César Ritter recuerda que, en los inicios de su carrera, en una reunión donde se discutiría su aumento de sueldo y el de otros actores, el jefazo dijo: “No va a haber aumento de sueldo, pero va a haber aumento de trabajo”. Si se hubiese tratado de una ficción, al otro lado de la pantalla habría risas; esto fue la vida real. Pero Giselle Collao, que también forjó su carrera a fines de los 90 e inicios de los 2000, recuerda con gracia el pasado; César igual. Desde la terraza de una taberna miraflorina, hablan con humor de lo ocurrido hace más de dos décadas. Exintegrantes de la ficción televisiva “Mil oficios”, ahora vuelven a trabajar juntos en la película peruana “Muerto de risa”, en cines de todo el Perú desde este jueves 4.
Dirigida por Gonzalo Ladines, la cinta sigue a Javi Fuentes (Ritter), conductor de un programa de televisión que ha perdido la noción de qué tiene que dar risa. Su productora Vero (Collao) le aconseja tomarse un tiempo libre, algo en lo que termina por hacer contra su voluntad. En el camino descubre a la humorista de stand-up Alfonsina (Gisela Ponce de León), a quien pide ―ruega, en realidad― que le enseñe a dar risa otra vez.
No se puede conversar con Ritter y Collao sin mencionar “Mil oficios”, ficción de largo aliento que empezó en el 2001 y que se filmó en sus inicios en el Coliseo Amauta del Centro de Lima, hoy convertido en una iglesia. La misma campaña publicitaria de la película es consciente de eso, pues en reels para sus redes sociales coloca escenas de la serie. Ambos se muestran cándidos ante la mención a su pasado televisivo, que en cierto modo tiene vínculos con la película de próximo estreno. La actriz aun recuerda que vio el primer episodio de la serie, junto a sus colegas, en un chifa. Ritter no tiene memoria de ese momento, pero sí de otras cosas.
Nota: La siguiente entrevista ha sido editada por un tema de longitud y claridad.
― ¿Qué recuerdan ustedes de cuando se vieron por primera vez en la pantalla como esos dos personajes de “Mil oficios”?
César: Lo que recuerdo claramente es que, a diferencia de ahora, entonces yo no conocía absolutamente a nadie. Recuerdo claramente que todos los que estábamos ahí [en “Mil oficios”] éramos muy diferentes, como de mundos completamente distintos.
Giselle: Actores y no actores. Actores con mucha experiencia como Adolfo Chuiman, Fernando Farrés, como Irma Mauri; gente que recién comenzaba, nosotros que habíamos hecho un poquito [César en “Escándalo”, Giselle en “Torbellino”].
César: Igual hay que acordarnos que en esas épocas veníamos de una crisis bien fregada con respecto a teatros, producciones y demás. Muchos eran actores, pero también habían hecho otras cosas. Por ejemplo, Lucho Cáceres venía de conducir.
Giselle: Mónica Torres también, que trabajaba con July Pinedo.
César: Los únicos que era como fuertes eran Adolfo, Irma, Aurora, Fernando.
Giselle: Las grandes ligas [risas].
César: Y era raro porque no teníamos sala de actores cuando entramos, no teníamos menú. ¿Te acuerdas?
― ¿Qué comían, entonces?
César: Al comienzo nos dieron un canje. Fueron los dos primeros días, pizza y pollo. Y después nos íbamos a un menú que quedaba en Chacra Ríos.
Giselle: Salíamos del Amauta todos juntos.
César: Tres soles costaba [el menú] y me acuerdo que la entrada era una sopa de huevera. Creo que íbamos Michael Finseth, Magdyel Ugaz, tú, yo.
Giselle: Íbamos por tandas, porque no podíamos meternos todos.
César: Me acuerdo que habían ratas en el Amauta. Incluso me acuerdo de Janet Barboza.
