GISELLA LÓPEZ LENCI

El sangriento ataque contra el centro comercial de Nairobi ha revivido viejos fantasmas. Un atentado contra el símbolo del desarrollo occidental que mata a civiles en nombre de la guerra santa. Pero el escenario no es Nueva York, Londres o Madrid, es Nairobi, la capital de Kenia, uno de los países más estables de África. Y el objetivo es Westgate, un ‘mall’ frecuentado por la clase alta del país, extranjeros y diplomáticos.

La toma del refinado centro comercial duró cuatro días, los suficientes para que los terroristas tuvieran la exposición mediática que querían. 72 personas murieron, entre ellos el médico peruano Juan Jesús Ortiz, quien pasó en África buena parte de su vida profesional y ya estaba a punto de dejar Nairobi para viajar con su familia a Liverpool (Gran Bretaña).

Como él, las otras víctimas murieron debido a los disparos de rifles y ametralladoras de una veintena de miembros de Al Shabab, una organización somalí vinculada a Al Qaeda https://elcomercio.pe/tag/37326/al-qaeda. Su principal argumento fue atacar un objetivo civil en Kenia, país vecino de Somalia, donde operan fuerzas militares de diversos países africanos. Kenia es uno de ellos.

El atentado resume venganza y eleva el tono de los conflictos intrafricanos bajo el manto protector del fundamentalismo islámico. Una guerra que, según varios expertos, no tardaría mucho en saltar del continente negro y empezará a librarse también en Occidente si no se le toma la debida importancia.

LA NUEVA CASA DE AL QAEDA Las redes de Al Qaeda Hace varios años que Al Qaeda dejó las cuevas de Afganistán y las zonas tribales de Pakistán. La guerra santa no es un asunto de nacionalidades y el fundamentalismo islámico no solo ha encontrado terreno fértil en Medio Oriente. Los musulmanes africanos suman millones y la zona del Magreb (norte de África) ha sido estratégica para los extremistas convertidos en terroristas. Pero tampoco se han quedado ahí sino que el yihadismo se ha expandido hacia el África negra.

En estas zonas operan Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), implantado en Argelia, el norte de Mali, el sur de Libia y la zona del Sahel (que recorre Senegal, Mali, Níger, Chad, Sudán y Eritrea); Boko Haram y Ansaru, en Nigeria; Al Shabab, en Somalia; Ansar Dine en el norte de Mali; y el Movimiento por la Unidad y la Yihad en África del Oeste (Muyao), también en Mali y Argelia.

Todos tienen reivindicaciones e intereses locales, pero su objetivo común es imponer la sharia o ley islámica. “Estos movimientos trasnacionales inspirados en Al Qaeda están ganando adeptos en África. Entre ellos se comunican, comparten recursos e ideas y copian sus métodos de ataque”, señala el Dr. Peter Pham, director del Centro Africano Michael Ansari, del Consejo Atlántico de Washington.

Fue Al Shabab el responsable de las últimas muertes en Kenia. Un grupo que parecía haber quedado reducido en el último año gracias al eficaz trabajo de las fuerzas multinacionales africanas, pero que ahora renace fortalecido y del que la comunidad internacional vuelve a hablar luego del atentado en el centro comercial. Necesitaban publicidad, la consiguieron.

Algo similar pasó con el grupo Los que Luchamos con Sangre, de Mojtar Belmojtar, que en enero pasado atacó la planta de gas de Amenas, en Argelia, donde murieron 37 personas, también con una espectacular toma de rehenes.

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