La cifra de muertos por el tifón Haiyan que azotó a Filipinas está más cerca de 2.000 o 2.500 personas, y no de la estimación previa de 10.000 fallecidos, dijo ayer el presidente Benigno Aquino.
Además, la esperada ayuda internacional está ya en marcha, pero su entrega y las tareas de rescate se vieron ayer dificultadas por una nueva tormenta en la zona devastada y que no se irá hasta el jueves.
ZORAIDA Los primeros indicios de Zoraida, como se ha llamado a la tormenta, alcanzaron a lo largo del día, con fuertes lluvias, la base de la ayuda erigida en la zona de emergencia en la ciudad de Tacloban, en la isla de Leyte, la más afectada por Haiyan.
En una entrevista con la cadena CNN, el presidente Aquino calificó de exagerada la estimación de 10.000 muertos dada por algunas autoridades.
“Esperamos poder contactarnos con unos 29 municipios en los que aún tenemos que establecer cifras, especialmente en lo referente a los desaparecidos, pero hasta el momento 2.000 o alrededor de 2.500 es el número con el que estamos trabajando en lo que se refiere a muertes”, afirmó Aquino.
Los suministros llegaron ayer a Tacloban a través de carreteras salpicadas de cadáveres sin recoger y montañas de escombros. Los servicios de rescate tratan de alcanzar otros pueblos aún aislados, lo que podría revelar el auténtico alcance de la devastación.
“Hay centenares de pueblos y localidades a lo largo de miles de kilómetros que estaban en el camino del tifón y con los que se han cortado las comunicaciones”, aseveró Natasha Reyes, coordinadora de Médicos Sin Fronteras.
“Hoy hemos estabilizado la situación. Ya no hay noticias de saqueos. El suministro de comida está llegando. Hasta 50.000 paquetes de alimentos llegan por día, y cada uno puede alimentar a una familia entre tres y cinco días”, dijo el secretario de Interior, Manuel Roxas.
TESTIMONIOS Los residentes contaban aterradores relatos de cómo fueron arrastrados por una crecida del agua en una ciudad poco preparada para el devastador poder de Haiyan.
Algunos, como Maribel Saraza, de 39 años, se quedaron para proteger sus propiedades. Ella narra que llevó a sus seis hijos a tierras altas antes del paso de Haiyan, pero regresó para proteger su casa, ubicada a corta distancia del mar.
La mujer acabó luchando contra una ola, que le llegó hasta el pecho, para llegar a un terreno más elevado, mientras el agua destrozaba su vivienda de cemento de dos pisos.
“Mi casa simplemente se disolvió en el agua”, contó Saraza, quien ahora lucha por alimentar a sus hijos.
El Gobierno solo le dio 2 kilos de arroz y una lata de sardinas, así que su marido se aventuró a buscar frutas al interior de la isla. Pero los árboles fueron arrancados por vientos de 314 kilómetros por hora y los campos de arroz fueron inundados por agua salada.