El 26 de junio de 1931, el psicólogo Winthrop Niles Kellogg comenzó un experimento que dio un giro que ni él ni su esposa, Luella, se imaginaron.
Tras preguntarse sobre “¿qué nos separa a los humanos de los animales?”, este profesor de la Universidad de Indiana decidió criar a su propio hijo en compañía de un mono, que sería tratado como parte de la familia.
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El objetivo de aquel experimento era analizar si los instintos naturales del primate eran más dominantes o recesivos respecto al ambiente en donde sería criado. Así, se esperaba que comenzara a desarrollar un comportamiento más cercano al de un niño humano.
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Según registros escritos por Kellogg en su obra ‘El niño y el mono’, el psicólogo ideó ese modelo de experimento luego de dar por inviable la opción de dejar a un bebé solo en la naturaleza, para analizar su comportamiento al ser ‘criado’ por animales.
La llegada de un nuevo miembro a la familia
Ese 26 de junio, Gua, una chimpancé de entonces siete meses y medio llegó a la casa de los Kellogg. La primate fue presentada al pequeño Donald, quien tenía diez meses, como su hermana.
Los parámetros del experimento eran claros. Donald y Gua serían tratados de la misma manera, vestidos igual, se les enseñarían a adquirir las mismas habilidades.
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Durante los nueve meses siguientes del experimento a ambos bebés se les midió la presión arterial, el tamaño del cuerpo, la fuerza, la destreza, la locomoción, los reflejos, la vocalización y la memoria.
En las grabaciones encontradas también se ve cómo los ‘hermanos’ son expuestos a ruidos fuertes para analizar su reacción, cómo los alimentaban a ambos con una cuchara e, incluso, son sometidos a pequeñas dosis de dolor.
Una chimpancé con una gran destreza
Según se informó en el texto anteriormente mencionado, el comportamiento de Gua fue excepcional. Era capaz de seguir órdenes mejor que su ‘hermano’, aprendió a ir sola al baño y a comer con cubiertos.
La pequeña chimpancé desarrolló habilidades humanas, incluso daba besos y pedía perdón. Sin darse cuenta, Gua se había convertido en la líder, que comenzó a enseñarle habilidades típicas de un mono a Donald.
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A pesar de su talento, Gua no aprendió a pronunciar el lenguaje humano. Los científicos señalaron que “había llegado a su límite intelectual”.
Convirtiendo a su hijo en un hombre-mono
Por su parte, el pequeño Donald, quien había sido eclipsado por las habilidades de Gua, comenzó a imitar a su ‘hermana mono’.
Los padres se alarmaron cuando el niño comenzó a imitar el lenguaje del chimpancé. Los registros señalan que el niño jadeaba para pedir algo. También gruñía y mordía a los demás. El pequeño imitaba con más frecuencia los comportamientos del chimpancé.
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El desarrollo lingüístico normal en un niño de esa edad no estaba en Donald, quien podía pronunciar apenas tres palabras, mientras que niños de su edad pronunciaban unas 50.
El final del ‘retorcido’ experimento
En un principio, se había planeado que Donald y Gua fueran criados juntos durante cinco años. Sin embargo, el experimento se detuvo tan solo nueve meses después de haber comenzado.
Por una parte, la empresa estadounidense de medios ‘OZY’, señala que los padres se preocuparon al ver que el desarrollo de su hijo se limitaba. Por otro lado, se dice que tan solo estaban ‘agotados’ por el experimento y la doble crianza.
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La pequeña Gua fue devuelta a Orange Park, donde habitaban su madre y otros monos en cautiverio. Sin embargo, no se adaptó a la manada y falleció un año después, según los informes.
Kellogg publicó su investigación y recibió duras críticas, no solo por haber aplicado un ‘experimento cruel’ a ambos bebés, sino por haber convertido a su hijo en un mono, según señala el blog ‘Gizmodo’.
Por su parte, el pequeño Donald Kellogg logró desarrollarse como un niño común, estudió medicina y se especializó en psiquiatría. Sin embargo, los informes indican que se suicidó a los 43 años, en 1973.
Hay quienes relacionan este suceso con la experiencia de su infancia, pero no hay informes que indiquen que esa fue la razón de su determinación.
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