Giselle: Es que había días que ella grababa varios programas, entonces entre que nosotros nos metíamos al vestuario a cambiarnos…
César: Nosotros no podíamos estar en su sala de actores.
Giselle: Nos movían el día que ella grababa. Y estabas con el elenco...
César: Y con tu vestuario en la mano.
Giselle: Y pasaban grupos de cumbia, cantidades. Entraban, salían; era muy particular.
César: Sí, nos quedábamos hasta altas horas de la noche grabando. No había hora de entrada y de salida. Me acuerdo que era mucho vacilón, mucha risa y química entre todos.
―Volveremos a “1000 oficios” más adelante. Algo que me ha interesado de “Muerto de risa” es este conflicto de Javi, quien cree que su único valor está en hacer reír. El mensaje que subyace es que, como personas, somos mucho más que solo nuestro trabajo, ¿cierto?
César: Claro, obviamente. Es locazo ese tema porque, yo sentía que si él no tenía el programa no se sentía nada, ni parte de ningún lado. Existía solo y para el trabajo. Yo sentía que había un momento en que él no sabía dónde estaba parado, no tenía seguridad en absolutamente nada. Y tenía que volver a reencontrarse.
Giselle: Visto con mayor profundidad, él hacía bastantes sacrificios. Cuando ya se queda sin “eso”, que es bastante pronto al inicio de la película, tiene que reencontrarse un poco.
César: Hace mucho que no era un buen hijo tampoco. Las únicas personas que lo conocen en el mundo es tu personaje (Vero), y la única persona que comienza a descubrirlo es el personaje de Gisella Ponce de León (Alfonsina).
Giselle: Porque lo reta.
―Puedo intuir que tú, Giselle, tienes un vínculo con eso de ser más que tu trabajo. Estuviste cinco años alejada del medio, cuando viviste en España.
Giselle: Sí, pero no siento que eso me haya restado. Creo que cuando tienes una vocación o algo que realmente te apasiona, así lo pusieras en pausa… pero yo gané mucha experiencia de vida.
César: Nosotros necesitábamos, hasta por obligación, alejarnos. Siento que [para] muchos de nosotros fue como un golpe fuerte cuando acabó todo esto, era volver a darnos cuenta de lo que es ser actor peruano; de hecho, lo mío se prolongó porque seguí con “Así es la vida” [serie sucesora de “Mil Oficios”]. Al final yo también tuve que alejarme un rato de todo esto para reencontrarme. Es la similitud que encuentro también con Javi.
―En la película Javi no sabe ya qué es gracioso, qué le debería hacer reír o no. ¿Qué cosa les hace reír a ustedes?
César: Me generan mucha risa los personajes. Por ejemplo, en mi trabajo hay personas muy singulares, muy únicas, son un deleite. Me da mucha risa verlos interactuar y me encantan. Ahora me estoy riendo mucho con mis hijos, con esta inocencia.
Giselle: Como no hay maldad, las cosas inesperadas que salen de ellos son siempre una verdad. De repente un adulto lo edita un poco ha conveniencia, los niños no.
―No hay ironía, no hay segundas intenciones.
César: Eso me provoca muchas risas en muchos momentos de mi vida.
Giselle: Los niños son los que más risas nos sacan porque son los que más autenticidad llevan.
César: Y soy de reírme también cuando las cosas están mal.
Giselle: De reír para no llorar [risas]. La risa alivia la preocupación.
César: Yo utilizo el humor para muchísimas cosas, desde niño el humor me ha ayudado en todo, a defenderme, a encontrar un lugar en el mundo, a escapar, a millones de cosas.
Giselle: Gonzalo [el director] menciona que de pronto, en algún momento, la comedia o el humor más clásico de nuestro país se convirtió en burlarte del otro. Pero creo que la comedia o la risa debe partir por reírte de ti, y reírte con los demás, no de los demás. Hay una gran diferencia.
