Martín Vizcarra tiene programado el primer día depositar una ofrenda floral en el monumento a los Héroes de la Independencia, en la Plaza Grande de Quito, aledaña al Palacio de Gobierno de Carondelet. (Foto: Reuters)
Martín Vizcarra tiene programado el primer día depositar una ofrenda floral en el monumento a los Héroes de la Independencia, en la Plaza Grande de Quito, aledaña al Palacio de Gobierno de Carondelet. (Foto: Reuters)
Pedro Tenorio

Érase una vez un país, el Perú, carente de liderazgo. Con autoridades, por supuesto, pero sin visión de mediano y largo plazo que permita saber dónde estaremos en dos o tres años. Han transcurrido más de dos semanas desde que la principal cabeza de la oposición reconociera públicamente una nueva derrota política y planteara un diálogo y colaboración con el Gobierno, y este simplemente deja pasar el tiempo porque al presidente de la República le conviene que nada cambie, dejando de lado la posibilidad de discutir una agenda de leyes y reformas urgentes. ¿Para qué –piensan en Palacio– si el fujimorismo se derrumba a diario y lo que queda del Apra anuncia golpes de Estado en los que nadie cree y todos se mofan?

Érase una vez un país, el Perú, sin contrapesos políticos. Donde su presidente vive un momento excepcional e inesperado: ve cómo sus adversarios se tambalean ante sus ojos y él, lejos de proponer una hoja de ruta capaz de salvar al Congreso y otras instituciones, solo espera. Aferrándose al referéndum del 9 de diciembre del que, sin duda, saldrá victorioso, y capitalizando el rechazo popular a un Parlamento que continúa fuera de sintonía con las mayorías. Ganará Vizcarra, seguro, pero, ¿ganaremos todos? Pienso que la no reelección de congresistas será una grave equivocación. Sin embargo, la mayoría piensa que así debe ser y festeja por anticipado. ¿Qué hará Vizcarra con un éxito así? ¿Sentará las bases de un nuevo entendimiento político o el éxito le explotará en las manos tiempo después, como le ocurrió a Keiko Fujimori, a quien se responsabiliza por el desempeño de su bancada?

Érase una vez un país, el Perú, en el que el fiscal de la Nación acude al Congreso para acusar a un subordinado suyo de hacerle el juego al terrorismo (si fuera así, ¿por qué no lo procesa y despide?), denuncia vía Twitter que este mismo subordinado coordina con el Gobierno y actúa con fines políticos (nuevamente, ¿por qué no lo sanciona?), luego admite que mintió públicamente, pero afirma que es algo usual entre abogados (¡vaya baldón para sus colegas!) y, por si fuera poco, dice que puede remover cuando quiera a un fiscal, por el solo hecho de ser cabeza de la institución. Más allá de las denuncias sobre sus posibles vínculos con la corrupción judicial y otras graves faltas, Pedro Chávarry muestra una reiterada falta de idoneidad para tan alto cargo. Y el Congreso, aquí tampoco hace nada.

Érase una vez un país, el Perú, cuyo Parlamento invierte cuantiosos recursos para investigar la corrupción brasileña, y está bien que así sea, pero aún no propone un esquema integral que combata la corrupción a todo nivel, evitando así un nuevo Lava Jato en cinco o diez años. Ojo, la paciencia del pueblo no es infinita.