Cualquier indulto suele generar polémica. La potestad de que un presidente exonere a un individuo de cumplir una pena o de enfrentar un juicio suele verse como un rezago de aquellos tiempos en los que los poderes Ejecutivo y Judicial estaban concentrados en las manos de un monarca. En nuestro país, muchos evitaron votar por Keiko Fujimori en los últimos 13 años convencidos de que usaría dicha facultad para excarcelar a su padre. Y en las últimas elecciones en Estados Unidos, más bien, la preocupación era inversa: que Joe Biden la usara para salvar a su hijo Hunter.
El domingo, finalmente, el aún presidente del país norteamericano anunció que había decidido indultar a su hijo en los casos que tiene abiertos por fraude fiscal y posesión ilegal de un arma de fuego. Esto, pese a que en junio el propio Biden había afirmado ante un grupo de periodistas que se allanaría a la decisión de la justicia. “No lo indultaré”, expresó. Y apenas el mes pasado, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, lo había subrayado: “Nos han hecho esa pregunta en múltiples ocasiones; nuestra respuesta se mantiene y es no”.
Así, al otorgar el perdón presidencial, Biden no solo ha faltado a su palabra, sino que además ha terminado empañando la imagen del Departamento de Justicia, al señalar en la carta en la que comunicaba su decisión que su hijo “era procesado de forma selectiva e injusta” y que los casos en su contra tenían motivaciones políticas. Ese es el mismo argumento que ha utilizado el que será su sucesor, Donald Trump, para desacreditar las investigaciones en su contra por un rosario de delitos, incluyendo algunos sumamente graves como llevarse secretos de Estado a su residencia o incitar a un golpe de Estado.
Precisamente, Biden le acaba de dar a Trump la excusa perfecta para hacer lo mismo con los asaltantes al Capitolio del 6 de enero del 2021. No en vano, apenas se conoció la noticia, el republicano publicó en su red social un mensaje en el que los llamó “rehenes […] que ya llevan años encarcelados”.
Al comunicar el indulto de su hijo, Biden explicó que esperaba que los estadounidenses entendieran “por qué un padre y un presidente han llegado a esta decisión”. El problema es que en las democracias ambas identidades –padre y presidente– no deben mezclarse. Como en la famosa parábola, Biden puede perdonar todos los errores de su hijo Hunter, pero sus infracciones a la ley solo pueden ser conmutadas por un juez. Después de todo, ya no estamos en tiempos bíblicos.