César: Yo igual estoy en una duda constante al respecto. La otra vez he estado viendo un show y se burlaban del otro, pero también con el otro. Sentí al público con ganas de que le tomaran el pelo, con ganas de burlarse de eso que tal vez les jode. Pero para hacerlo hay que ser muy inteligente, tener una energía especial, hay que ponerlo en un contexto.
Giselle: Son muchas consideraciones a tomar en cuenta.
César: Pero lo que yo sí creo, y es una opinión muy personal, es que hay temas que en nuestra sociedad todavía no han sido resueltos, ni siquiera conversados en algunos aspectos, donde hay mucha gente que sufre y donde la llaga sigue abierta. Me parece que todavía no se puede bromear de eso.
―Y en estos 20 años, ¿creen que las ficciones de humor han evolucionado? ¿Nos seguimos riendo, tal vez, de lo mismo?
César: Yo sí creo que se ha evolucionado y creo que se va a seguir aprendiendo. Es obligatorio también, porque hay cosas que ya no dan risa. No es un tema fácil porque yo conozco a muchos que han tenido una vida haciendo comedia, alegrando a familias, que han usado ese tipo de humor.
Giselle: Que funcionaba en ese momento.
César: Claro. De un momento a otro decirles que esto no está bien, que esto no da risa, es como también quitarles un poco la esencia. A mí me parece justísimo, y yo estoy en eso, creo que todos debemos transformarnos, cambiar. Pero también entiendo a estos cómicos tal vez ya adultos [mayores] que se niegan a cambiar.
Giselle: Es como los estilos de actuación. Si traes gente que tiene muchos años actuando, tienen un código muy teatral. E inclusive ellos pueden decir de nosotros “ay, eso ya ni es teatro”, porque puede resultar muy naturalista.
César: Lo importante es que al final el objetivo es hacer reír. Eso ya, como génesis, merece un aplauso desde mi punto de vista. Pero sí, después cuando ya la risa es como que necesaria, como una adicción y ya se permite todo eso… al final te termina pasando factura y creo que uno, así como es libre, también es responsable de lo que hace y dice.
Giselle: Exactamente, que puede pasar en una situación coloquial, en una reunión de amigos. Fíjate: un reencuentro de exalumnos de colegio y que empieza alguien con un ‘chonguito’ divertido, otro lo jala y, a veces, por querer extender ese momento, empiezan a disparar cosas que ya no hacen mucha gracia.
César: El inconsciente no se ríe. Entonces algunas veces hay que saber también cuándo parar, saber hasta dónde está el límite de cada uno. Pero yo sí creo que cada comediante se pone su límite.
"En algún momento, la comedia o el humor más clásico de nuestro país se convirtió en burlarte del otro. Pero creo que la comedia o la risa debe partir por reírte de ti, y reírte con los demás, no de los demás".
―Volviendo a “Mil oficios”, me parece muy curioso que la serie pegara en todos los públicos. En buena parte definió el curso de la televisión peruana, porque desde entonces siempre ha habido series de largo aliento.
César: Yo pensaba, cuando recién entré, que tenía 15 capítulos.
Giselle: Claro, él entró como “amigo del barrio”. Es que no había chambas tan largas. Iguana hacía noveles, que duraban una cantidad de meses, y eran novelas largas.
César: Una locura. A un nivel… creo que ninguno estaba preparado.
Giselle: Y en paralelo, poco a poco empezaba la digitalización. Antes no había plataformas, antes tu tenías la tele. Si eran las ocho, sabías que ibas a ver una novela.
César: Efraín logró crear un verdadero barrio, este espacio común donde se reúnen todas las personas y donde realmente conoces al otro de una manera horizontal. Creo que después, con el tiempo, los barrios también han comenzado a extinguirse.
― ¿Qué es lo más raro que, como actores, tuvieron que hacer en “Mil oficios”? A mí se me ocurre Walo, la nueva personalidad de Lalo.
