El presidente Donald Trump se enfrentaba a un éxodo de personal y a cada vez más llamados para su destitución el jueves, un día después de que una turba de sus partidarios asaltó el Congreso en un angustioso ataque a la democracia estadounidense.
A Trump le quedan 13 días en la Casa Blanca ahora que el Congreso ha certificado formalmente la victoria del demócrata Joe Biden. Pero miembros de su gabinete y aliados del presidente han discutido la posibilidad de invocar la Constitución de Estados Unidos para destituirlo antes de esa fecha, según una fuente conocedora de la situación.
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La secretaria de Transporte, Elaine Chao, anunció este jueves que dejaré el cargo. Ya el miércoles habían renunciado el asesor adjunto de seguridad nacional Matt Pottinger y la portavoz de la primera dama Melania Trump, Stephanie Grisham.
Mientras, otros asesores de la Casa Blanca dijeron que renunciarían, incluyendo al enviado para Irlanda del Norte Mick Mulvaney y el principal asesor sobre Rusia, Ryan Tully. Se esperan más salidas pronto.
Facebook, una plataforma clave para Trump, anunció que prohibiría las publicaciones del mandatario hasta que asuma Biden.
El líder demócrata del Senado Chuck Schumer pidió al vicepresidente Mike Pence que destituya a Trump bajo la vigésimo quinta enmienda de la Constitución, que permite a los miembros del gabinete destituir a un presidente que está incapacitado. Al menos un republicano y 19 demócratas de la Cámara también pidieron lo mismo.
Pero una fuente familiarizada con la situación dijo que era improbable que el esfuerzo se lleve a cabo, y la mayoría de los republicanos del Congreso han mostrado poco interés en presionar al gabinete para que actúe.
“Creo que tenemos que aguantar la respiración durante los próximos 20 días”, dijo el senador Mitt Romney a periodistas a última hora del miércoles.
La senadora demócrata Amy Klobuchar afirmó que el gabinete de Trump debería estar listo para tomar medidas, ya que el presidente podría causar más problemas en sus últimas semanas en el cargo.
“Más vale que estén listos para hacerlo si continúa porque no se puede tener un presidente que básicamente lidere una insurrección contra el gobierno de nuestro propio país”, dijo en la CBS.
Trump prometió una “transición ordenada” en una declaración matutina, en parte para evitar que más personal se vaya, pero ha seguido repitiendo que le robaron las elecciones.
Trump tampoco ha condenado la violencia que ocurrió después de que alentó a sus partidarios a marchar al Capitolio, a pesar de las súplicas de los altos cargos de su gobierno.
“Imploro al presidente y a todos los funcionarios electos que condenen enérgicamente la violencia que tuvo lugar ayer”, dijo el secretario de Seguridad Interior en funciones, Chad Wolf.
Se estaba instalando una nueva valla alrededor del Capitolio antes de la juramentación de Biden.
El asalto al Capitolio fue la culminación de meses de retórica incendiaria tras la elección del 3 de noviembre, con Trump realizando repetidamente afirmaciones infundadas de que el voto fue amañado e instando a sus partidarios a ayudarle a revertir su derrota.
Los alborotadores rompieron ventanas y asediaron la Cámara de Representantes mientras los legisladores estaban dentro, golpeando sus puertas. Los oficiales de seguridad apilaron muebles contra la puerta de la cámara y sacaron sus pistolas antes de ayudar a los legisladores y a otros funcionarios a escapar.
El FBI pidió al público información sobre las personas involucradas en el caos, en el que murieron cuatro personas.
Al certificar la victoria de Biden, aliados de Trump, como el vicepresidente Mike Pence y el líder republicano del Senado Mitch McConnell rechazaron las peticiones de intervención de Trump.
La conmoción del asalto pareció suavizar la determinación de algunos republicanos que habían apoyado los esfuerzos de Trump. Varios senadores republicanos que habían dicho que pondrían objeciones al recuento de votos electorales cambiaron de opinión cuando volvieron a la cámara.
“Todo lo que puedo decir es que no cuenten conmigo. Ya es suficiente”, dijo el senador Lindsey Graham, uno de los aliados más firmes de Trump en el Congreso, en la sala del Senado.
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