Para la década de 1990, Gloucester era una ciudad apacible, aparentemente común y sosegada del suroeste de Inglaterra. Ubicada cerca a la frontera de Gales, a unos 32 kilómetros al noroeste de Bristol, era un territorio conocido por sus extraordinarios paisajes, sus coloridas colinas y por ser uno de los guardianes de la corriente natural de agua más larga de Gran Bretaña, el río Severn.
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Fred West y su esposa Rosemary serían la prueba viviente de que hasta los lugares más prometedores esconden oscuros y macabros secretos. La pareja, que residía en una finca de Cromwell Street, en la capital del condado de Gloucestershire, demostró que hasta los más indefensos pueden llegar a convertirse en asesinos despiadados.
No solamente se les atribuyen la tortura, violación y asesinato de una docena de mujeres, sino que también son recordados por las repetidas ocasiones en las que lograron burlar al sistema judicial británico. Para este punto, hay quienes se preguntan, ¿cómo llegó un aldeano semianalfabeto y su esposa a protagonizar uno de los capítulos más aterradores de la historia de Gloucester?
¿Quién era Fred West?
Fred West nació el 29 de septiembre de 1941 en el seno de una familia de granjeros en Much Marcle, Herefordshire. Fue el segundo de seis hijos y su infancia, según declaró, estuvo caracterizada por constantes agresiones sexuales por parte de su padre hacia sus hermanas e incluso de su madre hacia él.
Cansado de la vida rural y de su contexto familiar, al cumplir quince años huyó de su casa hacia Hereford, en donde pasó un mes sin bañarse y en condiciones desfavorables. Fue allí cuando tomó la decisión de volver a su hogar, en el que lo esperaban un padre alcohólico y una madre que constantemente entablaba relaciones incestuosas, principalmente, con él.
No fue hasta que West tuvo 20 años que uno de sus verdaderos rostros fue finalmente revelado. Acusado de violar a su hermana de 13 años, todo el peso de la ley parecía cernirse sobre él; no obstante, luego de negar incansablemente su culpabilidad, el caso fue suspendido por falta de pruebas.
Tras su primer acercamiento con la justicia, West se dedicó a recorrer distintas ciudades de Gloucestershire y en 1962 se casó con Rena Costello, una de sus antiguas novias.
El surgimiento de un nuevo capítulo en su historia de amor dio como resultado el nacimiento de su primera hija, Anne Marie, y la adopción de otra, Charmaine Carol, quien apenas estaba en proceso de gestación cuando su madre y Fred decidieron embarcarse en un nuevo amorío.
El inicio de su carrera criminal
De acuerdo con un reportaje publicado por ‘El País’, de España, para 1967, su matrimonio con Rena no se encontraba en su mejor momento. No obstante, el inicio de su carrera como uno de los peores asesinos en serie de Inglaterra iba viento en popa. Luego de comenzar una aventura con una joven llamada Mary Ann, las consecuencias no tardaron en llegar: un embarazo no deseado anunciaba el futuro de lo que sería su primer crimen.
Ante la noticia inesperada de la llegada de un nuevo hijo, Fred decidió matar a la mujer y enterrar sus restos en un prado cerca de Much Marcle. Mientras su relación con Costello se mantenía en constantes ires y venires, en 1969 uno de los protagonistas de esta siniestra historia de terror conoció a la que sería su futura compañera de crímenes, Rosemary Letts.
Fred encontró en Rosemary el complemento perfecto para su mente retorcida. Con una amplia experiencia sexual y un gran interés por la pornografía y las perversiones, la pareja no dudó en contraer nupcias enseguida. Al igual que con su primera esposa, los hijos no se demoraron en llegar. En 1971, Heather nació como la primera hija de este dúo de asesinos seriales.
Con la llegada de Heather, Fred tomó una decisión trascendental: acabaría con la vida de las que por mucho tiempo habían sido su familia. Rena y Charmaine fueron asesinadas y enterradas en Much Marcle, por quien fuese su esposo y papá adoptivo.
