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Los concurrentes habituales al Foro de Davos van a tener la impresión de que alguien les ha cambiado a la señora peruana que escucharon tres años atrás. Narices más, narices menos, el aspecto de la expositora será el mismo, pero seguramente los discursos de entonces y ahora diferirán tanto, que las sospechas de una suplantación no tardarán en abrirse paso entre el público asistente.
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Como se sabe, la mandataria viajará la semana entrante a Suiza para presentarse ante los hombres de empresa que anualmente se dan cita en ese evento, y las comparaciones con lo que sostuvo frente a ellos en el 2022, cuando era vicepresidente y ministra de Desarrollo e Inclusión Social, resultarán inevitables. En esta oportunidad buscará supuestamente atraer inversiones contándoles a los ingenuos que aquí hay estabilidad jurídica y un Ejecutivo alejado de las prácticas estatistas y populistas, pero es difícil olvidar que la vez anterior se despachó contra “las empresas mineras que contaminan nuestro medio ambiente, nuestros ríos, nuestros pastizales” y provocan que las mujeres embarazadas pierdan a sus bebes. En aquella ocasión, se embarcó también en una llantina en la que responsabilizó a “la derecha del país” de no dejarlos gobernar (a ella y el entonces presidente Pedro Castillo) cuando apenas tenían “nueve mesecitos” en el poder... Y, en honor a la verdad, su discurso a ese respecto también ha mutado. Cuando el golpista de Chota hizo su número bufo y fue vacado, ella chapó rápidamente la banda presidencial, pero confesó que la “consternaba” que él estuviera detenido. “No bien jure el nuevo Gabinete, cada ministro se hará cargo de su cartera; en consecuencia, yo tendré tiempo para visitarlo”, declaró el 13 de diciembre del 2022. Dos meses después, no obstante, decía: “la violencia y el radicalismo dirigido desde un lugar en la Diroes no nos van a hacer bajar la cabeza ni la moral”, en obvia referencia a su antiguo jefecito. Y desde entonces el vapuleo fue ‘in crescendo’.
–Retorcida pariente–
–Retorcida pariente–
La señora, pues, no será pelona, pero ha cambiado harto. Tanto, que uno se sentiría tentado a pensar que en realidad todas esas barbaridades no las dijo ella, sino otra persona que se le asemeja mucho. Una especie de ‘twisted sister’, una gemela malvada de esas que aparecen en los dramas de folletín y cuya misión en la vida es complicarle la existencia a una hermana buenita y candorosa, a fuerza de hacerse confundir con ella. Sería también esa retorcida pariente, además, la que participaba de los llamados Consejos de Ministros Descentralizados (que azuzaron los conflictos entre la capital y la provincia) y la que atacaba a los medios cuando sacaban a relucir temas incómodos para el gobierno, entre otras cosas.
La tesis, desde luego, ayudaría a explicar las diferencias entre la Dina que conocimos y la que vemos hoy. Pero antes de darla por verdadera, habría que ver si, después de todo, la señora Boluarte de estos días no tiene algo más que parecido físico con la de antaño. Veamos... ¿No modula ella también permanentemente, por ejemplo, la cantaleta aquella de que no la dejan gobernar (su presunta gemela se lo atribuía a “la derecha” y ella, a la fiscalía, pero la idea es la misma)? ¿No se muestra acaso tan estatista y populista como su oscura hermana a la hora de enfrentar los problemas de Petro-Perú o decretar el aumento de la remuneración mínima vital? ¿No se ha rodeado en el Gabinete, por último, de la misma pandilla que su hipotética doble colocó en su momento en el Midis?
Pensándolo bien, a lo mejor la gobernante tiene efectivamente la gemela que sospechamos, pero más que malvada se diría que es idéntica.