Parte de la temible reputación de la fallecida Dama de Hierro provenía de lo poco que dormía.

Margaret Thatcher, quien falleció el lunes pasado a los 87 años, era famosa por dormir sólo 4 horas por noche.

Y esa fama de infatigable se volvió parte de la mística de la exprimera ministra británica: podía mantener a sus colaboradores trabajando en un discurso hasta las dos o tres de la madrugada y luego levantarse a las cinco para escuchar un programa de radio de la BBC dedicado a la agricultura.

Dormía cuatro horas los días de semana, cuenta Sir Bernard Ingham, quien fue su secretario de prensa en Downing Street, sede del gobierno británico. No estaba con ella los fines de semana. Supongo que entonces dormía un poco más.

Es difícil saber cuándo Thatcher se refirió por primera vez a su mínima agenda de sueño, pero esas cuatro horas por noche son de conocimiento popular y se asocian a su resistencia.

Este frugal patrón de descanso creó, de hecho, un problema para su sucesor, John Major. Fue difícil para él asumir después que ella, porque los funcionarios se habían acostumbrado a una mandataria que nunca dormía y él dormía ocho horas, cuenta John Campbell, biógrafo de Thatcher.

En cualquier caso, el sueño, o la falta de él, parece ser parte del carácter de un líder.

Cuando le preguntaron a Napoleón Bonaparte cuántas horas de sueño eran necesarias, se dice que respondió: Seis para un hombre, siete para una mujer, ocho para un tonto.

Winston Churchill sobrevivió como primer ministro británico con cuatro horas por noche durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero lo que no se menciona muy a menudo es que solía dormir la siesta en las tardes con pijama y todo, algo que no hacía Thatcher.

¿Pero dormir cuatro horas es algo a lo que la gente común debería aspirar?

LAS FINANZAS NUNCA DUERMEN En el mundo de los negocios es, desde luego, algo por lo que muchos se esfuerzan. Ejecutivos de alto nivel como Marissa Mayer, de Yahoo!, o Indra Nooyi, de Pepsi, se las arreglan con cuatro horas por noche, mientras que Donald Trump asegura que sobrevive con tres.

El columnista británico Geraint Anderson, quien trabajó como analista de mercados y corredor de bolsa durante 12 años, reconoce este fenómeno.

Había una verdadera competencia en la City por el sueño. Una de las formas de ganar respeto era fanfarronear sobre lo poco que dormías”.

Las horas de trabajo eran muchas: de las 6.30 de la mañana hasta las 7 de la tarde. Socializar podía implicar salir hasta las tres de la mañana. Esto en el caso de los analistas. Los financieros corporativos eran los que de verdad trabajaban duro.

Ellos podían trabajar hasta la madrugada, descansar un par de horas en la oficina, y empezar de nuevo, cuenta Anderson.

Admitir la necesidad de dormir era una señal de debilidad. Después de una fiesta de verano o de Navidad, uno procuraba quedarse hasta el final y llegar un poco antes de lo normal la mañana siguiente, recuerda el exfinanciero.

Thatcher no era la causa, pero su nombre era regularmente invocado por sus jefes. Ellos decían ella puede arreglárselas con cuatro horas de sueño para dirigir al país y es una señora mayor.

Tanto como en los negocios, también ha habido líderes militares que optaron por el método espartano de Thatcher.

Según se ha difundido, el general estadounidense David Petraeus vivía con una comida al día y dormía cuatro horas.

VENTAJA PARA CREATIVOS Y VISIONARIOS No existe una cantidad correcta de sueño, de acuerdo al especialista Kevin Morgan, del centro de estudios del sueño de la Universidad de Loughborough, en Reino Unido.

La única regla es dormir lo suficiente como para sentirse revitalizado al despertar.

Para alrededor de 1% de las personas –entre ellas Thatcher, probablemente– esto puede ser tan poco como cuatro horas, dice Morgan, consultado por la BBC.

Pero no puedes repentinamente convertirte en alguien que duerme tan poco, explica. Es probable que ese haya sido el patrón de sueño normal de la Dama de Hierro desde antes de ser primera ministra.

Formar parte de la llamada elite del sueño es una gran ventaja para visionarios y creativos. Y también puede serlo para un estadista que debe participar de cumbres que duran toda la noche.

La gente que está a tu alrededor flaquea. Cuando las personas están cansadas su capacidad de tomar decisiones se ve afectada, dice Morgan.

James Horne, otro profesor de la Universidad de Loughborough, apunta que el estado de ánimo es fundamental. Los soldados con la adrenalina alta pueden actuar con poco sueño. Todo depende del entusiasmo que provoque lo que uno hace. Si uno está desanimado, tiende a dormir más. Margaret Thatcher era alguien que se sentía en control.

El adulto promedio duerme siete horas por noche, pero muchos duermen bastante menos, especialmente las personas de más de 50 años. Teniendo esto en cuenta, dice Horne, es probable que Thatcher no estuviera en el 1% de la elite del sueño, sino en la normalidad.

Puede ser que a veces durmiera cuatro horas y compensara su déficit de sueño durmiendo un poco más otras noches.

Uno tiende a atribuirle cosas notables a la gente notable, que no necesitan comer o dormir y que tiene cualidades sobrehumanas.

CAER DORMIDO Mathew Parris, quien fue parlamentario conservador británico contemporáneo a la gestión de Thatcher durante los 70 y 80, dice que probablemente eran cuatro o cinco horas de sueño más que las tres o cuatro que algunos sugirieron. Y según cree, tuvo su precio: pudo haberla llevado a tomar malas decisiones.

A pesar de su dureza, solía estar agotada, recuerda. Muchas veces estaba muy cerca de ella en el Parlamento, y veía los ojos de una mujer exhausta.

En tiempos más recientes –por lo menos en Reino Unido– fanfarronear de falta de sueño ya no es tan habitual. En el caso del exprimer ministro Gordon Brown, trabajar hasta la medianoche era percibido como exceso de preocupación y debilidad.

En Estados Unidos, el expresidente George W. Bush solía irse a la cama a las 10 de la noche, a diferencia de su antecesor Bill Clinton, que trabajaba hasta tarde y dormía cuatro o cinco horas.

En otros ámbitos, en el de los artistas por ejemplo, la privación de sueño tiene aroma a impulso creativo y a ruidoso hedonismo.

Keith Richards, guitarrista de la banda británica Rolling Stones, en una ocasión estuvo despierto durante nueve días. Cuando cayó dormido, fue tan rápido que se rompió la nariz.

TAGS RELACIONADOS