Al borde del llanto y con la voz rota por la emoción, el director de cine estadounidense Quentin Tarantino recibió hoy en Lyon el premio Lumiére a su carrera con una atronadora ovación y un entrañable homenaje en el que participaron varios de sus actores fetiche.

Tarantino recibió el galardón de las manos de Uma Thurman, su musa en Pulp Fiction y Kill Bill (vol 1 y 2), con el público que abarrotó el anfiteatro del centro de congresos lionés en pié.

El carismático cineasta estuvo arropado en el escenario por Harvey Keitel y Tim Roth, coprotagonistas en la película que le lanzó a la fama Reservoir Dogs, así como por Melanie Laurent, que impregnó Inglorious Basterds con su encanto francés.

Los productores habituales de sus películas, Harvey Weinstein y Lawrence Bender, también acudieron a la cita. Acepto este premio como un incentivo para mejorar y en nombre de todos los cinéfilos para los que el cine lo es todo en este mundo, afirmó Tarantino antes de rubricar la ceremonia con su grito de guerra en Francia: ¡Vive le cinéma!

LOBO SOLITARIO En su discurso el cineasta estadounidense se definió como un lobo solitario porque confesó que nunca había tenido una familia de verdad, salvo la que forman para él los actores presentes en el homenaje y sus productores, dijo entre lágrimas.

Fiel a su estilo irreverente, Tarantino también dejó una frase para el recuerdo al proclamar: El cine es mi religión y Francia es mi Vaticano, en referencia al cariño que se le profesa en este país, después de que hace dos años la academia francesa de cine le otorgase su mayor reconocimiento, el premio César a su carrera.

Es el mejor ejemplo que he encontrado, afirmó el director de cine, si bien seguidamente pidió disculpas al público porque quizás se sienta un poco insultado.

Tarantino es la quinta figura del séptimo arte que recibe el Premio Lumiére tras Clint Eastwood (2009), Milos Forman (2010), Gerard Depardieu (2011) y Ken Loach (2012).