(Foto: Presidencia)
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Marco Sifuentes

Hay que reconocer cuando se pierden las batallas. Por ejemplo, el título de esta columna es una capitulación. Técnicamente, el nuevo PPK semirrecargado posvacancia posindulto posverdad es más un demagogo que un populista. Sin ánimo de entrar a discusiones muy teóricas, podríamos decir que los populistas utilizan la demagogia, pero no todos los demagogos son populistas.   

El populismo, entendido como una reivindicación a la fuerza de sectores populares excluidos del quehacer político, es un etiqueta bajo la que pueden caer Trump, el fujimorismo, el chavismo y hasta los españoles de Podemos. Claramente, PPK no es ni ha sido ni le alcanza el tiempo para transformarse en un populista, para bien o para mal. Pero vaya que ahora quiere ser un demagogo.

Sin embargo, el título se mantiene porque, al final, el uso se impone. Hay que asumir derrotas. Ya he pasado suficientes años tratando de corregir en vano a los que usan ‘hacker’ cuando quieren decir ‘cracker’ o los que dicen ‘positivismo’ cuando piensan en ‘optimismo’. Ya para qué seguir peleando.  

En cambio, PPK sí que quiere seguir peleando. Y eso se ha manifestado esta semana con dos actos descaradamente demagógicos, es decir, gestos grandilocuentes para la platea, que apelan a las emociones más que a la razón. Pero, claramente, se nota que los escombros de la tecnocracia que aún gobierna no están en su elemento. Estos anuncios no son nada que pueda activar el fervor de las masas y salvar a un régimen que ya está debajo de la línea de flotación. Es, como debería haberse titulado esta columna, demagogia de salón. 

Me refiero, obviamente, a la desinvitación de Maduro y al sueldo mínimo. Los dos son anuncios positivos, claro, pero que no resisten una rascadita en la superficie sin mostrar su verdadera motivación.  

Por ejemplo, Maduro fue invitado a la Cumbre de las Américas por el mismo PPK, en una carta que lo llamaba “excelentísimo” y en la que le expresaba “las seguridades” de “mi más alta consideración y estima”. Claro, eso fue en noviembre. ¿Era menos dictador Maduro entonces que ahora? ¿Ha cambiado algo tan sustancial en Venezuela que justifique un cambio de opinión así de radical? ¿O lo que ha cambiado es la situación en el Perú? A la larga, PPK puede hacerle más daño que bien a la causa democrática de Venezuela. Su doble rasero (indultando a otro dictador, desacatando –como Maduro– las disposiciones de la Corte IDH) solo le da municiones al chavismo. 

Y lo del sueldo mínimo es de lástima. Ciertamente, es una necesidad impostergable. Pero, como ha destacado este Diario, ya van cinco veces que este régimen manosea el tema. Y esta vez tampoco hay algo que anunciar. Solo que se va a estudiar la posibilidad. Pero eso no impidió que una cuenta de Twitter de 15 seguidores, creada hace menos de dos semanas, lanzara el tag #SeVieneElAumento y fuera rebotada por otras cuentas falsas, conocidas por cobrar por el trabajito de dar RT. Están vendiendo humo.  

Las buenas noticias no lo son cuando se les nota la sonrisa falsa y el sudor frío en la frente. Estos han sido dos manotazos de ahogado. Y vendrán más. Vanos intentos por prolongar un gobierno que más parece una agonía. Será inútil. Como dijimos al inicio: hay que reconocer cuando se pierden las batallas. Y las guerras.