En la víspera del noveno aniversario de los atentados del 11 de septiembre, la CIA dijo al presidente Barack Obama que tenían la mejor pista en años para encontrar a su arquitecto principal, el líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden.
Habían rastreado a un mensajero de alto nivel de Al Qaeda hasta una casa en Abbottabad, Pakistán, y creían que podría llevarles hasta Bin Laden. Resultó que estaba viviendo allí.
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El exdirector de la CIA John Brennan, entonces principal asesor antiterrorista de Obama, contó a la AFP lo que calificó como la operación “más intensa, secreta y bien planificada” de su carrera: la incursión de alto riesgo de las Fuerzas Especiales el 1 de mayo de 2011 que acabó con Bin Laden.
La CIA advirtió de que su información necesitaba ser corroborada, pero en la reunión informativa había entusiasmo por la posibilidad de atrapar por fin al fugitivo más buscado de Estados Unidos.
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“Aspirábamos a encontrar al hombre y a dar a las víctimas del 11-S la justicia que merecían”, dijo Brennan.
A lo largo de los meses siguientes, los observadores de la CIA estaban cada vez más convencidos de que una figura alta y con barba a la que se había visto dando paseos por el recinto era Bin Laden, aunque no tenían una visión clara de su rostro.
A finales de diciembre, Obama estaba listo para actuar. En medio de un intenso secretismo, los funcionarios de la Casa Blanca empezaron a pensar en una operación en torno a una maqueta del complejo del de tamaño de una mesa.
Una de las opciones -un ataque con misiles de precisión- podría dejarles sin pruebas de que habían matado a Bin Laden.
La segunda opción, un asalto con helicóptero en una noche sin luna, conllevaba enormes riesgos.
Los soldados estadounidenses podrían morir en un tiroteo o quedar atrapados en un enfrentamiento con las fuerzas pakistaníes -que no fueron advertidas de la misión- y que podían salir a defender su territorio.
A medida que avanzaban los preparativos a principios de 2011, un experto de alto nivel de la CIA tenía un 70% de certeza de que se trataba de Bin Laden, mientras que una revisión separada del “equipo rojo” situaba la probabilidad en sólo un 40%.
Pero todavía no había una identificación positiva.
“No teníamos tanta información como hubiéramos querido, ciertamente”, dijo Brennan.
Sin embargo, añadió, “no había nada que contradijera la opinión de que se trataba de Bin Laden”.
El “riesgo correcto”
El jueves 28 de abril de 2011, Obama se reunió con altos funcionarios en la Sala de Crisis subterránea de la Casa Blanca.
“Obama quería escuchar la opinión de todos”, recordó Brennan. Entre los que estaban en contra de la incursión se encontraban el secretario de Defensa, Robert Gates, y el entonces vicepresidente, Joe Biden, pero la mayoría estaba a favor, en lo que reconocieron que era una “decisión reñida”.
A la mañana siguiente, Obama dio el visto bueno a la incursión de las Fuerzas Especiales el domingo por la tarde, hora estadounidense, mientras Brennan seguía revisando el plan.
“Repasas una y otra vez en tu mente, no sólo lo que hiciste hasta la fecha, sino también lo que iba a ocurrir al día siguiente, asegurándote de estar seguro de que se habían considerado todos los aspectos posibles”, dijo Brennan a la AFP.
Los altos funcionarios de seguridad y defensa se reunieron en la Sala de Crisis el domingo para prepararse.
Cuando los helicópteros salieron de Afganistán para el vuelo de 90 minutos a Abbottabad, los funcionarios se dirigieron a una estrecha sala lateral donde el general de brigada Brad Webb supervisó la acción en un ordenador portátil, comunicándose en tiempo real con el jefe de Operaciones Especiales, el almirante Bill McRaven.
Una famosa fotografía de la Casa Blanca muestra a Obama, Biden, Brennan y los demás funcionarios amontonados hombro con hombro alrededor de Webb, mirando nerviosamente el vídeo en silencio mientras se desarrollaba la redada.
Uno de los dos helicópteros se había estrellado, por lo que tendría que llegar uno de refuerzo. No había ninguna señal de vídeo desde el interior del complejo.
Después de unos 20 minutos, “McRaven recibió de los asaltantes la frase ‘Gerónimo Gerónimo’”, dijo Brennan. Bin Laden estaba muerto.
La principal reacción fue de alivio, recordó. “No hubo aplausos ni celebraciones. Fue una sensación de logro”.
Brennan reconoce que fue una operación arriesgada.
“Pero, como dijo el presidente, aunque las posibilidades fueran del 50%, fue una oportunidad mucho, mucho mejor que la que hubiera tenido Estados Unidos anteriormente para atrapar a Bin Laden”, dijo.
“Fue absolutamente el riesgo correcto a tomar en el momento adecuado”.
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