El lunes, con 55 votos a favor –se necesitaban 87–, 54 en contra y 19 abstenciones, el Congreso de la República rechazó la moción que planteaba declarar la vacancia del presidente Pedro Castillo. Una decisión que suma un segundo fracaso de la oposición en esta materia y que, a juzgar por el desempeño de los legisladores en el debate que sucedió a la defensa del mandatario, solo puede explicarse por la mediocridad de quienes impulsaron la medida. En síntesis, se trató de una jornada que terminó de demostrar que, si el gobierno de Perú Libre es malo, su contraparte está a la misma altura.
Esta circunstancia quedó clara desde que comenzó el proceso. Como se recuerda, mientras el abogado del mandatario José Palomino exponía los alegatos de la defensa, la sesión debió de interrumpirse durante más de un cuarto de hora luego de que la parlamentaria de Fuerza Popular Vivian Olivos se negase a retirar de su curul, a pesar de los pedidos de la Mesa Directiva, un cartel que decía “#VacanciaYa”. El hecho retrasó el debate y distrajo la atención de lo que verdaderamente importaba: la escasa solvencia de los argumentos del señor Palomino en defensa del inquilino de Palacio de Gobierno.
A ello se añadió el espectáculo montado por la congresista Patricia Chirinos (Avanza País) con los funcionarios de la Organización de Estados Americanos (OEA) que se dieron cita para ver el debate. La tercera vicepresidenta del Congreso trató de entregar a los funcionarios “el folder de la corrupción de Pedro Castillo” y, al no ser recibida, acusó a la institución internacional de avalar con su silencio “el comportamiento misógino y de violencia contra la mujer que caracteriza a funcionarios de este Gobierno”.
Por otro lado, la compañera de bancada de la parlamentaria Chirinos, Norma Yarrow, empleó noticias falsas en su presentación ante el pleno. Así, alegó que una nota periodística había informado que el legislador Guillermo Bermejo había amenazado con iniciar una lucha armada en caso de que se vacase a Castillo, cuando en realidad todo se trató de un bulo difundido con el objeto de que pareciera publicado por un periódico local. Que la señora Yarrow –o alguno de sus asesores– no se haya molestado en verificar aquello que pronunciaría desde su curul, además de irresponsable, sirvió para quitarle peso a todo su argumento.
A las expresiones y gestos bochornosos se añadió el sentido del voto de algunos legisladores. El resultado final, como mencionamos al inicio, acumuló 19 abstenciones (13 de Acción Popular, la bancada de ‘Los Niños’ del mandatario) que resultan incomprensibles ante un evento de la envergadura de una vacancia presidencial. Incomprensible como resulta también la votación de Alianza para el Progreso, la bancada más fraccionada de todas con siete votos a favor, cinco en contra y tres abstenciones.
En general, la jornada del lunes terminó por dibujar una imagen desoladora: no solo tenemos un pésimo gobierno, adicto a nombrar a los peores para los cargos más sensibles del Estado y cubierto en indicios de corrupción, sino también a un Congreso que, por querer mostrarse confrontacional, prescinde de la sustancia, la estrategia y de los modales democráticos más básicos. Se privilegian, en fin, los gestos y la estridencia en lugar de las acciones concretas (según reveló la Unidad de Periodismo de Datos de este Diario hace unas semanas, por ejemplo, en estos ocho meses de gobierno, el Congreso solo ha interpelado a cinco ministros y ha censurado apenas a uno), y el corolario de ello es que, a pesar de lo difícil que podría parecer, la oposición aparece retratada por partes tan precaria y burda como el Ejecutivo.
En circunstancias normales, no debería ser tan difícil oponerse a un gobierno que se pone piedras casi a diario, pero este Parlamento, que también opera en base a los intereses particulares de quienes lo componen –los mismos que muchas veces están entremezclados con los del Ejecutivo y sus miembros–, es a estas alturas más parte del problema que de una posible solución. Sufren, por así decirlo, de una incapacidad congresal.