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Ayer, la Corte Suprema ratificó el fallo en primera instancia que declaró ilegal el partido Alianza Nacional de Trabajadores, Agricultores, Universitarios, Reservistas y Obreros (Antauro) y ordenó el cierre de todos sus locales a nivel nacional. Con lo que se ha cerrado una puerta –la más visible, a decir verdad– a través de la que el condenado por el asesinato de cuatro policías aspiraba a llegar al poder en las próximas elecciones. El fallo es, sin duda, histórico (es la primera vez que se declara ilegal a un partido en sede judicial) y permite al menos tres lecturas.
La primera es que la democracia peruana cuenta con las herramientas para cerrarles el paso a quienes buscan valerse de ella para destruirla. Antauro Humala, como se recuerda, se hizo famoso en el 2005 por encabezar un alzamiento en armas contra un gobierno democrático. Por supuesto, personas que han cambiado los fusiles por el trabajo político partidario ha habido muchas a lo largo de la historia, pero a diferencia de ellas Humala nunca se arrepintió de su comportamiento previo. “Nos sentimos muy orgullosos de lo que hicimos en Andahuaylas”, dijo apenas dejó la cárcel en el 2022.
El problema principal con las aspiraciones del cabecilla del ‘andahuaylazo’, sin embargo, no es lo que hizo, sino lo que promete hacer en caso de llegar al poder. Desde fusilar a expresidentes “para moralizar a la sociedad” hasta desconocer el principio de separación de poderes, la Constitución, la libertad de prensa y los tratados internacionales, el ideario de Humala aspira a convertir al Perú en una dictadura donde quienes pongan en duda su palabra serían tachados fácilmente de ‘traidores’.
La segunda lectura tiene que ver con quienes permitieron que Antauro lograse su inscripción partidaria y quienes trataron de vender el cuento de que Humala no estaba detrás de la organización que –muy elocuentemente– lleva su nombre. ¿O acaso alguien conoce a algún vocero con mayor peso que el exconvicto dentro del partido? ¿No es más bien Humala la cara visible, el orador predilecto y hasta el ponente principal en la escuela de formación política de Antauro? ¿Realmente se puede ser tan ingenuo como para creer lo contrario?
La tercera lectura, finalmente, es que, si bien se le ha cerrado una puerta a Humala, este todavía podría conseguir colarse –él mismo o sus ideas– en otros partidos con muchas ganas de conseguir algunos votos de más y muy poco compromiso democrático. Y el principal candado para conjurar este escenario no es otro que el voto ciudadano.
El Poder Judicial nos ha demostrado que la democracia no puede ser boba. Los ciudadanos tampoco podemos serlo.