En el último artículo de hace una semana decía, con cierto aire de haberlo superado todo, que ya no me importaban los resultados, que lo que contaba era el presente, lo que hacía yo, y todo ese discurso. Pero acabo de recibir una lección. Una lección que cambió toda mi perspectiva sobre quien soy y de dónde vengo.
Los resultados los recibí por internet y tan pronto vi el cuadro resumen, que comparto con ustedes aquí arriba, me quedé un rato mirándolo: soy 40% sangre india. Sangre de los primeros seres humanos que llegaron a este continente hace unos 20.000 años y que lo poblaron, según la ciencia, desde el norte hacia el sur.
Hasta ahí, un gran dato. Pero ¿me imaginaba que iba a ser ese porcentaje? No. No me lo imaginaba. Y ahora me doy cuenta que las historias de familia todavía seguían vigentes en algún lugar de mi mente y, tal parece, esperaban ser validadas con más fuerza. Y no fue así.
El otro gran componente de mi coctel genético son esas tres categorías que aparecen como: Mediterráneo, Noreuropeo y Sudoeste Asiático. Al ver esas etiquetas pensé joder, se me llenaron los cajones otra vez, ¡quiénes son estos ancestros! ¿Tenía por ahí un bisabuelo alemán o un tatarabuelo pakistaní?
La más confusa fue la última categoría: un 2% del Noreste asiático. Tengo una amiga que se había hecho una prueba similar, y le había aparecido una bisabuela china de la que en casa tampoco le habían hablado. ¿Ese era el caso aquí? ¿Más secretos después de creer que había hecho la tarea y dejado todo en claro?
LECTURA CIENTÍFICA Así que cuidado con los que se hagan estas pruebas. Leer los datos no es tan evidente como pareciera, y asegúrense de no meterse en líos al empezar a buscar ancestros secretos. Resulta que la relación no siempre es tan directa.
Hace un par de días hablé vía Skype desde Washington con Spencer Wells. Él es el científico que empezó este proyecto, que ya viene costando unos US$40 millones, con National Geographic en el 2005.
De no haber sido por esta conversación, hoy estaría tocando la puerta de cada familiar pidiendo explicaciones.
Ese 40% indígena, por ejemplo, es el resultado de todas las mezclas que hubo entre todos mis ancestros en los últimos 500 años. Un auténtico proceso de mestizaje. Pero hay más.
JUANITA, LA MOMIA El dato más significativo vino de mi lado materno. Sucede que desciendo de la momia Juanita, la momia mejor conservada en las Américas, y que fue sacrificada durante el imperio Inca (siglo XVI) en una de las montañas al sur del Perú.
Aunque para ser rigurosos, no desciendo directamente de ella (sí tenía muchas ganas de ponerlo de esa manera). Después de su descubrimiento en 1995, se le hicieron varias pruebas de ADN y el resultado es que ella y yo compartimos el mismo código genético. Algo bastante común entre la población indígena de América del Sur, me dijo Wells.
Lo más irónico de este dato es que la abuela que me crió, a quien describí como una señora blanca, de ojos azules, la encantadora pero racista abuela que me hablaba de blanquear la sangre, llevaba en la suya el código genético de Juanita.
Este es un punto interesante y corrobora los datos hallados por Peter Wade, de la Universidad de Manchester, en el Reino Unido, en poblaciones blancas de Colombia y Brasil. Para sorpresa de ellos también, sus códigos genéticos guardaban información con altos componentes indígenas.
EL COCTEL GENÉTICO Sobre las categorías de Mediterráneo, Noreuropeo y Sudoeste asiático, Wells refiere que en realidad las tres constituyen el perfil genético de los europeos en su conjunto (como pueden ver en los esquemas tipo que presentamos de los ibéricos y los británicos). En mi caso particular, esa información encaja con el origen de algunos de mis ancestros en ambos lados de mi familia.
Respecto al lado asiático, este geneticista y antropólogo estadounidense señala que si bien podría representar a un ancestro de esa región, lo más probable es que sea tu conexión a las poblaciones asiáticas que cruzaron el Estrecho de Bering y dieron origen a los indígenas americanos.
No obstante, la tecnología todavía no puede asegurarme que no tenga un ancestro chino, más cercano en el tiempo, que quedó oculto.
Si bien la publicidad de National Geographic señala que la información que te dan es una mezcla de tus orígenes de hace miles de años con las últimas seis generaciones, por ahora no es posible indicar con precisión cuál de esos datos es reciente y cuál antiguo.
COMPARANDO PORCENTAJES Mirando a los prototipos genéticos por regiones, mi información se parece más a la de un mexicano de Estados Unidos que a la misma población nativa de mi país.
Una explicación muy probable para esto es el grado de mezcla que hubo entre mis antepasados de ambos lados. Me alegra pensar que vengo de un linaje con gusto por probar un poco de todo.
En esta página mostramos otros esquemas genéticos alrededor del mundo. Otro aspecto que la ciencia permite asegurar es que no existen grupos humanos puros. Todos somos consecuencia de algún tipo de mestizaje producido en algún momento de nuestro recorrido por el planeta.
LA RUTA DEL SER HUMANO Lo fascinante, en todo caso, ha sido poder tomar conciencia de los grupos humanos de los que provengo desde que salieron de África, hace unos 60.000 años. Poder seguirles la ruta por el planeta hasta que llegaron a donde estoy hoy es una experiencia incomparable.
Si algo se vuelve a constatar con estas pruebas, es que todos descendemos del mismo hombre: un Adán negro, y de una misma Eva negra. No es que ellos hayan sido ni los primeros ni los únicos seres en esa época. Pero son los únicos cuya información genética sobrevivió hasta el presente.
Los descendientes de estos padres ancestrales dejaron África muy posiblemente por una catástrofe climática. Esa decisión, ese momento en que deciden emigrar en busca de mejores climas y pastos dio inicio al poblamiento del planeta Tierra.
En suma, lo que la genética nos muestra hoy es la gesta de la humanidad, aquella que quedó grabada en la memoria de nuestra piel. -
Un proyecto de la revista estadounidense National Geographic busca las rutas que siguieron nuestros ancestros desde que salieron de África hace 60.000 años, a través de muestras del ADN de voluntarios.
El periodista peruano Javier Lizarzaburu es uno de ellos y durante dos semanas nos contó su experiencia. ¡Muchas gracias a todos los que han sido parte de esta serie a través de su lectura y comentarios!