Durante su discurso de investidura, el primer ministro, Guido Bellido, señaló que la educación será declarada en emergencia, pero no presentó ninguna estrategia. Desde marzo del 2020, los colegios permanecen cerrados como consecuencia del COVID-19. Es urgente entender la magnitud del daño generado y diseñar una estrategia para que regresen a las aulas y se pueda recuperar la educación perdida. Pero, ¿de qué educación estamos hablando?
Durante muchos años, la educación fue dejada de lado. El Sutep, el sindicato de trabajadores más grande del país, controlado por Patria Roja, forzó su ideología política y logró capturar las mentes de niños y jóvenes. Se encargaron de que los libros contaran una historia tergiversada y se impuso una agenda marxista cultural. El resultado de las elecciones del 2021 es, en parte, producto de ello. Hoy, las generaciones de los ‘millenials’ y ‘Z’ poco saben de la realidad peruana y no han sido formados en pensamiento crítico.
La educación es fundamental para lograr el desarrollo. Sus efectos incluyen mejores oportunidades en el mercado laboral y mayores ingresos. Estos se ven reflejados en una mejora de las condiciones económicas familiares, permitiéndoles escapar de la pobreza. La educación es la mayor herramienta para equiparar el acceso a oportunidades y permitir la movilidad social.
El mantener las escuelas cerradas ha tenido un impacto enorme en el aprendizaje de los niños, su salud mental y su desarrollo socioemocional. El aumento de la incidencia de depresión, autolesiones y desórdenes alimenticios en niños y adolescentes es alarmante. Más allá de los esfuerzos del Estado por implementar programas de educación a distancia, existe un aumento considerable en la deserción escolar: cerca de 300 mil estudiantes dejaron de ir al colegio en el 2020. Entre las causas principales resaltan los problemas económicos, la falta de interés y la necesidad de trabajar.
El programa Aprendo en Casa tiene módulos educativos que dependen del uso de Internet, pero el acceso a clases mediante alguna plataforma web solo alcanza al 35% de estudiantes en secundaria y 25% en primaria. Si bien, al tercer trimestre del 2020, el 70,3% de la población (desde los 6 años) contaba con acceso a Internet, el mayor acceso se encuentra en Lima. En las zonas rurales este solo llega al 41,7%. El medio de acceso más utilizado son los teléfonos móviles. Sin embargo, el acceso a educación a través de una plataforma móvil ha generado mayor desigualdad, ya que los niños de los estratos más bajos no tienen suficiente dinero para datos móviles, por lo que la ausencia a clases es constante. El problema es incluso mayor para los chicos cuya lengua materna no es el castellano.
Otro gran problema es que mientras el 68,6% (1.390) de los colegios públicos de Lima tiene acceso a Internet, dicho acceso solo alcanza al 20,4% (11.232) a nivel nacional. La deserción escolar aumenta a partir del ingreso a secundaria y hay muy pocos colegios integrados. Por este motivo, al terminar la primaria, los alumnos tienen que buscar un nuevo colegio donde matricularse. ¿Cómo podemos enseñarles a leer y escribir a distancia desde un celular o un televisor?
La mala calidad de la infraestructura es también un problema serio. A nivel nacional, solo el 58,5% de instituciones educativas accede al servicio de agua por red pública; el 13,6% lo hace a través de un río o acequia; y el 12%, por medio de un camión-cisterna. El 36,7% de los colegios tiene acceso a redes de desagüe por red pública; el 25,2%, mediante un pozo ciego; y el 31,4%, por medio de un pozo séptico.
Es urgente mirar el sector educación y recobrar el control. Desde el ámbito privado tenemos que ocuparnos de ver qué se está enseñando, quiénes están enseñando, pero también que todos los niños tengan acceso a infraestructura de calidad.