Una cola de ciudadanos espera pacientemente su turno ante una panadería en el pueblo sirio de Halfaya cuando, de repente, hay un estruendo y llega la destrucción: comienza el habitual baile de cifras sobre el número de muertos, que oscila entre 60 y 300.
Contar las víctimas en una zona bélica es complicado, y prueba de ello es la disparidad de guarismos que ofrecen las distintas organizaciones que se dedican a la difícil tarea de computar los muertos y heridos en Siria.
Es necesario para llevar algún día a los responsables de crímenes y de derechos humanos ante la Justicia, explica a Efe el portavoz del Centro de Documentación de las Violaciones en Siria (VDC), Basam al Ahmad.
La cifra de bajas desde el inicio del conflicto, a mediados de marzo de 2011, es de 79.137, 87.073, 100.000, 115.000 según diferentes grupos.
La más alta es la del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Londres y que día a día documenta la cruenta realidad de la guerra.
Nuestros números son más elevados porque nosotros registramos absolutamente todo con la máxima precisión posible, afirma rotundamente el director del Observatorio, Rami Abderrahman, en una conversación telefónica.
Para dar cuenta de los detalles del horror diario, el grupo recurre a unas 5.000 fuentes en el interior del país, que incluye a 230 activistas sobre el terreno.
Hospitales, cementerios y la información proporcionada por los medios oficiales y por el Ejército son otras fuentes que usa esta organización, que cruza los datos para contabilizar las víctimas civiles y las de rebeldes y tropas gubernamentales.
El VDC, por su parte, hace especial hincapié en identificar a las víctimas por sus nombres. Especialmente en las grandes masacres los números suelen ser muy altos, pero nosotros solo apuntamos las víctimas de las que dispongamos de sus nombres, indica Al Ahmad.
En caso de no tener posibilidad de identificar a los fallecidos, esta ONG acude entonces a material disponible en fotos, vídeos, noticias, y también de fuentes oficiales del régimen.
La organización, sin ánimo de lucro y fundada por la abogada siria Razan Zeituneh, galardonada con el Premio Sajárov 2011, tiene activistas repartidos en varias provincias, aunque se concentran en Damasco y en Deraa (sur), donde comenzaron las protestas contra Al Asad hace dos años y medio.
Ante la dispersión de cifras, la ONU encargó en 2012 al estadounidense Grupo de Análisis de Datos de Derechos Humanos que comparara los números de las distintas organizaciones, ya que el organismo internacional está más centrado en el suministro de ayuda humanitaria sobre el terreno.
Las cifras del Observatorio, VDC, Mártires Sirios y otras fuentes fueron cotejados para obtener los 93.000 fallecidos de los que informó el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU en junio pasado.
En declaraciones a Efe, un portavoz del alto comisionado precisó que cuando el secretario general de la ONU, Bank Ki-moon, anunció que los muertos superaban los 100.000 en agosto pasado se trató de una estimación basada en el informe publicado en junio.
El portavoz consideró que posiblemente el número será mucho mayor que 100.000, pero prefirieron apostar sobre seguro para no caer en errores, según los cálculos que hicieron.
Pese a la prudencia de la ONU, esta cifra supone ya más de la mitad de los muertos que se registraron en Irak desde la invasión de las tropas estadounidenses en 2003 hasta su retirada, en diciembre de 2011, con 162.000 bajas, según el recuento de Iraq Body Count.
Sea como fuere, Siria sigue desangrándose en una guerra en la que la ingrata tarea de contar a los difuntos es importante para que la verdad pueda prevalecer sobre la manipulación.