Todavía hay fuego en la brasa. Con algunos vestigios de aquella ferocidad de su esplendor pugilístico Mike Tyson ha vuelto a sorprender al planeta. La velada, a priori, una anécdota nostálgica en la que el público constataría como el paso del tiempo había mellado el carácter intimidatorio del temible Mike, terminó en asombro. Contra lo que se presumía, Tyson que ya tiene 54 y que no había subido al ring en quince años, demostró no solo estupenda forma física sino también algunos registros técnicos interesantes. La pelea sobrepasó las expectativas y dejó un agradable sabor de boca en los aficionados.
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“Es el mejor combate de exhibición que he visto nunca” comentó el legendario George Foreman en redes sociales. Desde el gong inicial, quedó claro, que para Tyson la pelea estaba revestida de un singular compromiso, su imagen estaba en juego. Roy Jones Jr cuatro años más joven, y en sus días de gloria galardonado como el mejor púgil de toda la década de los noventa, se había retirado hace tres años y no pensó, confesaría luego, encontrarse con un rival que conservara tanto poder. “Cuando te pega te estremece todo el cuerpo” declaró en la entrevista posterior.
Ante la fortaleza de su oponente, Jones optó por tratar de imponerse técnicamente, pegando, saliendo y amarrando cuando se acercaba Tyson. No le alcanzó. Fue claramente superado por su rival, pero los jueces, salomónicos, dieron un empate honorifico y el árbitro les levantó los brazos a ambos en señal de victoria. Por mejores impactos, sobre todo al cuerpo, Mike se impuso con holgura. Además, de su renovada demostración de cualidades fue el que constantemente marcó el tren del combate.
La pelea invitó a la añoranza. Tyson lució la misma efigie sobrecogedora que mostró en cada subida al ring en el pasado, botines cortos, pantalonetas negras, envidiable estado atlético y ganas de comerse entero a su rival. Jones, por su parte, agotado desde muy temprano, recurrió a sus recursos pugilísticos para sobrevivir los ochos asaltos. Trabó, como pudo, las embestidas de Tyson sin usar artimañas. Entre ambos sumaban 104 años. No se notó sobre el cuadrilátero.
Lo mejor de todo vino después, Tyson, ya en paz consigo mismo, tras varios años de búsqueda espiritual, comentó que “estas peleas eran más valiosas que las de su época de oro ya que tenían propósitos filantrópicos”. Una parte significativa de la bolsa fue a destinada a causas benéficas. Luego comentó que “definitivamente va a seguir haciendo este tipo de combates”. Ya inclusive corren fuertes los rumores que señalan a Evander Holyfield, su vieja némesis en el ring, como su próximo rival.
Está claro que, a esta altura de su vida, iniciar una cruzada pugilística parece un desvarió, pero esta versión tardía de “El hombre más malo del mundo” recupera entusiasmo cuando se enfunda unos guantes. El boxeo lo hace feliz. Pronto peleará de nuevo. Pueden contar con eso.
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