La Granjita es un refugio temporal en La Habana donde vive desde hace años un grupo de mujeres. Su situación ejemplifica el problema de vivienda, que el gobierno cubano reconoce por primera vez.
Nadie de Vivienda ha venido a saber cómo quedo la obra. En 10 años es la primera vez que los periodistas se ocupan de los albergados. Hace tres meses que terminaron la obra y todavía no tenemos agua. Todo ha sido cuento y mentiras. Vamos a vivir como sardinas.
Las albergadas de La Granjita son amas de casa, jubiladas, maestras, estudiantes, trabajadoras de la salud o traductoras de idiomas. Viven con sus familias en un antiguo hotel de parejas y se quejan de la escasa atención que reciben de la Dirección de la Vivienda.
Por primera vez desde el inicio de la Revolución, el gobierno cubano reconoció que el déficit nacional de viviendas es de 600.000 unidades, y anunció que construirá apartamentos para los albergados.
Nada más en La Habana este déficit se estima en 28.000 para todos los que han perdido sus casas y viven en locales provisionales. Lugares seguros, pero con lo mínimo.
En La Granjita ya empezaron las obras pero los beneficiarios se quejan de que los trabajos quedan mal hechos, hay robo de materiales, se construyen habitaciones sin ventilación, apartamentos sin conexión de agua y se filtran los techos cuando llueve.
UNA VIVIENDA ADECUADA A mí se me quemó la casa y nos quedamos en la calle, sobrevivimos gracias a los vecinos que nos dejaban cocinar y bañarnos, le dice Yoanka Penda a BBC Mundo. Y agrega fue muy duro porque yo tenía 13 años y era madre de un niño pequeño.
La vida fue difícil para ella, después del incendio levantó un rancho (vivienda precaria) de tablas y el huracán Michel me lo destruyó. Cuando su hijo se hizo un adolescente se pasó todo el preuniversitario sin salir de la beca (un internado preuniversitario) los fines de semana porque no tenía dónde ir.
Le dieron un cuarto de La Granjita hace 10 años y en junio le entregaron un apartamento de dos dormitorios pero todavía no tenemos agua, las puertas se están despegando, los techos se filtran, no tengo ventilación y dicen que es una vivienda adecuada.
Asegura la mujer a BBC Mundo que tenemos una brigada trabajando y nadie de la (Dirección de la) Vivienda viene a ver cómo van las obras. Por eso nunca quedan bien, las brigadas dejan los trabajos por la mitad y se desaparecen los materiales.
CUENTOS Y MENTIRAS María del Carmen Linares es la presidenta del Comité de Defensa de la Revolución local. Nos cuenta que en La Granjita viven unas 90 personas de 14 núcleos familiares. A pesar de su cargo se muestra irritada con las autoridades de Vivienda.
Aquí no hay agua, entra un chorrito, no tenemos cisterna ni tanques ni motor. La gente de Vivienda en cada reunión dice que va a arreglar el problema pero después todo sigue igual, nada se ha hecho, todo ha sido cuento y mentiras.
Con Vivienda acordamos que se construirían 14 apartamentos de uno, dos y tres cuartos pero ahora quieren hacer 17 de dos cuartos y nosotros creemos que si hay núcleos de ocho personas no se les puede dar sólo eso porque vamos a vivir como sardinas.
No hay a quién dirigirnos ni tenemos ningún control sobre los materiales de construcción, dice a BBC Mundo y agrega que nadie de Vivienda viene aquí para nada. La administradora estuvo julio y agosto de licencia y ahora en septiembre tiene vacaciones.
PAN Y AGUA CON AZÚCAR Jaqueline Marcos Oviedo es maestra y lleva ya tres años en el albergue, pero está sin la libreta de alimentos subvencionados porque cada vez que voy a ver a Juan Alberto Nachi nunca se encuentra y ningún jefe de Vivienda del Cerro sabe su paradero.
Todas las semanas dejo de dar clases para buscarlo porque necesito mi libreta para sacar los alimentos. Por eso a veces me toca desayunar un pan solo y agua con azúcar y agrega que cocino con una balita de gas que me prestan los vecinos o traigo la comida de la escuela para mis hijos.
Marieta Santana tiene 23 años y es graduada en la Universidad de inglés y francés. Para ella fue un trauma venir a un albergue dejando mi barrio, mis vecinos y mis amigos. Se queja porque la falta de transporte le impide salir, lo único que he aprendido aquí es a estar dentro de mi casa.
Ella cree que La Granjita podría mejorar, pero no sólo ampliando los apartamentos, es necesario asfaltar porque esto está lleno de hierbas que sólo trae ranas, ratas, mosquitos y cucarachas. Cuando llueve se convierte en un pantano y no hay quién entre.
ES UN DESORDEN Dulce María Pérez es una jubilada que trabajó 34 años como proyectista, ahora lleva 10 en el albergue, sin esperanzas de recibir un apartamento porque cambiaron el proyecto, ya no está previsto hacerlos de un cuarto y ella es una mujer sola.
Nos explica que esto no avanza porque se construye y luego se destruye lo hecho por falta de planificación. Lo primero sería hacer un buen proyecto pero aquí empezaron la construcción sin una idea general para los albañales, para la luz o para el agua.
Lo que hacen es un desorden pero no me preocupa porque yo he podido vivir aquí sin fregadero, sin lavadero, sin lavamanos, fregando y botando el agua para la calle. Yo estoy infartada dos veces desde que llegué aquí y no voy a coger más lucha.
En La Granjita están felices de que al fin la prensa cubana se acuerde de ellos.
Lo bueno que tiene esto es lo mal que se está poniendo; hasta que las cosas no revientan no se hace nada, dice Dulce María Pérez.