Con motivo de la llegada a Netflix de “Challenger: The Final Flight”, un documental que muestra el lado humano de la tragedia del transbordador espacial que explotó 73 segundos después de haber despegado en el año 1986, te contamos la historia de esta nave de la NASA que tuvo un triste final.
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Antes, te mencionamos que la serie, dividida en cuatro capítulos, mostrará la misión espacial, la vida de los siete astronautas que murieron, por qué ocurrió el accidente y la investigación que siguió.
UNA MISIÓN ESPECTACULAR
La NASA tenía la misión de poner en el espacio un TDRS (Tracking and Data Relay Satellite) y un SPARTAN (Shuttle Point Autonomous Research Tool for Astronomy), el primero es un satélite estadounidense cuyo propósito era establecer comunicación entre los controladores de tierra y otros satélites, y el segundo es una plataforma astronómica que liberaba en órbita los transbordadores y que en esa ocasión tenía que analizar al cometa Halley, que en aquel entonces se encontraba cerca del perihelio.
Debido a la complejidad de esta labor, se designó al Challenger para llevar el segundo TDRS al espacio. Aunque en un principio se había previsto lanzarlo desde el Centro Espacial Kennedy de Florida el 22 de enero de 1986, tuvo que postergarse hasta en cuatro oportunidades por diversos factores como el mal tiempo en el punto de aterrizaje transatlántico de aborto (TAL) de Dakar (Senegal), problemas con la escotilla de acceso exterior, condiciones climáticas, entre otros.
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LLEGÓ EL DÍA DEL LANZAMIENTO
Pese que se había pronosticado para el 28 de enero de 1986 una mañana inusualmente fría, preocupando a los ingenieros y directores de Thiokol que recomendaban que no se realice el lanzamiento, personal de la NASA se opuso a una demora más y ordenó que se ejecute.
El despegue del Challenger se produjo. Aparentemente todo marchaba bien, hasta que a los 73 segundos de su lanzamiento se desintegró sobre el océano Atlántico, frente a la costa del centro de Florida a las 11:38 EST (16:38 UTC), provocando la muerte de los siete miembros de la tripulación: Christa McAuliffe, la primera maestra en el espacio; Ellison Onizuka, un asiático-estadounidense; Ronald McNair, un afroestadounidense; Judith Resnik, la segunda mujer estadounidense en el espacio; el comandante Dick Scobee; Francis ‘Dick’ Scobee y Michael J. Smith y Gregory Jarvis. Este hecho fue calificado como el accidente más grave en la conquista del espacio.
“La desintegración del transbordador espacial comenzó después de que una junta tórica de su cohete acelerador sólido (SRB) derecho fallara durante el despegue. Esto provocó la apertura de una brecha, permitiendo que el gas caliente presurizado del interior del motor del cohete sólido saliera al exterior y contactara con la estructura adyacente de conexión con el SRB y el tanque externo de combustible; generando la separación de la conexión posterior del SRB derecho y el fallo estructural del depósito externo. Las fuerzas aerodinámicas destruyeron rápidamente el orbitador”, explica Wikipedia.
Aproximadamente, el 17 % de los estadounidenses fue testigo del lanzamiento en vivo debido a la presencia en la tripulación de Christa McAuliffe, la primera maestra en el espacio y miembro del Proyecto Teacher in Space.
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HALLAN RESTOS DEL TRANSBORDADOR
Después de una larga operación de búsqueda y rescate, el compartimiento de la tripulación y otros fragmentos del transbordador fueron recuperados del fondo del océano, aunque se desconoce el momento exacto en el que murieron los miembros de la tripulación. Lo único que se sabe es que algunos sobrevivieron a la ruptura inicial de la nave; sin embargo, el Challenger carecía de dispositivo de salida de emergencia y los astronautas no sobrevivieron al impacto contra el océano.
El accidente produjo la paralización de los vuelos durante treinta y dos meses y la formación de la Comisión Rogers que llegó a las siguientes conclusiones: la cultura organizacional de la NASA y el sistema de toma de decisiones habían contribuido sustancialmente al accidente, pues desde 1977, los directores de esta agencia del gobierno estadounidense sabían que el diseño de los cohetes aceleradores sólidos del contratista Morton Thiokol tenía un defecto potencialmente catastrófico en las juntas tóricas, pero no lo habían resuelto adecuadamente.
También ignoraron las advertencias de los ingenieros sobre los peligros en el lanzamiento ante las bajas temperaturas de aquel 28 de enero y no habían informado adecuadamente a sus superiores de estas preocupaciones.
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