Cuando se revisan los documentos que las fuerzas estadounidenses incautaron al régimen de Saddam Hussein tras invadir Iraq en el 2003, llaman la atención sus ostensibles errores de cálculo. De un lado, subestimó la probabilidad de que Estados Unidos invadiera su país. De otro lado, sobrestimó la resistencia que sus fuerzas ofrecerían en la eventualidad de que se produzca esa invasión (al punto de que no creía que esta habría de conducir al derrocamiento de su régimen).
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A su vez, esos errores de cálculo no parecían explicarse porque Hussein fuese irracional (en un sentido instrumental, un actor es irracional cuando no es capaz de emplear los medios a su disposición de modo eficiente para conseguir sus fines): antes bien, esos errores parecían derivar del hecho de que la información en que basó sus decisiones estaba equivocada. Y las investigaciones en ciencia política sugieren que esa información no estaba equivocada por razones aleatorias, sino porque quienes la recopilaron y procesaron tenían incentivos para ocultar la verdad.
Investigaciones recientes en ciencia política sugieren que, en promedio, los regímenes democráticos son más eficientes para obtener y procesar información fidedigna que los regímenes autoritarios. Por ejemplo, porque existen en ellos una oposición o una prensa independiente que pueden desnudar los yerros de la perspectiva oficial, e incluso pueden hacerlo los propios políticos oficialistas o funcionarios públicos sin temor a ser reprimidos por ello. El punto no es que los gobiernos democráticos no cometan también errores graves en el proceso de recopilar y procesar información, sino recuerde el caso de las armas de destrucción masiva que sirvieron de pretexto para invadir Iraq, y que jamás existieron. El punto es que ese es un problema aún mayor bajo gobiernos autoritarios.
A su vez, no todos los gobiernos autoritarios tienen los mismos problemas al recopilar y procesar información: los autoritarismos institucionalizados bajo conducción civil tienen esos problemas en menor proporción que otras formas de autoritarismo. Según esas investigaciones, los regímenes más proclives a tomar decisiones con base en información equivocada son los autoritarismos personalizados. Por ejemplo, en la Unión Soviética, Nikita Jrushchov gobernaba como parte de una dirección colegiada del Partido Comunista. Sus colegas no solo podían criticarlo: pudieron incluso destituirlo de sus cargos en el partido y el Estado. Compare eso con la imagen del jefe de inteligencia exterior ruso, Sergey Naryshkin, balbuceando incoherencias al ser confrontado por Vladimir Putin: en un autoritarismo personalizado, la única forma de acceder al Gobierno es a través del favor del gobernante. Y decirle verdades incómodas suele ser la forma más segura de perder ese favor.
Según la información recopilada por autores como Jessica Weeks, los autoritarismos personalizados son más proclives a iniciar guerras y suelen tener un peor desempeño militar en el transcurso de las mismas. Y, como es de suponer, el gobernante no suele asumir la responsabilidad por las consecuencias de sus decisiones: según un artículo de “The New York Times”, Putin puso bajo arresto domiciliario a dos funcionarios de alto rango de sus servicios de inteligencia por proveer información equivocada antes de la invasión de Ucrania. Según una fuente consultada para el artículo, “le dijeron a Putin lo que quería oír” sobre cómo habría de evolucionar la guerra.
Según la información de Weeks, solo un 12,5% de los líderes bajo autoritarismos personalizados perdieron el cargo durante los dos años que siguieron a una derrota en guerra. Y tienden a gobernar hasta su muerte o hasta ser derrocados. Según un artículo reciente de Ben Judah, sin embargo, Rusia y Turquía son los únicos casos entre los autoritarismos relativamente prósperos en los cuales existía una experiencia democrática previa, así como organizaciones sociales autónomas. Lo cual (es una mera hipótesis), podría implicar que se produzca un grado de resistencia mayor de lo esperado cuando se hagan evidentes los costos de la invasión a Ucrania.
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