La posverdad es un concepto marketero que sirve para describir la mentira de siempre. Quizás la diferencia con el pasado, como bien explica Jorge Paredes, editor de El Dominical, es que hoy las mentiras parecen inmunes a cualquier evidencia que demuestre su falsedad. En la era digital, que es la era de la inmediatez, la mentira y la manipulación apuntan a lo emocional.
Todos nos sentimos más seguros cuando estamos al lado de gente que opina como nosotros. Las redes sociales, con sus algoritmos, buscan eso. Te conectan con personas y con contenido afín a tus ideas, creencias y prejuicios. Hacen que todos vivamos realidades paralelas. Burbujas. Ya no importan los hechos, sino lo que te satisface leer, ver o escuchar. Y la discrepancia se vuelve agresión.
Si lo dijo fulano, debe ser cierto. Si me lo envió un amigo o un familiar, debe ser verdad. Peor aún, si tengo dudas, lo comparto, lo reenvío y sin darme cuenta multiplico su efecto desestabilizador. Acepto todo, aunque sea falso. Estamos ante lo que el periodista argentino Martín Caparrós define como la renuncia a la propia inteligencia.
Esta lógica perversa es gravísima, y genera un cortocircuito entre la misión de los medios de comunicación y la ciudadanía. Hoy, muchas personas consumen noticias para confirmar lo que piensan. El buen periodismo es exactamente lo contrario: te dice la verdad, aunque no te guste. Y te cuenta lo que otros no quieren que sepas.
En la actualidad, a más datos objetivos que pueden ser contrastados con documentos o estudios, más rechazo. Crece el complotismo y la idea de que detrás de cada hecho publicado hay un interés o un poder oculto.
Hoy los medios debemos hacer un esfuerzo para que la cultura de la verificación, que forma parte de nuestra rutina diaria, también forme parte de la vida cotidiana de nuestros lectores. El regreso al pensamiento crítico. El problema no es la tecnología, sino cómo la estamos usando. Así como es de sentido común pensar antes de hablar, pensemos antes de viralizar. Sobre todo, en tiempos de pandemia y de elecciones donde la información es vital.
Al fin y al cabo, la única forma de combatir los ‘fake news’ es frenar el impulso de reenviar y compartir sin razonar y con un periodismo que esté dispuesto a rendir cuentas y hacerse responsable de lo que publica. A más mentiras, más valor tiene el trabajo profesional de un periodista que sabe investigar y contrastar. Es importante que la gente lo sepa. Y es importante también que tanto ciudadanos como medios de comunicación dejemos de llamar ‘periodistas’ a quienes no lo son. Solo así podremos voltearle el partido a la desinformación.