con la revista Quehacer, donde publicaba imágenes cargadas de claroscuros, fueron un aporte novedoso en aquel momento. Sus fotografías destacaron por el minucioso trabajo de laboratorio, ya que acostumbraba pasar horas en el cuarto oscuro hasta lograr la calidad que deseaba en sus imágenes. Esto hoy parece natural, sin embargo, para la época, la práctica del laboratorio era incipiente”.
Por esos mismos años y como parte de sus variadas inquietudes, Piazza se integra al taller de Fernando La Rosa –una de las figuras más relevantes de la fotografía peruana de finales del siglo XX-, y se contacta con Secuencia Foto Galería, la primera galería en Sudamérica en dedicarse exclusivamente a la fotografía. Fueron parte de ella el mismo La Rosa, Mariella Agois, Billy Hare o el también poeta Mario Montalbetti. De hecho, fueron ellos quienes organizaron la primera muestra de Martin Chambi, cuando aún no gozaba del reconocimiento que tiene hoy. Para muchos, Secuencia fue el inicio de la fotografía moderna en el Perú. Piazza fue también parte de aquel fenómeno.
Un lente incansable
Tras esa experiencia y al igual que otros colegas, María Cecilia Piazza viajó a los Estados Unidos para perfeccionar su trabajo. En 1982 estudió en la Parsons School of Design en Nueva York, de donde egresó en 1985 como Bachiller en Arte con especialidad en Fotografía. Su trabajo de tesis fue “Angels of the Dark World”, una serie de fotografías realizadas en el metro de Nueva York. Ese trabajo fue exhibido en la Galería Forum de Lima, en la III Bienal de Trujillo y en la Galería Plus Image, en Suiza. Tras graduarse, llevó cursos en grabado, estudiando y radicando entre Nueva York y Boston. Así, se preparó también para la fotoserigrafía y el fotograbado, que la llevaron a presentar la muestra Nuestra Mujer en la IV Bienal de La Habana, Cuba, en 1997. Estas fueron solo unas de las muchas veces que su trabajo fue admirado internacionalmente, pues también expuso en Madrid, París, Washington, Nueva York, Houston, San Juan, Sao Paulo, Caracas, Guadalajara, Quito o Santiago de Chile.
“…las fotografías de María Cecilia Piazza comparecen como revelaciones de una dimensión de lo ignorado. Sus personajes son solitarios, pero no aislados; oscuros, pero no borrosos; melancólicos, pero no desolados. Su poder está en su ausencia. La espalda desnuda del niño, la sombría luminosidad del mar, los ojos color cielo de la estatua, conservan toda la luz de la extraña, potente realidad de la que han llegado…”, ha escrito el reconocido Alonso Cueto sobre su trabajo.
“Es importante para cualquier artista hacer una muestra antológica”, dijo ella sobre su propio trabajo el 2010, a propósito de la muestra retrospectiva que presentó, “Percepciones: María Cecilia Piazza 1975-2010”. “Me siento muy emocionada de darme cuenta cómo he trabajado durante tantos años y que la vida se pasa rapidísimo y que realmente hay que aprovecharla, porque a veces uno no se da cuenta de cómo ha trabajado”, agregó. Hoy, ese trabajo forma parte de la colección de instituciones como el Museo de Arte de Lima y el Texas Humanities Resource Center.
Y pensar que descubrió la fotografía gracias a una pequeña cámara Leica, perteneciente a su padre.
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
- Jean-Paul Belmondo (1933 – 2021): adiós al ‘as de ases’ del cine francés
- “Dune”: De Jodorowsky a Villeneuve, el largo camino del clásico del sci-fi para triunfar en el cine
- Andy Rivera sorprendió a sus fans con el lanzamiento de “Fuego”
- José Ignacio Padilla: “Me interesa esa zona donde se combinan las ideas y los afectos”
- “Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos”: ¿vale la pena ver lo nuevo de Marvel Studios? | CRÍTICA