La tenebrosa casa de Cromwell Street
Con un peso menos sobre su espalda, la familia West llegó en 1972 al que sería el escenario principal de la mayoría de sus homicidios. Con herramientas, vestigios de artículos extraños y hasta un neumático pinchado, la casa ubicada en el número 25 de Cromwell Street se convirtió en uno de los lugares más tenebrosos del condado.
Lo que reposaba en el exterior de la propiedad era la menor de las preocupaciones de sus vecinos. En el interior, sin levantar sospechas y con una sed sexual latente, los West adelantaban la primera de una nueva ola de agresiones. Esta vez, la víctima fue Carol, una de las niñeras de sus hijos, a quien sometieron a todo tipo de maltratos, humillaciones y actos violentos.
Aunque Carol denunció los hechos ante las autoridades, nuevamente la ley favoreció a la singular pareja. Bajo la premisa de “no les haríamos ningún bien enviándoles a la cárcel”, el juez condenó a Fred y a Rosemary a pagar una multa de 100 libras, equivalente a un poco más de 500.000 pesos colombianos en la actualidad, por los delitos menores de abuso y lesiones personales. Después de esto, sus deseos de sexo y sangre serían insaciables.
Ni siquiera los hijos pudieron salvarse de las perversiones por parte de sus padres. Anne Marie, la hija mayor del matrimonio, comenzó a ser abusada sexualmente por Fred a la edad de ocho años. Tras ello, vino la colección de fotos y películas pornográficas que se convirtieron en los programas predilectos de la familia West.
Con el objetivo de pagar la hipoteca, Rosemary y Fred empezaron a alquilar habitaciones. Trabajadoras sexuales, hombres de dudosa reputación, expresidiarios y jóvenes abandonadas allanaron la casa de los horrores. La lista de víctimas iba agrandándose cada vez más y, esta vez, ya no había escapatoria.
Las desestructuradas y caóticas vidas de estas mujeres las hacían presas fáciles de sus supuestos arrendatarios, quienes, sin dudar, las sometieron a toda clase de torturas antes de llevar a cabo los asesinatos. En total fueron nueve víctimas que no lograron evadir su trágico e inevitable final.
El final de una pesadilla
Para 1987, Fred y Rosemary se sentían invencibles. Agredir, torturar y matar sin compasión se habían convertido en sus actividades cotidianas. No fue hasta ese año que uno de sus crímenes cambió el destino de la familia West para siempre.
Asustado por los atisbos de rebeldía e independencia de su hija mayor, Fred tomó la decisión de desmembrar, mutilar y agredir sexualmente a Heather, quien fue hallada años después en el jardín de su casa. Los criminales: su padre y madre, esta última, acusada de ayudar a esconder el cadáver.
Finalmente, fue una de las hijas menores de los West la que se atrevió a romper el silencio y contó a una de sus amigas los abusos a los cuales había tenido que enfrentarse a lo largo de su vida. La amiga no dudó en notificarlo a las autoridades, quienes iniciaron una investigación formal.
Tras muchos impedimentos e inconsistencias en la recolección de pruebas y testimonios, el 24 de febrero de 1994 un allanamiento de la Policía británica puso punto final a la pesadilla. Fred no tuvo más remedio que confesar los brutales asesinatos, mientras que Rosemary fue señalada como la principal cómplice.
Mientras esperaba su juicio por 12 asesinatos, el controvertido asesino en serie se quitó la vida en una celda de la cárcel de Birmingham. Con tan solo unos trozos de cuerda se colgó el primero de enero de 1995. Rosemary, por su parte, fue condenada a cadena perpetua por nueve homicidios.
Pese a que la casa del horror fue consumida por las cenizas y con ella todas las pertenencias de una de las parejas de asesinos seriales más crueles de la historia del Reino Unido, los ciudadanos de Gloucester jamás podrán olvidar ese capítulo oscuro del distrito, en el que el incesto, la muerte y la violencia fueron los principales protagonistas.
Por: El Tiempo, de Colombia / GDA
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