César: Walo era dos personajes en uno. Lalo estaba recontra loco y apareció [como] un pata surfer. Me pintaron el pelo, la cabeza la tenía hecha trizas, pero fue muy divertido.
Giselle: Las chambas que le ponían a Michael [Finseth], cuando tenían sueños o cuando había que jugar carnavales.
César: Esos fueron días de carnavales. Después hubo una escena en particular muy graciosa, que fue “Matrix” y grabamos toda la madrugada. Y después las giras. Se vivieron cosas muy graciosas.
―Leyendo el archivo del diario, veo que a ti César y a Michael Finseth les propusieron conducir un programa infantil juntos.
César: No me acuerdo de eso, pero sí me acuerdo de varias propuestas de canales que nos llamaban. Querían como romper eso [el programa] porque el ráting era fuerte. Y claro, se sabía también que a nosotros se nos pagaba muy poco y que había muchos temas con el canal. Entonces, sí, hubo propuestas de todo tipo.
―Considerando el éxito que tuvo la serie, ¿Creen que el canal fue lo suficientemente agradecido con ustedes los actores?
César: No.
Giselle: En este momento ya no tengo como el contexto completo de esas épocas, pero también las cosas fueron variando en general. Yo no sé si estoy mal; hasta ganábamos más con las giras.
César: Claro. Igual no nos podíamos quejar en comparación de otros actores.
Giselle: Además teníamos trabajo sostenido, cosa que en esos tiempos no había.
César: Yo personalmente terminé muy mal con el canal. Claro, pasaron cosas ya insólitas; ni el guion de Gigio resistía las cosas que pasaban. Eran increíbles.
Giselle: La serie era de cara afuera.
César: Después la pelea entre los dueños, porque se comenzaron a pelear Schultz con Delgado Parker, creo. Los sacaron del Amauta, después nosotros nos fuimos y ellos llegaron al Salonazo [nuevo local de grabaciones, hoy convertido en el Open Plaza Angamos]. Terminó muy mal la serie, pésimo.
Giselle: Y mira qué curioso que en la película Gianfranco Brero hace de una suerte de Genaro.
César: Sí, y hay muchos referentes televisivos, hay muchas cosas que hemos vivido.
César: Hay personajes que me han ayudado en la construcción de Javi. […] No me gustaría decir quiénes han sido mis referentes, porque lo podrían tomar a mal porque el personaje tiene características importantes, delicadas, pero no con esas características, sino en algunas cosas de energía, de showman, de manejar. Hay un periodista que hace un programa muy simpático, español, el de La Resistencia [David Broncano].
―Cuando se transmitió “1000 oficios”, ¿ustedes fueron pareja de la vida real?
César: Sí.
―Lo pregunto porque en “Muerto de risa” sus dos personajes fueron pareja en el pasado. Además, Javi es acosado por la prensa de espectáculos; eso a te pasó en la vida real, César. Lo que me interesa saber es si esos vínculos con la realidad influyeron en la performance de ustedes en esta película, al sentirlos más cercanos a la vida.
César: Yo siento que la relación de ellos dos fue completamente distinta en sí. Ella era más como una madre para él, una guía. Eran muy amigos que empezaron juntos a trabajar, la pasión por el trabajo.
Giselle: Pasa, ¿no? Hay gente que entra en relaciones así, que son tan amigos que ya son pareja y trabajan juntos, hacen cosas juntos, crean juntos, uno se cae y el otro lo levanta. Por combinación de personalidad, ellos funcionaban siendo o no pareja.
César: Lo que funcionó muy bien es que con Giselle ya nos conocemos. Es verdad que no trabajamos desde hace tiempo juntos, pero no fueron necesarios ensayos previos; no ensayamos prácticamente. Y se sentía la química. También fue muy parecido a lo que yo sentía en el guion. Gonzalo también lo sintió así y fue muy bacán. Pero con respecto al otro tema, al acoso, fue distinto. Yo siento que Javi tenía un poder. Él podía defenderse. Yo no tenía ese espacio que el personaje sí tenía, pero sí hay cosas que uno u otro puede tomar y todo lo demás.
