La DEA es una sigla en inglés que casi no necesita explicación para todo aquel que haya vivido en América Latina en las últimas décadas y conozca, de una manera u otra, el fenómeno del narcotráfico . Se trata de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos, una de las organizaciones más poderosas y extensas del gobierno, que cumple este 1 de julio 40 años.

Fue creada en 1973 por el entonces presidente Richard Nixon con una misión única: controlar, reprimir y disminuir el suministro, distribución y consumo de narcóticos en EE.UU. mediante la aplicación de estrictas leyes y ahora con la ejecución de complejos y multimillonarios programas conjuntos en los países donde se produce y por donde transita la droga, muchos de estos en el continente americano.

Desde el punto de vista de la agencia y de muchos encargados de la políticas de estupefacientes, la DEA considera que ha logrado muchas de sus metas; reduciendo la producción de drogas en varias regiones, interceptando e incautando inmensos cargamentos ilícitos, desarticulando carteles del narcotráfico y llevando a la justicia o liquidando a los capos del crimen organizado.

Pero los críticos sostienen que la llamada guerra contra las drogas de la cual la DEA forma parte como una de varias agencias ha sido un fracaso. Mientras se reconocen algunos aciertos, tras miles de millones de dólares invertidos y decenas de miles de vidas perdidas, el balance es negativo sobre todo para los pueblos de América Latina, dicen.

Aunque los gobiernos regionales continúan colaborando con la agencia, también están revaluando su relación con ésta y, por lo menos, considerando otras alternativas a las estrategias de represión e interdicción que acompañan las leyes draconianas contra el consumo en EE.UU.

RELACIÓN CON OTROS GOBIERNOS La Agencia Antidrogas de Estados Unidos es la mayor organización mundial en el combate contra los narcóticos y la única institución gubernamental de ese país que se concentra solo en esa tarea que la propia DEA describe como una guerra total y global contra la amenaza de las drogas.

En 1973 empezó con un presupuesto de menos de US$75 millones pero ahora goza de una inversión del gobierno de federal de más de US$2.000 millones anuales con cientos de oficinas en EE.UU. y el exterior y miles de agentes, investigadores y especialistas.

Su meta declarada es hacer cumplir las leyes del gobierno federal relativas a las sustancias controladas y con respecto a los crímenes y daños sociales relacionados con éstas.

No es una agencia que tiene la única y exclusiva autoridad sobre un programa o problema de drogas, es un contribuyente más en un esquema común, explicó a BBC Mundo John Walters, exdirector de la Política del Control de Drogas de la Casa Blanca durante la presidencia de George W. Bush, un cargo conocido como zar antidrogas.

La DEA tiene algunas autoridades propias y otras que comparte otras agencias federales como el FBI, el Departamento de Seguridad Interna y la guarda costera. Ha sido muy exitosa en crear una relación de cooperación con las fuerzas del orden en el extranjero de donde proviene el tráfico global hacia Estados Unidos.

En esa cooperación con otros gobiernos es donde las actividades de la DEA han sido más visibles y donde, según John Walters, se han obtenido los mayores éxitos.

El más visible ha sido en Colombia, inicialmente contra los carteles de Medellín y Cali, cuyas estructuras fueron desmanteladas y sus líderes ultimados o encarcelados. Luego vino el Plan Colombia, un costoso y polémico programa de asistencia de la administración de George W. Bush que tenía aspectos militares y de contrainsurgencia, así como de interdicción y erradicación, pero en el cual la DEA participaba en la persecución, detención y extradición de capos, guerrilleros, paramilitares y otros dedicados al narcotráfico .

Ayudó a cambiar la imagen de Colombia. El gobierno colombiano encabezó los esfuerzos, pero la agencia clave fue la DEA, aseguró John Walters.

RESULTADOS ADVERSOS Varias ONG y centros de análisis sostienen que el plan no logró sus objetivos y, en su lugar, creó una crisis de desplazados y contaminación ambiental. Para Bruce Bagley, director y profesor de Estudios Internacionales de la Universidad de Miami, la definición de éxito de la DEA es muy estrecha.

Estados Unidos se podrá sentir muy bien con Colombia, pero medir los resultados en términos de la mejoría de relaciones bilaterales es tener la métrica equivocada porque no están considerando el efecto regional. A pesar de sus metas declaradas, la DEA no ha alcanzado ninguna en el sentido más global, expresó Bagley.

El académico señaló a la BBC que la producción y tráfico de drogas no ha disminuido, simplemente ha cambiado de lugar, de la misma manera que sucede cuando uno pisa un neumático inflado; se comprime donde se aplica la presión pero el aire se desplaza hinchando el neumático en otro lado.

Este ha sido el error repetido de la política antidrogas de EE.UU. liderada por la DEA en el hemisferio occidental y otras partes del mundo, continuó Bagley, que indicó como la reducción de la producción en Colombia y el cierre de rutas por el Caribe simplemente fueron remplazadas por otros corredores en el Pacífico, nuevas áreas de cultivo y la dispersión de nuevos carteles y crimen organizado en otros países.

Eso es lo que se ha visto en los últimos años en México con quien EE.UU. firmó la Iniciativa Mérida, un acuerdo en el que la DEA participó como una de muchas agencias dando entrenamiento y asesoría contra el tráfico y los carteles.

Aunque se logró la captura y extradición de capos importantes y la incautación de grandes cargamentos de droga, se desató una insoportable ola de violencia por organizaciones criminales envalentonadas y una crisis de gobernabilidad por la infiltración y corrupción de las instituciones del estado.

