Pase lo que pase en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre en Estados Unidos, el impacto de Donald Trump se continuará sintiendo en este país por décadas.
Incluso si pierde, el mandatario ya ha dejado, para bien o para mal, una impronta profunda y duradera en la cultura política del país y también en sus instituciones.
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Pues, a través del nombramiento de cientos de jueces vitalicios en los casi cuatro años que lleva en la Casa Blanca, Trump ha asegurado un sesgo conservador en la rama judicial quemuy posiblemente se mantendrá por décadas, sin importar cuántas veces en los próximos años ganen los demócratas la presidencia o el control del Congreso.
La muerte, el pasado viernes 18 de septiembre, de la magistrada de la Corte Suprema Ruth Bader Ginsburg, y la nominación por parte de Trump de la conservadora Amy Coney Barrett para sustituirla subraya la relevancia de su revolución judicial.
Si el Senado da luz verde a su propuesta, el de Barrett será el tercer nombramiento para la Corte Suprema durante su mandato.
Y al reemplazar a la muy liberal Ginsburg por una jueza conservadora, transformará el equilibrio de poder en el tribunal, estableciendo una mayoría absoluta de seis conservadores contra tres liberales, lo que consolidaría el bloque derechista en la Corte.
Pero independientemente de lo que pase con esto, Trump ya ha cambiado la naturaleza del sistema judicial del país, para angustia de unos y celebración de otros.
Avalancha de nombramientos
Tal vez la promesa electoral que Trump ha cumplido más fielmente es la de llevar muchos conservadores a los tribunales.
No son pocos los republicanos que dicen desconfiar de algunos aspectos del gobierno de Trump, pero que insisten en su adhesión al exmagnate, justificándola por cuenta del número de jueces derechistas que han sido instalados en su mandato.
La administración de Trump ha sido una verdadera máquina de transformación de las cortes.
Contó para ello con la conjunción de una serie de circunstancias al llegar a la Casa Blanca en enero de 2017.
Muchos jueces federales nombrados décadas antes estaban en el proceso de retirarse.
El Senado, controlado por los republicanos, se había rehusado a confirmar a muchos de los nominados por el anterior mandatario, Barack Obama. Y en cambio, esa misma legislatura le ofreció a Trump celeridad absoluta para llenar las vacantes con los escogidos por su gobierno.
El presidente no desaprovechó la oportunidad.
A septiembre de 2020, Donald Trump había nombrado 2 magistrados de la Corte Suprema (más la nominación de Barrett) y 214 jueces federales, todos ellos con periodo vitalicio.
El presidente ha nombrado casi uno de cada cuatro jueces federales activos que hay hoy en el país, asegura un informe del centro de investigación estadounidense Pew Research Center publicado en julio.
En los últimos cuarenta años ningún otro mandatario había nombrado tantos jueces en su primer periodo presidencial, indica ese informe.
A modo de comparación, Barack Obama designó 152, y George W. Bush consiguió llenar 197 vacantes en ese mismo punto en su mandato, especifica el documento del centro Pew.
El último que le ganó a Trump en este aspecto fue el expresidente demócrata Jimmy Carter, quien entre enero de 1977 y diciembre de 1980 nombró a 262 jueces federales.
De modo que la de Trump es la sacudida más fuerte que se le da en cuatro décadas a la rama judicial estadounidense.
Talante conservador
Jimmy Carter llegó a la presidencia en las primeras elecciones después del escándalo de Watergate que le costó la presidencia al conservador Richard Nixon.
No es de sorprender que Carter llevara muchos jueces de tendencia liberal a sus cargos. Trump va decididamente en la dirección contraria.
Sus nombramientos tanto a la Corte Suprema como a los demás tribunales federales son de corte estrictamente conservador.
Con el añadido ingrediente de que en su mayoría son comparativamente jóvenes, lo que aumentará el impacto en el tiempo de sus nombramientos vitalicios.
Un reporte publicado en enero de 2020 por el Instituto Brookings, otro centro de investigación en la capital estadounidense, mostraba que los jueces de las cortes federales de apelación nombrados por Trump hasta ese momento tenían en promedio 48,2 años de edad, frente a 57 para los de Barack Obama y 54 para los de Jimmy Carter.
Una agenda para largo plazo
Lo que esto quiere decir es que en el futuro, un gobernante demócrata, incluso si tiene el control del Congreso, podría ver truncada su agenda de gobierno por cortes dominadas por republicanos.
