“Lo que hicimos fue torpe”. En octubre pasado, a Joe Biden no le quedó otra opción que agachar la cabeza frente a su homólogo francés, Emmanuel Macron, para poner paños fríos a la tensión que se disparó entre ambos cuando se firmó el pacto AUKUS, un acuerdo de seguridad entre Estados Unidos, Australia y el Reino Unido, y que dejó fuera de juego a Francia que perdió miles de millones de dólares en submarinos nucleares.
Dos meses antes de esta “torpeza” de la nueva administración demócrata, había ocurrido uno de los hechos más humillantes en la historia reciente de Estados Unidos: la caótica huida de las fuerzas militares de Afganistán, que permitió el regreso de los talibanes al poder.
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A esto habría que sumar los constantes pulsos con China y Rusia para enmarcar un año poco favorable en la política exterior del veterano político que llegó a la Casa Blanca en enero pasado, con la promesa de hacer olvidar a Donald Trump e iniciar una era para “sanar las heridas”. “Estados Unidos ha regresado”, dijo al estrenar su mandato. Pero el retorno no ha sido tan auspicioso.
Estos han sido los principales retos y temas no resueltos por Biden en política exterior durante su primer año de mandato:
1. La vergonzosa salida de Afganistán
“Biden ofrece mejores modales y más racionalidad que Trump en su política exterior, pero no es alguien que esté dispuesto a asumir los riesgos que hacen falta para estabilizar un escenario internacional que es cada vez más complicado”, explica a El Comercio el analista en seguridad basado en Washington DC, Román D. Ortiz.
“Afganistán, por ejemplo, fue un desastre y además un desastre autoprovocado. Mantener estable a Afganistán requería del mantenimiento de apenas 5 mil soldados norteamericanos, de los cuales el 90% iban a estar solo como asesores, ni siquiera en misiones de combate. Sí llevaban 20 años en Afganistán, pero están hace 50 años en Corea del Sur, y ahí tienen 30 mil hombres”, agrega.
La desesperación de los afganos para entrar al aeropuerto de Kabul y subirse como sea en los aviones con el fin de huir del régimen talibán es una de las imágenes más potentes que quedará de este 2021. Eso, además del brutal atentado del Estado Islámico en el terminal aéreo que acabó con la vida de 180 personas, incluyendo 13 militares estadounidenses.
Biden intentó justificar la salida de las tropas señalando que estaba cumpliendo el pacto que había establecido Trump con los talibanes, pero lo cierto es que nadie esperaba que el ejército más poderoso del mundo no tuviera ninguna planificación y terminara saliendo por la puerta falsa tras veinte años de guerra.
2. China: competencia económica y militar
Hace pocas semanas, Biden tuvo dos cumbres virtuales con los otros dos presidentes más poderosos del mundo: Xi Jinping y Vladimir Putin.
La tensión con China no es reciente y Biden solo ha bajado la grandilocuencia de Trump. Un cambio de forma, pero no de fondo. La rivalidad comercial continúa, así como las críticas constantes por los amedrentamientos del gigante asiático en Hong Kong y Taiwán, además del boicot a los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing del próximo febrero en nombre de “los derechos humanos”.
El estadounidense ha enfatizado la importancia que tiene para Washington la rivalidad con China.
“Biden heredó de Trump el tema de China como la potencia hegemónica que se quiere erigir frente a ellos, y China está con un desarrollo muy acelerado, a pesar de que ha habido algunos vaivenes económicos estos últimos meses, pero de todas maneras es el gran competidor económico”, señala a este Diario el analista Luis Francisco Popa.
“Los chinos están invirtiendo de manera brutal en capacidad militar y quieren tener una gran ventaja en esto para disuadir a Estados Unidos”, agrega Ortiz.
3. Rusia: la guerra que se viene
En cuanto a Rusia, la preocupación para el presidente Biden es de un cortísimo plazo. La inteligencia estadounidense ha señalado que para enero el ejército ruso ocupará Ucrania, mientras miles de soldados ya han sido desplegados cerca de la frontera. El objetivo de Putin es presionar para que la OTAN deje de intervenir en su zona de influencia, al tiempo que le ha prometido a Biden que no hay ningún plan de intervención, cosa que, a estas alturas, ya muy pocos creen.
“Biden llegó con la intención de reconstruir la OTAN, pero no quiere poner más tropas ni asumir más riesgos. Si los rusos invaden Ucrania y la OTAN no reacciona de una manera robusta, como no lo está haciendo en este momento, entonces va a quedar con respiración asistida. Ucrania no es parte de la organización, pero es fundamental en la arquitectura europea”, comenta Ortiz.
El analista señala que el plan de Putin sería ocupar la mitad oriental de Ucrania. “¿Si no frenas eso, qué credibilidad le queda a la OTAN?”, añade.
“Ucrania es la bisagra que históricamente ha unido Rusia con Europa y para los rusos es vital. Después de la caída de la Unión Soviética ellos dejaron asentada una gran población rusoparlante en Ucrania, y luego se anexaron Crimea”, recuerda Popa.
4. Latinoamérica y la migración
Como suele suceder, la agenda latinoamericana no es prioridad para Washington DC., y con Biden no ha sido la excepción. Salvo el espinoso asunto migratorio, en el que Biden continuó con muchas de las polémicas medidas de Trump -excepto la construcción del muro- el enfoque hacia nuestra región no ha variado.
“En cuanto a su política hacia Latinoamérica, creo que no ha definido nada, ha sido muy sinuosa y poco clara”, refiere Popa. “En el tema migratorio ya no se habla de un muro de contención, pero tampoco ha avanzado mucho. De hecho, ha mantenido, en la práctica, las mismas medidas que Trump”.
“Estados Unidos ha perdido América Latina a manos de China. Y no es que vaya a perderla, ya es ‘game over’”, ironiza Ortiz con respecto a las inmensas inversiones comerciales y geoestratégicas que viene realizando Beijing en nuestro continente desde hace varios años.
Lo resume así: “Joe Biden es como Jimmy Carter, que fue quien vino después de Richard Nixon y Gerald Ford. Carter hace una política catastrófica desde el punto de vista internacional y llega Reagan y recupera el liderazgo de Estados Unidos a nivel internacional. La diferencia es que, en los años 70, el Partido Republicano marginó a Nixon, pero ahora ha abrazado a Trump. Esa es la diferencia”.
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