Adam Isacson, analista de seguridad regional de la Oficina en Washington sobre asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés) dijo a la BBC que la estrategia no ha logrado hacer mella en el comercio de las drogas ni disminuir el deseo de los estadounidenses o europeos de consumir. Lo que ha garantizado es la supervivencia de las organizaciones más desalmadas.

Al sacar de circulación a los más débiles o los más mansos, la DEA ha creado una especie de ‘supertraficantes’. Los que quedan son los más difíciles de combatir y reprimir y eso implica violencia, afirmó el analista. También a un altísimo costo en dinero, recursos y vidas de civiles y efectivos de las agencias afines regionales.

Esa violencia es lo que ha obligado al nuevo gobierno mexicano de Enrique Peña Nieto a revaluar el enfoque de la estrategia y cooperación con EE.UU.

Ariel Moutsatsos, ministro para Asuntos Especiales de la embajada de México en Washington, dijo a la BBC que mientras el gobierno anterior de Felipe Calderón estaba más alineado con el elemento reactivo hacia el narcotráfico, el nuevo enfoque está en atacar las causas del fenómeno.

Existe en México una nueva aproximación más preventiva, integral y holística, expresó en diplomático. Buscamos atacar las raíces del crimen organizado que yacen en la debilidad institucional y la DEA está trabajando con México y nosotros con ellos en la capacitación y entrenamiento. La relación es muy fluida, respetuosa y estratégica que se enmarca en la solución de un problema compartido.

Moutsatsos aseguró que ya se están viendo los frutos en la disminución de la violencia en los cinco meses del nuevo gobierno que, comparado con el mismo período del anterior, registró una disminución de homicidios relacionados con el narcotráfico de 18%.

Buscamos que se continúe con lo que ha venido funcionando y, con lo que no ha estado funcionando, que se enfoque con esta nueva estrategia para recuperar la paz y la tranquilidad de los mexicanos en las comunidades que la perdieron y mantenerla donde todavía existe.

NNUEVAS ALTERNATIVAS México no es el único país buscando un cambio de enfoque. Varios gobiernos de la región han propuesto que se discutan alternativas al modelo de prohibición y represión. La Organización de Estados Americanos, OEA, acaba de presentar un estudio en el que aborda los graves problemas de delincuencia, corrupción, violencia y desintegración social generados por la política antidrogas existente y se pregunta si ¿Es tiempo de reforma?

Muchos países de la región han relajado sus leyes con respecto al consumo y la dosis personal, que no se penaliza. Perú, donde la DEA tiene una larga historia de actividad, es uno de ellos pero no comparte todos los aspectos que sugiere el documento de la OEA.

Nosotros estamos trabajando de manera abierta y comprensiva en nuestra estrategia internacional pero el Perú tiene una posición muy firme y reiterativa que no apuesta por la legalización. En ese sentido tenemos el panorama bastante claro, indicó a la BBC Alberto Hart, director de asuntos globales de la comisión nacional antidrogas del Perú , Devida .

Otros gobiernos han ido más lejos, como el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, que sostiene que la distribución de narcóticos debería ser legal y regulada por un mercado.

A nivel interno, en EE.UU. hay un creciente distanciamiento entre las políticas federales y estatales con respecto a la criminalización de ciertas drogas. 18 estados aprueban la venta de marihuana medicinal y Colorado y el Distrito de Columbia (la capital) han legalizado la distribución de la hierba.

Bruce Bagley estima que más estados se unirán a esa corriente, no tanto por razones de principio sino de economía porque sus cárceles ya no pueden soportar más presos no violentos enviados a cumplir sentencias obligatorias por consumo o distribución de drogas.

Al fin de cuentas, esta política prohibicionista y punitiva no puede ser sostenida más por los estados que están en crisis fiscal. Tendrán que invertir miles de millones de dólares en nuevas prisiones o soltar 20% de la población carcelaria que, por las sentencias mínimas obligatorias, terminan siendo los asesinos y violadores los que suelten, advirtió.

Pero el ex director de la Política de Control de Drogas de la Casa Blanca John Walters es un acérrimo defensor de las medidas actuales aplicadas por la DEA.

No hay duda que sin no se hace cumplir la ley habría más violencia, habría más consumo de drogas, subrayó. La sociedad y la ley deben reprimir algo que es extremadamente destructivo. Si no se hace se deja de ser civilizado y entra a dominar la violencia, la sangre y el terrorismo.

El nuevo zar de las drogas del gobierno de Barack Obama, Gil Kerlikowske, coincide en parte con Walters. Durante un reciente simposio internacional en Austria, Kerlikowske dijo que la legalización no es una varita mágica contra el crimen organizado. No obstante, reconoció que construir más cárceles para meter a más consumidores tampoco es la solución.

La máxima autoridad antidrogas de Washington presentó una tercera vía, basada en tratar la adicción como una enfermedad que puede ser prevenida y tratada. Eso no quiere decir, sin embargo, que la tarea de agencias como la DEA descontinúe. El gobierno de EE.UU. sigue con el firme propósito de controlar el tráfico y desmantelar las organizaciones criminales globales.

La portavoz de la DEA en Washington, Barbara Carreno, explicó a la BBC que la agencia no tiene el poder para legalizar nada que esté contemplado bajo el Acta de Sustancias Controladas. Esa tarea está bajo la responsabilidad del Congreso.

No obstante, no hay voluntad para discutir ni experimentar con alternativas, ni de parte de la Casa Blanca ni del Congreso, manifestó Bruce Bagley. Cualquier legislador que aborde el tema con nuevas ideas para tratamientos de prevención, educación y rehabilitación primero pierde la cabeza y luego el escaño, concluyó.

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