Son obras de arte reconocidas por sus laboriosos ornamentos en metal y piedras preciosas, cuya extravagancia le recuerda al mundo cuán poderosos fueron los zares, y que actualmente tienen un valor de millones de dólares.
Los huevos de Fabergé, unas 50 piezas decorativas en forma ovalada, fueron comisionados por la familia imperial rusa entre los años 1885 y 1916.
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Todo comenzó como un regalo del emperador Alejandro III a su esposa, María Fyodorovna, durante la Pascua que celebra anualmente la Iglesia ortodoxa.
Pero su belleza y particularidad hizo que la familia real los convirtiera en una tradición. Cada año, el emperador ordenaba un nuevo huevo para su esposa. Y su hijo, Nicolás II, continuó con el legado una vez falleció el zar.
Actualmente, según varios historiadores y expertos en arte, estas piezas tienen un valor “incalculable”.
No solo por su diseño, que estuvo en manos de Peter Carl Fabergé, el afamado joyero que les da nombre, sino también por el misterio de su paradero.
De hecho, en días recientes hubo revuelo entre las autoridades de EE.UU., quienes dicen que, al parecer, encontraron un huevo de Fabergé en el yate de un empresario ruso incautado luego de las sanciones por la guerra en Ucrania.
Pero ¿por qué se perdieron? En esta nota te contamos la historia.
Peter Carl Fabergé nació en San Petersburgo en 1846 y era hijo del joyero alemán Gustav Fabergé, de ascendencia hugonote y que estaba casado con Charlotte Jungstedt, quien era danesa.
Ante la muerte de su padre en 1882, él se hizo cargo de la joyería ubicada en la entonces capital rusa.
Algunas biografías afirman que, además de estudiar con su progenitor, Fabergé viajó a Frankfurt y Dresden, en Alemania, para adentrarse en el mundo de la joyería.
Después de haber “incubado” el primer huevo para la familia real, logró ser nombrado el “joyero de la corte imperial”. Su carrera fue “verdaderamente dorada” desde entonces.
En algún momento su negocio fue tan importante que se expandió fuera de Rusia, abriendo tiendas en Londres y Odesa.
No obstante, su fama no solo la adquirió por su conexión con la dinastía Romanov. Algunos expertos reconocen su enorme talento artístico.
“Los críticos y los coleccionistas se han debatido entre elogiar al joyero nacido en Rusia por su perfeccionismo o condenarlo por sus excesos”, opina el periodista de cultura de la BBC Jonathan Glancey.
Los “excesivos” huevos de Fabergé, como los llaman los críticos, requerían un minucioso y extenso trabajo para ser elaborados.
El joyero supervisaba la operación, pero en su taller trabajaban expertos en distintas áreas, como el corte de diamantes o la manipulación de metales.
“Los huevos eran objetos excepcionales”, dice Glancey en una nota para BBC Culture.
Algunos estaban cubiertos con finas capas de laca o piedras preciosas que eran adquiridas en los montes Urales o las montañas Altai.
Y en el interior de los huevos la familia real siempre encontraba una sorpresa. Podía ser desde una caja musical, un modelo del Palacio Gatchina del Siglo XVIII, hasta un elefante andante.
Otros, como el primero de todos, conocido como el “Huevo de la gallina”, “tenían un diseño casi puro”, agrega Glancey en su escrito.
Dicho primer huevo, que actualmente se encuentra en el Museo Fabergé de San Petersburgo, es uno de los más icónicos.
Es una pequeña pieza esmaltada en blanco de unos 3,81 centímetros.
En su interior, como luego sería costumbre, tenía un tesoro escondido: un segundo óvalo dorado, que adentro tenía una gallina también dorada.
Debajo de la pequeña figura, había una corona con diamantes y un colgante con un rubí.
El reinado de la legendaria dinastía Romanov acabó en 1917, cuando la revolución bolchevique tomó el control de Rusia.
Nicolás II, su esposa y sus cinco hijas fueron fusilados en 1918 y las posesiones de la corona fueron nacionalizadas.
El mismo destino corrió la Casa Fabergé, algo que obligó a Peter Carl a abandonar el país.
El joyero murió dos años después en Suiza.
Y los huevos, agrega Glancey, fueron “empaquetados” junto con otros tesoros de los Romanov y llevados a la Armería del Kremlin.
Pero en años posteriores Joseph Stalin, líder de la Unión Soviética, vendió 14 de esos huevos para atraer divisas extranjeras a Rusia.
Algunos huevos terminaron en colecciones privadas, museos y otras instituciones. No obstante, se desconoce el paradero de siete de ellos.
Luego de la caída de la joyería, el famoso apellido fue apropiado y registrado en Estados Unidos en 1937 por Samuel Rubin para vender perfumes.
En 1951, Rubin acordó pagar a la familia Fabergé por usar el nombre, pero no solo para artículos decorativos.
La marca terminó siendo el nombre de una línea de productos sanitarios, como detergente y limpiador de lavabos.
También se utilizó para una loción después del afeitado.
Pero, tras complejas negociaciones, en 2007 el nombre fue rescatado por Pallinghurst Resources, una firma internacional de asesoría de inversiones, y fue fundada Fabergé Ltd.
El control lo asumieron Tatiana y Sarah Fabergé, bisnietas de Peter Carl Fabergé, con la intención de fabricar artículos de lujo y joyería.
El nombre y la familia finalmente se habían reunido nuevamente.
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