Era una fotografía que el arquitecto chileno Alejandro Aravena conservaba en la memoria: la arqueóloga y matemática María Reiche, entonces de 70 años, encaramada sobre su escalera para poder estudiar las líneas de Nasca a dos metros y medio del suelo. La imagen la registró en 1974 el escritor Bruce Chatwin y la publicó tres años después en su libro “En la Patagonia”, donde el viajero británico registró cada palmo de su viaje por la Panamericana hasta alcanzar el extremo austral de América del Sur.
Para Aravena, curador de la edición 15 de la Bienal de Arquitectura que a fines de mayo abre sus puertas en Venecia, aquella potente imagen ilustraba perfectamente su manifiesto: invitar a los arquitectos a buscar nuevas perspectivas para resolver los urgentes problemas que enfrentan nuestras ciudades. Una intención que plasmó en el título de la bienal: “Reportando desde el frente”.
“Dada la complejidad y variedad de desafíos que la arquitectura debe responder, 'Reportando desde el frente' busca escuchar a aquellos que fueron capaces de lograr una cierta perspectiva y, por lo tanto, están en condiciones de compartir algunos conocimientos y experiencias con los que estamos de pie en el suelo”, explica Aravena en su texto curatorial.
Este arquitecto de 49 años, galardonado el año pasado con el Premio Pritzker (lo más cercano al Nobel de Arquitectura), no trabaja solo. Lo respalda un equipo de jóvenes socios reunidos en la oficina de Elemental, conocidos por su trabajo en viviendas sociales levantadas en las golpeadas ciudades chilenas de Constitución e Iquique. Gran parte de ellos pasaron por la cátedra de Aravena en la Universidad Católica de Santiago.
Para Aravena, es urgente que los arquitectos abandonen su zona de confort para sumarse a la batalla por la equidad y la sustentabilidad en las ciudades. (Foto: El Mercurio/ GDA)
-
Uno de ellos es el arquitecto Diego Torres, quien participó estrechamente en la preparación de la curaduría para la bienal. “Cuando vimos la foto de María Reiche, todos aceptamos usarla sin dudar. Son ese tipo de imágenes que no tienes nada más que explicar”, recuerda Torres. Para él, la imagen de la estudiosa resume dos intenciones del equipo curador. Desde Santiago, nos explica: “María Reiche se sirve de una escalera para adquirir una perspectiva diferente, y desde la cual los trazos en el desierto empiezan a adquirir sentido. Como curadores, vemos esta imagen como una invitación a otros arquitectos para que nos proporcionen esa perspectiva nueva”, afirma.
Asimismo, otro tema de reflexión que motiva la imagen tiene que ver con la pertinencia de los instrumentos para acercarnos a determinada realidad. “Hoy podríamos pensar en contratar un helicóptero o usar un dron para volar por encima del desierto. Reiche también podría haberse subido en un auto o en un camión, pero habría estado destruyendo aquello que quería observar”, añade.
LA OTRABATALLA“Esta va a ser una bienal muy especial”, nos explica Marco Aveggio, representante de la Fundación Wiese, institución que, junto con el Mincetur y el DiarioEl Comercio, hace posible la presencia de nuestro país en el foro de arquitectura más importante del mundo. Aveggio conoció a Aravena el año pasado, en la conferencia de prensa donde el chileno explicó el objetivo de la décimoquinta bienal. “Este año, la organización quiere poner un alto al desorden del desarrollo de las ciudades. Que los arquitectos no sean simples testigos de los problemas, o que se sientan satisfechos con solo identificarlos, sino que planteen soluciones para mejorar su entorno. Y para ello, se eligió a un arquitecto confrontacional como Alejandro Aravena”, explica.
Ya el mismo título de la bienal nos habla del carácter atrevido del curador. Porcierto, Diego Torres, su socio, lamenta que buena parte de la prensa internacional haya reducido su concepto a una acepción meramente bélica.
Aveggio recuerda cómo algunas voces oficiales alertaron que el título de la bienal podría tomarse como una declaración agresiva. Y recuerda la calmada respuesta del curador, con un impecable inglés británico, para salir al frente de las críticas. “El arquitecto chileno no considera 'el frente' como una línea de batalla bélica, sino el punto de avanzada cultural, cívico, tecnológico. Nos habla de tomar la iniciativa, reportar lo que está pasando en el mundo e informar a todo el que viene detrás”, dice.
Por su parte, para Diego Torres, la diferencia de Aravena con los curadores anteriores de la bienal es que la arquitectura en América Latina tiene décadas batallando en estos frentes sociales. La batalla actual de la arquitectura se basa en privilegiar la calidad de vida, a través de soluciones eficientes y recursos limitados. O como plantea el propio Aravena, una arquitectura que se transforma en un atajo para llegar a la igualdad.