Lamentablemente, diez años después de emitido, el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) sigue siendo presa de los extremismos de dos bandos enfrentados. Por un lado, tenemos un grupo formado por aquellas personas que, como la señora Martha Chávez, denuncian que su única misión fue “lavarle la cara al marxismo”, tratando de confundir al público y de lograr que este no advierta la importante labor que hizo la CVR al denunciar las tantas atrocidades cometidas por los terroristas.
Por otro lado, nos encontramos con aquellos otros grupos que pretenden que el informe sea tratado como si fuese la palabra de Dios revelada, que nadie se encuentra autorizado a criticar ni a discutir. Flaco favor le hacen estas personas a la causa de los derechos humanos, pues la intolerancia al diálogo y al contraste de opiniones es incompatible con la defensa de estas libertades. Por ejemplo, como sucede con el mismo presidente de la CVR, el señor Salomón Lerner, quien ha decidido no conversar sobre el tema con este Diario debido a que no comulgamos por entero con todas sus opiniones. O como ocurre con quienes creen que solo está legitimado a pronunciarse válidamente sobre la CVR quien lo hace desde la orilla ideológica de la izquierda. Y, en fin, como sucede con organizaciones que se presentan como las únicas con autoridad para opinar sobre la época del terrorismo bajo la excusa de que son las defensoras de los derechos humanos, disfraz que también se usa para encubrir intenciones antidemocráticas y violentistas.
En medio de esta inconducente batalla de bandos extremistas y maniqueos, lamentablemente, ha quedado atrapada la mayoría de ciudadanos. Aquella que busca la verdad de la guerra contra el terror para cerrar un capítulo tan doloroso en la historia de nuestro país.
Así, que la señora Chávez continúe a la cabeza de la comisión que evaluará el cumplimiento de las recomendaciones de la CVR es una mala noticia para quienes consideramos que todo el país ganaría si estas se analizan de manera objetiva e imparcial, cosa que desgraciadamente no se encuentra en capacidad de hacer la congresista fujimorista (quien ni siquiera parece creer sinceramente en los derechos humanos). E incluso sería una mala noticia para quienes, parcializados y de mala fe, desearían ver en un tacho el informe de la CVR, pues esto no sucederá ahora que su análisis ha caído en manos de una evaluadora tan desacreditada frente a la ciudadanía.
Como prueba de que la señora Chávez no tiene las calificaciones necesarias para realizar este trabajo, basta señalar que ella no tiene reparos en admitir que volvería a votar por la amnistía a los integrantes del grupo Colina, a quienes ella considera “veteranos” de nuestras Fuerzas Armadas. Aquel grupo cuyos integrantes secuestraron, torturaron y asesinaron a un profesor universitario y a nueve estudiantes de la Universidad La Cantuta. Sí, el grupo paramilitar que en Barrios Altos acribilló a 15 personas (entre ellas a un niño que recibió 12 balazos por la espalda), que dejó paralítica a otra y que hirió gravemente a tres más. Aquel mismo grupo que asesinó en la puerta de su casa al señor Pedro Huilca, que secuestró y desapareció a nueve campesinos en el valle del Santa y que fue acusado de descuartizar a la ex agente de inteligencia Mariella Barreto.
Todo esto, sin embargo, no nos impide reconocer que el informe de la CVR no es un documento incuestionable. Tiene, sin duda, muchos aportes valiosos para el entendimiento de la tragedia que vivió nuestro país. Pero tiene también varios otros aspectos que pueden ser materia de una discusión seria como, por citar dos ejemplos, si se recogieron adecuadamente las declaraciones de todos los grupos involucrados en los hechos investigados o si fue correcta la metodología de estimación de las víctimas.
Para hacer las paces con nuestro pasado, debemos poder voltear la mirada y mirar con ojos críticos. Pero personas como la señora Chávez y los extremistas de la orilla opuesta no ayudan a este fin. Sin una discusión imparcial de los hechos descritos en el informe de la CVR será imposible acercarnos a la verdad. Y con actitudes radicales e ideologizadas de por medio jamás lograremos la tan necesaria reconciliación.