Dani lindo, angelito guapo, cuídanos. Daniel, donde estés ruega por nosotros. Respetos para ti. Cuídanos y líbranos, ayúdanos a seguir adelante.
Las frases escritas a mano se leen en el nicho temporal que ocupa el cuerpo de Daniel Zamudio en el Cementerio General de Santiago.
El joven homosexual murió en marzo del 2012, a los 24 años, tras ser atacado por cuatro sujetos en un parque en el centro de la capital chilena. Sus agresores actuaron con crueldad extrema y total desprecio por la vida humana, según el veredicto de la justicia que se conoció a mediados de octubre.
La conmoción que causó el crimen impulsó la aprobación de una Ley Antidiscriminación que lleva su nombre y que, sin embargo, no se puede aplicar retroactivamente.
Sus agresores, por lo tanto, no enfrentarán el agravante de la discriminación por condición sexual, pero la Fiscalía pide para ellos penas de entre 8 años de cárcel y presidio perpetuo. Las condenas se conocerán el 28 de octubre.
UN MES DE AGONÍA Daniel Zamudio sufrió golpes de pies y puño, cortes y quemaduras, le dibujaron esvásticas con trozos de vidrio en el abdomen y con una piedra de 8 kilos le fracturaron la pierna derecha.
Luego le hicieron palanca, aumentando inhumanamente su sufrimiento, estableció el veredicto del caso.
Sin recuperar la conciencia, agonizó en el servicio de urgencia público durante casi un mes.
Cuando se anunció su muerte, una multitud expresó su dolor con velas encendidas en las puertas del hospital. Unas dos mil personas despidieron su cortejo fúnebre.
Más de un año después de su muerte, los trabajadores del cementerio saben dónde está su tumba y responden raudos a los visitantes que preguntan por ella.
Han visto parejas, estudiantes, hombres y mujeres que se detienen unos segundos en el pasillo sombreado frente a su lápida.
Rezan, le hablan, se persignan, le piden cosas, cuentan los cuidadores, que conocen bien el fenómeno de las animitas, como se llama en Chile a lugares de peregrinación, generalmente ligados a muertes violentas o injustas.
MÁS CERCA DE DIOS Daniel Zamudio tiene todos los elementos para convertirse en una animita”, reflexiona Claudia Lira, investigadora de cultura popular y tradicional y profesora de la Universidad Católica de Santiago.
Es una muerte cruenta, inesperada, donde hay mucho derramamiento de sangre, hay una tragedia, explica.
La gente siente que esta muerte es injusta, porque él era una persona discriminada, que muere indefenso, en la calle, indica Lira.
En la cosmovisión chilena, aunque exista un proceso judicial, él se convierte en mártir, en una concepción que viene del catolicismo y que se junta con la idiosincracia chilena; la persona puede estar más cerca de Dios porque el sufrimiento la ha transformado y por lo tanto, se le pueden pedir cosas, concluye la experta.
200 CARTAS Parte de las notas que se dejan en el nicho donde hoy descansa Daniel Zamudio son rescatadas por el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual de Chile, Movilh, que reconoce en el caso de la golpiza y muerte del joven un antes y un después en la sociedad chilena.
Nosotros vamos casi todas las semanas a ver a Daniel y recogemos muchas cartas que le escribe la gente por distintas razones. Desde chicos, chicas que le piden ayuda, o mensajes de cariño, de afecto, cuenta el presidente del Movilh, Rolando Jiménez.
La última vez que conté teníamos como 150, 200, cuenta el activista que espera incorporar los textos de alguna manera a la tumba y memorial a la diversidad que se construyen en el mismo cementerio para transladar los restos de Zamudio.
Nosotros no tenemos vínculación con ninguna religión ni creencia, afirma Jiménez. Somos bastante ateos, entre otras cosas por el rol que ha jugado la iglesia Católica en la difusión y promoción de la homofobia a nivel cultural a lo largo y ancho de su historia.
Pero si la gente siente una cercanía desde esa lógica con Daniel, somos respetuosos. Y en la tumba memorial habrá espacio para que la gente siga dejando sus cartas y las cosas que hoy le llevan, regalos, juguetes, corazones”.
El Movilh también proyecta instalar algún recordatorio en el parque donde atacaron a Zamudio y donde la mañana del 3 de marzo del 2012 lo encontró un guardia que luego declararía a la justicia que nunca había visto una agresión tan brutal.
Hoy, una cruz, flores y un lienzo marcan el lugar.