Las imágenes aparecen regularmente en diarios y televisoras de Centroamérica: avionetas con cientos de kilos de droga que en el día o por la noche cruzan el cielo de la región.
Algunas veces las aeronaves, provenientes sobre todo de Sudamérica, aterrizan en pistas improvisadas en regiones selváticas de Honduras o Guatemala, pero en otras ocasiones siguen su viaje hasta la frontera sur de México.
El tráfico aéreo de drogas es uno de los problemas más serios para los países centroamericanos y en el último año decenas de pistas clandestinas han sido destruidas en Guatemala, Honduras y Costa Rica.
Las autoridades de la región señalan a carteles mexicanos de narcotráfico por la creciente invasión de su espacio aéreo. Pero el problema va más allá de Centroamérica, le dice a BBC Mundo el coronel Erick Escobedo, portavoz del Ministerio de Defensa de Guatemala.
Las amenazas a la seguridad tienen efectos trasnacionales porque no respetan fronteras, mares o países, advierte.
CON PISTAS Y SIN RADARES De acuerdo con el Informe 2013 sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos del Departamento de Estado de Estados Unidos, el 80% de la cocaína que llega a ese país cruza por el corredor de Centroamérica.
La mayoría de los cargamentos se mueve por vía terrestre o marítima, pero el resto viaja en avionetas pequeñas que aprovechan los huecos en la vigilancia de los radares que existen en la región.
También sacan ventaja de los escasos recursos oficiales para vigilar el territorio, como sucede con Costa Rica. El informe estadounidense advierte, por ejemplo, que ese país tiene una ausencia de patrullaje efectivo en sus fronteras terrestres y marítimas.
Es un problema que reconocen los gobiernos. Guatemala y Costa Rica, por ejemplo, pretenden comprar tres equipos de radar cada uno para cerrar la puerta a las narcoavionetas, como los medios locales han bautizado a las aeronaves cargadas de droga.
Mientras, los esfuerzos regionales se concentran en interceptar avionetas –con ayuda del gobierno de Estados Unidos- y en localizar pistas clandestinas.
Son muchas. Desde el año pasado, por ejemplo, Guatemala destruyó 50 pistas ilegales, mientras que en Honduras la Secretaría de la Defensa reconoció que existen al menos 200 sólo en la región cercana al Océano Atlántico.
Las zonas donde se han detectado aterrizajes de aeronaves con droga son, por ejemplo, La Mosquitia, en Honduras Petén, en Guatemala o la costa caribeña de Costa Rica.
FLAGELO Recientemente el gobierno de Venezuela anunció que había destruido un avión de bandera mexicana que ingresó irregularmente a su espacio aéreo.
El aparato derribado, dijo el presidente Nicolás Maduro, estaba a full de cocaína.
El mandatario advirtió que la misma medida se tomaría contra cualquiera que pretenda usar el espacio aéreo de su país para el narcotráfico.
Algo que las naciones vecinas pocas veces pueden hacer, reconocen especialistas como Matías Funes de Honduras. El país no puede combatir solo ese flagelo del narcotráfico, carece de suficientes recursos logísticos, dice.
PODER DE ACCIÓN LIMITADO Los carteles mexicanos y de Colombia aprovechan que algunos países de la región, como Honduras o Costa Rica, no tienen capacidad de controlar los vuelos ilícitos.
Por ejemplo, en Honduras, cuando un avión ingresa irregularmente a su espacio aéreo, los pilotos sólo pueden exigir a la aeronave irregular que aterrice y, si no lo hace, la acompañan hasta la frontera norte, cuando abandona el territorio.
A partir de ese momento la vigilancia de la aeronave se queda en los países vecinos, como El Salvador o Guatemala, y si el aparato no desciende la tarea final de su vigilancia corresponderá a México.
Así, para garantizar la seguridad de sus cielos las autoridades realizan operaciones terrestres, como la destrucción de pistas. Guatemala, por ejemplo, desplegó a varios batallones de soldados en Petén, una de las regiones donde más suelen aterrizar las narcoavionetas.
La viceministra antinarcóticos de ese país, Eunice Mendizábal, cree que la estrategia ha rendido frutos pues ahora los carteles envían sus embarques aéreos a Honduras, de donde se trasladan por vía terrestre hacia México.
Eso no significa que baje el tráfico, dice el portavoz del Ejército guatemalteco. La narcoactividad evoluciona en su estrategia. Ahora están entrando por mar, señala el coronel Escobedo.
LAS RAZONES Centroamérica ha sido una ruta tradicional para el tráfico de drogas, especialmente de cocaína elaborada por carteles de Colombia que establecieron alianzas con bandas locales para asegurar la custodia de sus cargamentos.
Grupos de Honduras o Guatemala, por ejemplo, solían encargarse del movimiento terrestre de cargamentos hacia el norte, además de custodiar el aterrizaje y descarga de aeronaves o el abastecimiento de lanchas rápidas y submarinos.
El escenario empezó a cambiar desde la década pasada, refieren especialistas como Alberto Islas, de la consultora Risk-Evaluation. Las organizaciones colombianas cedieron paulatinamente el espacio a carteles mexicanos como el de Sinaloa o Los Zetas, que mudaron a la región una parte de sus operaciones de narcotráfico.
Estos grupos se han apoderado de algunas de las principales rutas centroamericanas del tráfico de drogas, que se asientan en lo que se considera como la frontera sur de Norteamérica, añade el especialista Islas.
Para ellos es territorio seguro. Por eso las frecuentes imágenes de narcoavionetas que publican algunos medios locales.