ATV+ aseguró que son más de 50 familias las afectadas, ya que el agua entró a sus casas, dañando los bienes. Muchas personas trataron de limpiar con escobas y baldes.
ATV+ aseguró que son más de 50 familias las afectadas, ya que el agua entró a sus casas, dañando los bienes. Muchas personas trataron de limpiar con escobas y baldes.
Martha Bell

Octubre marca el comienzo de las crecientes (o avenidas) del . Este aumento en el caudal es el resultado de las lluvias estacionales de la sierra e históricamente ha figurado en el calendario de la capital.

Desde la fundación de la ciudad al borde del río en 1535, este patrón estacional ha sido observado por sus residentes y registrado en las actividades del gobierno municipal. Las numerosas referencias en el “Libro de cabildo de Lima” incluyen las del 11 y 26 de agosto de 1626, que decían que “benia la creciente del rrio como suele benir todos los años” y que “el día de San Francisco [4 de octubre] ques quando las abenidas del dicho rrio enpieçan”. Este ciclo anual repercutía en diversos aspectos, desde la cantidad de agua disponible para el riego y la fuerza motriz de los molinos hasta el mantenimiento de las acequias que atravesaban la ciudad. No obstante, fue la protección de la ribera y la prevención de las inundaciones lo que más preocupaba al gobierno municipal.

Las avenidas del río fueron un verdadero peligro para las edificaciones ubicadas junto a la ribera. La respuesta del cabildo fue la construcción de un muro de contención, conocido como tajamar, en la zona que ahora es el centro histórico. La construcción y mantenimiento de este tajamar –un pedazo aún se conserva en el Parque de la Muralla– fue un reto complicado por falta de organización y de fondos, y problemas con los alarifes. Un lamento común del cabildo, sobre todo a inicios del siglo XVII, era sobre las dificultades que existían para solucionar este problema.

Hoy el flujo del Rímac ha sido drásticamente alterado por la instalación de cinco centrales hidroeléctricas y por el trasvase que le transporta agua de la cuenca del Mantaro. Más abajo, en las plantas de tratamiento de agua potable de la Atarjea, el agua está almacenada y repartida de tal manera que en el período seco del invierno casi toda el agua del río es derivada a la red municipal. En estos meses, la mayor cantidad del agua restante que se observa en el río aguas abajo de la Atarjea viene de drenajes no autorizados.

Pese a todas estas modificaciones, las crecientes anuales siguen siendo peligrosas. Un informe publicado por el Centro de Estudios y Prevención de Desastres (Predes) reporta cientos de eventos de lluvias, inundaciones, aluviones, huaicos y deslizamientos en la cuenca del Rímac desde 1970, y muestra que la situación es especialmente riesgosa bajo condiciones de . De acuerdo a los crecientes pronósticos del Estudio Nacional del Fenómeno El Niño (Enfen), hay más del 50% de probabilidades de que el año entrante se repita este fenómeno en el Perú.

Los limeños de los siglos XVI y XVII reconocían la tendencia del río a ‘migrar’ (a desplazarse lateralmente) dentro de un cauce ancho, sin embargo, construyeron sus casas demasiado cerca al flujo, originando un patrón de urbanización que provoca un enfrentamiento anual entre la ciudad y su río. Esta situación solo ha empeorado.
Recientemente, diversos planes para manejar las riberas de los ríos de Lima de manera más ecológica han sido presentados por científicos y autoridades. Sin embargo, ninguno de estos planes ha sido implementado.

Un cuestionario reciente de RPP a los candidatos para la alcaldía preguntaba: ¿cuál es la época de crecimiento del caudal del río Rímac? No todos sabían la respuesta correcta y la mayoría contestaba simplemente “verano”, sin demostrar conocimiento detallado. Las inundaciones de los últimos años de la obra de Vía Parque Rímac muestran lo riesgoso de olvidar detalles como este. El cambio de estación –y de gobierno municipal– es un buen momento para renovar nuestra relación con el río.