En una reciente entrevista con un medio local, el presidente Martín Vizcarra se refirió a la economía peruana, anotando que el próximo año recuperaríamos buena parte de las pérdidas producidas por la pandemia. “El próximo año creceremos en un 10%, por la capacidad de resiliencia que tiene la economía peruana, y regresaremos en tres años a la situación en la que estábamos cuando comenzó la pandemia”, sostuvo.
Por supuesto, ¿quién no quisiera que el Perú retorne a la senda del crecimiento de antaño? Y cuanto antes. Si bien es cierto, en la última década habíamos perdido el dinamismo de antaño, igual crecíamos (antes del COVID-19) a cifras importantes de cara al desarrollo y al cierre de brechas que necesitamos.
Dicho esto, y antes de entrar a las declaraciones del presidente, pocos pueden negar que la pandemia planteó un reto inmenso: cuidar la mayor cantidad de vidas y proteger, en la medida de lo posible, las fibras del ecosistema económico. A casi siete meses del inicio de la pandemia, las cifras sostienen que no hicimos nuestro mejor esfuerzo, ni en uno ni en otro sentido: en lo sanitario, somos el país con el mayor número de muertos por millón, y en lo económico, con un pronóstico de entre -12% y -15%, tendremos una de las caídas más pronunciadas del mundo (por tamaño, probablemente la más pronunciada).
La pregunta de muchos –empresarios, consumidores y trabajadores–, entonces, es cómo será la recuperación. El presidente se ha animado a predecirla: creceremos en un 10% el próximo año, por la “resiliencia” de nuestra economía.
Lo primero que cabe anotar es que la recuperación, sin discutir el guarismo, dependerá en gran medida de lo que ocurra en el frente sanitario. Si se encuentra una respuesta efectiva contra el COVID-19 en el corto plazo (estamos a dos meses del 2021), la recuperación podría ser vigorosa; si no, la recuperación seguirá siendo un enigma. Dicho esto, a la fecha no existe nada que nos garantice una respuesta efectiva contra el virus antes de fin de año, y lo más optimista es apuntar a encontrarla hacia mediados del próximo año, con lo que pensar en una recuperación en ‘V’ es, por decir lo menos, dudoso.
Luego, está el tipo de recuperación. Una recuperación como la que señala el mandatario se describe como una en ‘V’, por la forma que adopta la curva de la actividad económica. Otra posibilidad, menos robusta, es una en ‘U’ (que sigue el patrón de la ‘V’, pero toma más tiempo), y otra más débil es una en ‘L’ (en donde la economía entra en recesión y nunca logra recuperar los niveles previos).
En estricto, la recuperación dependerá, primero, de la respuesta a la crisis sanitaria, y luego de la situación de la fibra económica (hoy dañada, si es que no rota). El Gobierno debe de explicarnos en qué basa sus estimados, no brindarnos cifras optimistas. Solo con una explicación así la ciudadanía podrá confiar (o no) en los guarismos oficiales.