España, 1974. Un hombre que supuestamente era un apátrida polaco y se llamaba Heinz Ches fue condenado a muerte y ejecutado a garrote vil, una forma terrorífica de ejecución. Dos décadas después, el periodista español, Raúl Riebenbauer, llevado por su instinto periodístico, inicia una minuciosa investigación basándose en una pregunta: ¿Quién era ese hombre? Y la respuesta que encontró fue realmente inesperada. Se trataba de Georg Welzel, no era polaco, sino alemán, y sí tenía familia, que no supo hasta hace pocos años que el muchacho había sido una de las dos últimas víctimas de la dictadura franquista.

Esta historia, basada en la investigación de Riebenbauer, actualmente radicado en Perú, fue plasmada (el 2005) por el periodista en una obra literaria llamada El silencio de Georg, cuya nueva edición será presentada este 1 de agosto en la Feria Internacional del Libro de Lima. A continuación sus declaraciones en diálogo con elcomercio.pe.

¿Qué te motivó a escribir este libro de investigación? El silencio de Georg es un libro que cuenta el proceso de investigación que hice durante casi 10 años del caso de uno de los dos últimos ejecutados a garrote vil durante la dictadura en España, en 1974. Este hecho ocurrió cuando yo era aún un niño, y fue recién cuando ya era un licenciado en periodismo que decidí investigar sobre uno de los dos condenados a muerte. Todo surgió de una pregunta que me hice: ¿Quién era ese hombre?, y tardé una década en encontrar la respuesta.

¿Por qué en esta nueva edición cambiaste los nombres de algunos personajes? Al principio, mi proyecto de investigación iba a convertirse en un largometraje, pero la empresa audiovisual con la que trabajé se apropió de mi proyecto y, lamentablemente, luego me despidió. En ese instante me encontré en un abismo del que salí gracias a que algunas personas me ayudaron y a la publicación del libro. Y, justamente, esas buenas personas son mencionadas en mi libro, pero con un nombre falso, decidí proteger sus identidades para que no tengan problemas con la productora audiovisual. Han pasado ocho años desde entonces y ya no veo problema en que se sepa sus nombres.

¿Qué otras modificaciones, además de los nombres, le hiciste al libro? No hay grandes diferencias. Básicamente es el mismo texto, hay pequeños matices, incluso pedí a la editorial que se mantuvieran los modismos españoles porque quería mantener la forma en que fue escrito.

¿Qué te animó a reeditarlo en Perú? Cuando vine al Perú traje algunos ejemplares, uno de ellos acabó en manos de la decana de la facultad de comunicación de la UPC, donde dicto clases, y cuando lo leyó pensó que debía conocerse en el Perú y así fue, me planteó la posibilidad de que lo editáramos. Y así se hizo, estoy muy agradecido por eso.

¿Piensas cobrarte la revancha y llevarla al cine algún día? La posibilidad no está descartada, en algún momento posiblemente ocurra. Inicialmente esta historia, cuando la empecé en 1995, iba a ser un pequeño artículo publicado en El País, diario en el que yo era colaborador, pero fue un proceso tan grande y una investigación tan complicada que perdí el norte, por eso no sé lo que ocurra después.

¿Y en el Perú has encontrado alguna historia que te motive a realizar una investigación He encontrado muchas, y posiblemente sea contada en un libro, pero prefiero no decir cuál es porque es importante mantener ese misterio. El periodo de violencia que se vivió en Perú me parece doloroso. La comisión de la verdad estimó 69.280 víctimas, entonces hay 62.980 historias que se podrían contar, en una de esas quizás se base mi próxima investigación.

¿Qué le debes a tu libro? A este libro le debo mucho, fue un proceso complejo doloroso y difícil, me enfrenté a la administración militar del Estado, inicié un proceso judicial contra el estado superior, llegué al tribunal supremo en España, fue un proceso complicado, en algunos momentos viví situaciones tristes y de dolor al conocer historias hirientes. Este libro marcó mi vida, la cambió.