―Revisando el archivo del diario, veo que durante la cima de la popularidad de “Mil oficios” les pidieron ser padrinos de promoción de un colegio.
César: La vaina más rara que me pasó a mí, que me pareció ya una cosa locaza: mi personaje hablaba con Diosito. Y un día yo recibí la llamada de una profesora del colegio Carmelitas y me me pidió si, cuando hablaba con Dios, yo me podía persignar. Entonces yo le dije “pucha, es que el personaje ya le silba [a Dios, para hablar con él], entonces yo creo que no”; “pero mira, yo te digo porque ha habido dos chicos en el salón que en Religión han silbado”. Así que esto ya está fuera de control total. También me acuerdo una vez de una señora; yo tuve un choque automovilístico, ella bajó, me invitó a su casa, me invitó almuerzo y después me llevó a una virgencita que tenía ahí, en un rincón, y me dijo “ahí puedes hablar tranquilo”. Es que el tema religioso pegó fuertazo, somos muy católicos en este país y eso hizo también que la gente simpatice más con el personaje.
Giselle: Las muestras de cariño eran muchas, la gente esperando afuera del Amauta. ¡En las giras! Uno iba con sus mochilas, pero regresábamos con pulseritas, cartitas, peluches, cositas; era una cosa inesperada para todos.
César: Y a la vez, por otro lado, también el odio irracional.
Giselle: Y se sentía distinto porque ahora hay redes. Esa es la parte que no está chévere, hay gente más sensible a la crítica en cualquier rubro.
César: Me acuerdo cuando recién empezábamos, éramos los personajes que estaban de moda. Nos halagaban y todo. Pero, después, también nos necesitaban para hacernos trizas. Uno ahora lo mira desde lejos y te ríes, lo celebras.
― ¿Ustedes creen que manejaron bien la fama en ese momento?
Giselle: Yo me fui en el momento top [risas], entonces no sabía qué decirte. Porque literalmente me fui y luego mi primera chamba fue en una panadería, yo lavaba unas fuentes de metal y contaba “yo trabajaba una novela”; “sí, sí, ya lava nomás” [risas]. Como dice el meme, mi momento humilde fue irme a España cinco años.
César: A mí me fue tan bien como a Javi Fuentes con la fama.
Giselle: La fama es una concepción que no es real, nosotros actuamos, interpretamos…
César: Lo que sí es real es lo mediático, lo popular y lo que afecta. Para mí fue como un cóctel súper poderoso, mezclar la adolescencia con una popularidad, con una exposición tan grande.
Giselle: Que tal vez voluntariamente no hubieras elegido.
César: En una serie nueva para todos, incluso para los que ya eran actores [consagrados]; esto no lo habían vivido nunca. Pero en ese momento fue jodido, incluso siento que hay actores y hay chicos que no han podido resistirlo y que quizá ya no trabajan en el medio, ya no hacen esto.
― Si “Mil Oficios” se emitiera hoy, ¿tendría el mismo éxito que hace 22 años?
César: Qué difícil saberlo.
Giselle: No creo. ¿Sabes por qué? Por la evolución de todo, de los tiempos, la tecnología.
César: También por el humor. Hay cosas que no diríamos ahorita.
Giselle: Es como yo queriendo que mi hija vea “El Chavo” y “El Chapulín Colorado”. El humor le parece de viejo. Hay cosas que definitivamente quedaron obsoletas.
César: Pero de hecho el grupo sigue vigente y hace “Al fondo hay sitio”. Entonces creo que es eso.
“Muerto de risa” llega a los cines el jueves 4 de enero. También actúan Gianfranco Brero, Hernán Romero, Daniel Menacho, Gabriela Velásquez, entre otros.
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