El reciente viaje del presidente Pedro Castillo a la selva de Junín ha sido bastante ilustrativo del Gobierno de campaña permanente al que parece aspirar el mandatario. Gestos aquí y allá se unen a un irrefrenable ánimo por preservar el vacío y reiterar la inconsistencia.
Como si la holgada victoria del Gabinete liderado por Guido Bellido el viernes pasado en el Congreso no le permitiera, por fin, ponerse al frente de los problemas que el país enfrenta, Castillo prefiere continuar con las arengas propias de una justa electoral.
El presidente dijo el martes último que sus opositores quieren “tumbarse a los ministros”. Pero habría que recordar que la ventaja que obtuvo el Gabinete Bellido no solo fue inmerecida, sino principalmente amplia: 73 votos versus los 50 que acumuló la oposición.
Por lo demás, la crisis de los últimos días, que tiene como protagonista al aún ministro de Trabajo y Promoción del Empleo, Iber Maraví, no ha sido gatillado por los opositores al régimen, sino por el necesario ejercicio de periodismo libre del dominical “Panorama”, que permite revisar a profundidad los antecedentes de los altos funcionarios.
El desorden propiciado ante la eventual salida de Maraví tampoco fue causado por los opositores al régimen. Entre la carta del ministro que pone su cargo a disposición, las afirmaciones de Bellido al portal web Sudaca.pe y los tuits de Vladimir Cerrón, no se ve un rol opositor.
Dice Castillo que sus opositores quieren colocar ministros “a su antojo”. Pero es precisamente su voluntad la que hace posible que, en la mayoría de los casos, personas con antecedentes dudosos ocupen ministerios, sin considerar aquellas que no cuentan con la idoneidad o experiencia para el cargo.
El moralista Castillo dijo también que “no quieren que quitemos la plata a los corruptos, porque hoy quieren tumbarse a los ministros para poner a sus aliados, a los que se han coludido con sus empresas, los que han corrompido al país”. Llamativo que lo diga el mismo día que la fiscalía solicita medidas restrictivas para su aliado Cerrón, por un caso de malversación cuando estuvo a cargo del Gobierno Regional de Junín.
En un pasaje reivindicativo de su intervención, Castillo quiso proyectar su experiencia como presidente surgido de las bases, concebido como puro frente a la política capitalina corrupta. “Ojalá que los próximos ministros salgan de acá, de estas comunidades”, dijo el presidente. Y complementó: “porque no vamos a dar tregua a gente que te quieren poner a su antojo para comerse los presupuestos del Estado”. En la mirada del mandatario, la presunta angurria y voracidad por parte de funcionarios corruptos solo anidaría en la capital.
Pero sería de utilidad que revisara el documento que hace algunos días presentó la contraloría, que indicaba que, solo en el 2019, se habría perdido alrededor del 15% del presupuesto público. De las tres regiones afectadas, en términos relativos, dos están lejos de Lima: Lambayeque y Pasco.
El presidente, además, ingresa en una dinámica propia de un vestidor cuando dice qué se pone y qué se saca, sin que haya mucha relación entre una cosa y la otra. “A mí no me van a poner la agenda, yo puedo sacarme los zapatos y quedarme una semana si es posible con ustedes”, dijo Castillo.
Difícil hallar algún lazo entre el plan que, presuntamente, se le quiere imponer al mandatario, y el calzado del que quiere despojarse. ¿Querrá gobernar descalzo para así dejar huella?