La destrucción de la represa hidroeléctrica de Kajovka, de la que se acusan mutuamente Moscú y Kiev, sumergirá las líneas defensivas rusas en esta parte del río Dnipro, pero sobre todo dificultará una posible contraofensiva ucraniana en la zona.
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A través de un largo canal, la represa abastece de agua la península de Crimea, anexionada en 2014 por Moscú, que podría encontrarse así con importantes problemas de suministro.
Pero numerosos observadores occidentales se inclinan por el escenario de un sabotaje ruso, pensado para castigar a Kiev a corto plazo, justo cuando el ejército ucraniano se dispone a lanzar una ofensiva para tratar de recuperar los territorios ocupados en el sur del país.
Esa es también la tesis del gobierno de Ucrania, que acusó a Rusia de haber volado la represa para “frenar” sus operaciones.
A nivel militar, la subida del agua en la región sureña de Kherson se lo pondrá difícil a las fuerzas ucranianas si quieren cruzar el río Dnipro desde la margen derecha en una operación anfibia, y dirigirse hacia Crimea.
“Rusia sería el culpable lógico, porque al provocar una inundación a partir de Nova Kajovka, le complica el cruce a los ucranianos, gana tiempo y puede focalizarse en otros puntos del frente”, extendido a lo largo de mil kilómetros, explicó en Twitter el historiador británico Sergey Radchencko, profesor en la Johns Hopkins School of Advanced International Studies.
“No veo prácticamente nada ni de cerca ni de lejos que beneficie a Ucrania. Es una infraestructura destruida más, una nueva herramienta de producción eléctrica arrasada, más sufrimiento para los civiles ucranianos, y una limitación de las opciones ofensivas y logísticas ucranianas”, abunda Stéphane Audrand, consultor francés independiente.
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La inundación como arma de guerra
Desde octubre, el peligro planeaba sobre esta instalación estratégica, situada en las zonas de la región de Kherson ocupadas por Rusia. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, acusó entonces a Moscú de haber colocado minas en la represa, una de las más grandes del país. “Mentira”, replicaron las autoridades rusas de ocupación.
Una destrucción de este tipo, susceptible de perjudicar considerablemente a la población civil, se considera desde 1949 un crimen de guerra, en virtud del protocolo adicional de las Convenciones de Ginebra.
“Las represas, los diques y las centrales nucleares de producción de energía eléctrica no serán objeto de ataques, aunque constituyan objetivos militares, cuando tales ataques sean susceptibles de liberar esas fuerzas y en consecuencia causar pérdidas severas entre la población civil”, establece el artículo 56.
La historia contemporánea cuenta con varios ejemplos de destrucción de represas en Europa como parte de la estrategia militar del momento.
En 1941, los soviéticos minaron la gigantesca represa ucraniana de Zaporiyia para ralentizar el avance de las tropas nazis.
Y en mayo de 1943, la aviación británica bombardeó represas hidráulicas alemanas en la cuenca del Ruhr, el corazón industrial del país.
La operación, efectuada por los aparatos del escuadrón 617 de la RAF, rompió dos de las tres represas y dañó la tercera. El episodio fue inmortalizado en la película “The Dam Busters” (1955), conocida en español como “Misión de valientes” y “Los destructores de diques”.
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