Alexei Navalny fue el líder de la oposición más importante de Rusia durante la última década.
Su muerte, anunciada este viernes por las autoridades de la prisión donde se encontraba desde fines del año pasado, dentro del Círculo Polar Ártico, significa el fin de una lucha tanto política como personal contra el presidente Vladimir Putin.
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Una lucha que lo llevó de tener millones de seguidores tanto en redes sociales como en las calles rusas a diversas condenas en prisiones del país, además de varios atentados en contra de su vida.
Navalny acusó a Putin de “chuparle la sangre a Rusia” a través de un “estado feudal” que concentra el poder en el Kremlin.
El partido del presidente, Rusia Unida, era para el opositor una cueva de “criminales y ladrones”.
Ambos hombres nunca se enfrentaron en la urnas.
El líder opositor lo intentó en 2018, pero su candidatura fue vetada después de que un tribunal ruso le condenara por malversación de fondos.
Navalny siempre negó dichas acusaciones, y aseguró que sus disputas legales eran represalias del Kremlin por sus críticas.
Había nacido el 4 de junio de 1976 en Butyn, en la región de Moscú donde se graduó en Derecho en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos en 1998.
Deja una esposa y dos hijos.
La batalla de Navalny contra Putin se volvió intensamente personal cuando el opositor acusó al mandatario de haber ordenado a agentes del Estado que le envenenaran, un atentado que casi le cuesta la vida en agosto de 2020.
Navalny colapsó durante un vuelo sobre Siberia y fue llevado de emergencia a un hospital en Omsk, en el centro del país.
Luego cayó en coma, y una organización humanitaria con sede en Alemania persuadió a funcionarios rusos para que le permitieran trasladarle a Berlín y tratarle.
Días después, el 2 de septiembre, el gobierno alemán reveló que las pruebas realizadas mostraban “signos inequívocos” de envenenamiento por agente nervioso Novichok.
Se trata del mismo químico por el que casi mueren el exespía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia en Inglaterra en marzo de 2018.
El Kremlin negó cualquier rol en el ataque sufrido por Navalny, al que Putin siempre evitaba nombrar en público.
Pero el mandatario sí admitió que el Estado ha mantenido bajo vigilancia al opositor, alegando vínculos con espías estadounidenses.
A pesar de las negativas oficiales, el grupo de investigación periodístico Bellingcat publicó que el Servicio Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en inglés) sí ha perseguido a Navalny.
De hecho, Bellingcat nombró a los agentes que sospechaba que habían envenenado al político ruso.
En una ocasión, Navalny se hizo pasar por un alto funcionario de seguridad ruso por teléfono y grabó la confesión de uno de esos agentes.
La Unión Europea impuso sanciones a seis altos funcionarios rusos y a un centro de investigación de armas químicas de Rusia, acusándolos de participación directa en el envenenamiento de Navalny.
Aquel atentado no fue el único sufrido por el opositor.
En 2019 se le diagnosticó “dermatitis de contacto” mientras estaba en la cárcel, y su médico indicó que podría haber estado expuesto a “algún agente tóxico”.
También ha sido atacado dos veces con un tinte verde antiséptico conocido como “zelyonka” y sufrió quemaduras químicas en un ojo.
Navalny llevaba varios años siendo un obstáculo para el Kremlin, pero en ese tiempo también acumuló críticas de otros grupos opositores que le acusaban de nacionalista.
En 2014, cuando le preguntaron en una estación de radio sobre la anexión de la península de Crimea en Ucrania, dijo que aunque Crimea había sido “apoderada” violando el derecho internacional, “la realidad es que Crimea es ahora parte de Rusia. Crimea es nuestra”.
Su ascenso como fuerza en la política rusa comenzó en 2008, al denunciar en su blog las malas prácticas y la corrupción en algunas de las grandes corporaciones controladas por el Estado en Rusia.
Una de sus tácticas fue convertirse en accionista minoritario de las principales compañías petroleras, bancos y ministerios, y hacer preguntas incómodas sobre irregularidades en las finanzas estatales.
En redes sociales, sus seguidores eran predominantemente jóvenes y se dirigía a ellos con un lenguaje agudo y contundente, burlándose del establishment leal al presidente Putin.
Antes de las elecciones parlamentarias de 2011, en las que no se presentó como candidato, instó a los lectores de su blog a votar por cualquier partido excepto Rusia Unida -el de Putin-, al que apodó el “partido de los criminales y ladrones”, una frase que se popularizó.
Rusia Unida ganó las elecciones, pero con una mayoría muy reducida, y su victoria se vio empañada por acusaciones generalizadas de manipulación de votos que provocaron protestas en Moscú y otras ciudades importantes.
Navalny fue arrestado y encarcelado durante 15 días después de la primera protesta, el 5 de diciembre de 2011, pero salió a tiempo para hablar en la mayor de las manifestaciones postelectorales en Moscú, el 24 de diciembre de ese año.
Se calcula que a la misma asistieron unas 120.000 personas.
Putin, sin embargo, fue fácilmente reelegido. Y el poderoso Comité de Investigación de Rusia lanzó investigaciones criminales sobre las actividades previas de Navalny, cuestionando incluso sus credenciales de abogado.
Cuando fue encarcelado brevemente en julio de 2013 por malversación de fondos, la condena de cinco años fue ampliamente considerada como una decisión política.
Y, contra todo pronóstico, se le permitió salir de la cárcel para participar en las elecciones a la alcaldía de Moscú, en las que quedó segundo con el 27% de los votos, detrás del aliado de Putin, Sergéi Sobyanin.
El resultado, sin embargo, se consideró un gran éxito, ya que Navalny no tenía acceso a la televisión estatal: dependía solo de internet y del boca a boca.
Su primera condena fue revocada después por el Tribunal Supremo de Rusia, luego de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos determinara que no había tenido una audiencia imparcial en su primer juicio.
Posteriormente, en un nuevo proceso judicial en 2017, fue condenado por segunda vez y recibió una sentencia suspendida de cinco años.
Navalny volvió a calificar el juicio de farsa y aseguró que solo trataban de excluirlo de las elecciones de 2018.
En una ocasión, Navalny dijo a la BBC que lo mejor que podían hacer los estados occidentales por la justicia de Rusia era tomar medidas enérgicas contra el “dinero sucio”.
“Quiero que se prohíba la entrada a estos países y se les rechacen visas a la gente involucrada en la corrupción y persecución de los activistas”, dijo.
Cuando Navalny fue encarcelado en 2013, le dijo al juez que pelearía con sus compañeros “para destruir el estado feudal que se está construyendo en Rusia, destruir el sistema de gobierno donde el 83% de la riqueza nacional es propiedad de un 0,5% de la población''.
Navalny ha participado en eventos ultranacionalistas, lo que ha causado preocupación entre el sector liberal ruso. Los nacionalistas rusos también desconfiaban de sus vínculos con Estados Unidos después de pasar un semestre en Yale en 2010.
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