Por ejemplo, esos jueces nombrados hoy por Trump podrían mañana objetar las leyes propuestas por un presidente demócrata y aprobadas por un Congreso de ese mismo partido, alegando la inconstitucionalidad de tales medidas.
Esta fue una queja, por cierto, que por muchos años esgrimieron los conservadores, cuando entre las décadas de 1950 a 1970 las altas cortes estadounidenses eran frecuentemente acusadas de tener un sesgo liberal.
En esos años, incluso durante gobiernos conservadores, los tribunales tomaron medidas liberales como ordenar en 1954 el final de la segregación racial formal en las escuelas, mediante un fallo judicial ocurrido durante la presidencia de Dwight Eisenhower; o establecer en 1973, bajo el mandato de Richard Nixon, la legalización del aborto.
Ahora muchos ven venir una contra-revolución judicial de derecha.
“Esto no sorprende dada la lamentable agenda que Trump y el líder republicano del Senado, Mitch McConell están implementando a través de las cortes. Están creando una rama judicial que niega la justicia igualitaria y retrocede en el significativo progreso que hemos logrado en cuanto a los derechos civiles y los derechos humanos”.
Eso le dice a BBC Mundo Lena Zwarensteyn, directora de la Campaña por los Tribunales Justos, una iniciativa de la Conferencia de Liderazgo sobre los Derechos Civiles y Humanos (The Leadership Conference on Civil and Human Rights), una organización no gubernamental de activismo por los derechos civiles, basada en Washington.
“Han tenido que valerse de un grupo pequeño de abogados que creen que seguirán su estrategia de limitar el derecho al voto, revocar el acceso a la salud, restringir derechos reproductivos y más,” insiste Zwarensteyn, en referencia al gobierno de Trump y sus nombramientos de magistrados.
A lo que seguramente responderían los republicanos alegando que la intención de los fundadores del país era precisamente la de establecer una rama judicial fuerte e independiente, capaz de hacer de contrapeso al presidente y al Congreso, sin importar de qué partido fuesen ellos.
Y que así como los demócratas tuvieron por décadas una “corte activista” que impulsó medidas progresistas incluso durante gobiernos conservadores, ahora los republicanos tienen la oportunidad de extender por décadas unas cortes que respondan a los instintos conservadores de quienes ganaron las elecciones en 2016.
Diversidad en los nombramientos
Otra queja que los críticos liberales dirigen hacia los nombramientos judiciales de Trump tiene que ver con lo que ellos califican de falta de diversidad racial y de género en las cortes.
“Es vergonzoso e inaceptable que Donald Trump haya nombrado -y el Senado confirmado- al grupo menos diverso de nominados judiciales en décadas. Cerca de 90 por ciento son blancos, y casi 80 por ciento son hombres. De sus 53 jueces del circuito, ninguno es negro, y solo una es latina”, le explica Zwarenstein a BBC Mundo.
“El impacto acumulativo de todo esto va a durar por décadas, y es devastador porque nuestros jueces deberían reflejar la increíble diversidad de nuestro país y concretar la promesa de justicia para todos”, asegura.
Nuevamente, los republicanos se defienden e insisten en que los nombramientos de Trump son más diversos que lo que los demócratas alegan.
Por ejemplo, en una lista de potenciales candidatos a la Corte Suprema en un eventual segundo mandato del presidente, difundida por la campaña de Trump el pasado 9 de septiembre, aparece el juez federal James Ho, de ancestro taiwanés, junto a los hispanos Ted Cruz y Carlos Muñiz.
Comentaristas conservadores insisten en que Trump ha seguido un proceso ejemplar para la renovación de las cortes.
En un tuit del 30 de julio pasado, Carrie Severino, directora de Judicial Crisis Network, una ONG conservadora basada en la capital estadounidense y especializada en el seguimiento a los nombramientos judiciales, decía que el mandatario “ha insistido en un proceso (de selección de jueces) que es más transparente que cualquier otro en la historia”.
De lo que pocos dudan es que, si Trump obtiene la reelección en 2020, su revolución judicial se profundizará.
Llegarán muchos más nombramientos conservadores a las cortes, y con ellos más fallos que reflejen la ideología republicana, para rabia de por lo menos la mitad de este país dividido y polarizado como pocas veces en su historia.
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