La oposición finalmente presentó esta semana la tercera moción de vacancia presidencial y consiguió su admisión a debate con 73 votos, una cifra nada deleznable pero lejana aún de los 87 que requeriría su aprobación definitiva. La oportunidad ciertamente lucía pintada para ello: si Castillo había avanzado hacia la disolución del Congreso con su forzada interpretación de la primera ‘bala de plata’ gastada, se debía capitalizar el temor de perder la curul que seguramente estaba haciendo presa de tanto parlamentario hasta ahora complaciente con el Gobierno. Un cálculo que el sábado pasado, además, parecieron confirmar los 98 votos con los que el pleno autorizó al titular del Legislativo, José Williams, a interponer ante el Tribunal Constitucional (TC) una demanda competencial y una medida cautelar contra el Ejecutivo por ese mismísimo asunto.
Nada hace presumir, sin embargo, que este miércoles, llegada la hora del trance final, el tumor de ineptitud y corrupción que está consumiendo al país logrará ser extirpado por la representación nacional; y eso plantea dudas sobre la utilidad del esfuerzo.
–Mutaciones y cambiazos–
Una nueva moción de vacancia archivada, razonan los críticos de la iniciativa, solo fortalecerá al actual mandatario y dejará a la oposición como la cofradía de conjurados y obstaculizadores que el Gobierno quiere. Sobre todo, cuando la tuerta misión de la OEA que nos visitó recientemente ha presentado ante el Consejo Permanente de ese organismo un informe que, a fuerza de omisiones y conceptos de vanguardia (como el de la “sobre libertad de expresión”), trata de validar esa tesis.
La verdad, no obstante, es que no se puede descartar sorpresas de última hora. No en vano el Hall de los Pasos Perdidos ha sido comparado tantas veces con el Callejón de la Puñalada. Y así como algunos votos que la oposición cree tener en la alforja pueden acabar pasándose al bando oficialista, la figura inversa es también posible.
Pero aun si Castillo saliese airoso de la prueba que tiene por delante, en esta pequeña columna pensamos que el empeño de los vacadores ostenta algunas virtudes. En particular, la de servir como una especie de “momento Kodak” que nos permitirá tener una foto nítida y completa de los ‘niños’. Esto es, de los topos, pericotes y roedoras varias que el profesor tiene sembrados en la representación nacional.
Es claro que no hemos visto todavía a todos los cómplices secretos que la organización aviesa que el jefe del Estado encabeza tiene en el hemiciclo. Y también, que no todos los que ya hemos visto quieren seguir comportándose como tales (pero que no se hagan muchas ilusiones, porque siempre estarán en la foto del recuerdo). Así, mientras las parlamentarias Hilda Portero y Heidy Juárez recién exhiben su talante infantil, Elvis Vergara procura no parecerse tanto a sus correligionarios Raúl Doroteo y Darwin Espinoza; y, confundiendo quizás el ‘libro de las mutaciones’ con el de los cambiazos, Enrique Wong ha de estar consultando el I Ching para saber qué hacer con su voto el miércoles.
La coartada de la “gobernabilidad” ya no alcanza para justificar el apañamiento a una administración tan atravesada por la cutra como esta. Por eso, la votación de esta semana tendrá el efecto que solían tener las doce campanadas en los antiguos bailes de máscaras. Es decir, será el instante en el que terminarán de caer las caretas y empezará la auténtica pachanga: la que protagonizarán ante la opinión pública todos aquellos legisladores que, por expresarlo de una manera edulcorada, tienen la suerte de que Víctor Hugo falleciera a fines del siglo XIX.
En el Ejecutivo, por otra parte, no están todo lo relajados que pretenden. Y no solo por la posibilidad de que, a la hora de la verdad, haya en el Congreso deserciones insospechadas entre sus filas, sino por la decisión del TC de acoger la medida cautelar que le solicitó el Legislativo y dejar así congelados los planes presidenciales de deshacerse del contrapeso de ese otro poder del Estado. El fallo de la máxima autoridad constitucional, en efecto, le cayó en la cabeza al gobernante casi a la misma hora en que la moción de vacancia era admitida a debate en el Parlamento y, por las consideraciones que se exponen en el texto, daría la impresión de que ahora solo falta que don Aníbal Torres se anime a recitarles a los magistrados de ese tribunal lo que piensa de ellos para que la demanda competencial pendiente sea resuelta también en un sentido favorable al Congreso.
Ahora, la pregunta que toda esta situación plantea (y que uno escucha repetir constantemente a la ciudadanía) es: ¿constituye esto una salida? Y ante eso únicamente cabe anotar que, a veces, embrollos como el presente no tienen salidas, sino solo desenlaces.
–‘Agón’ sin consecuencia–
No es imposible, por supuesto, que el ‘agón’ a escenificarse este miércoles en el Congreso –y que tanta atención concita hoy entre tirios y troyanos– no tenga consecuencias dramáticas y termine diluyéndose en el éter, como tantos otros que ya hemos vivido desde que Pedro Castillo se ciñó la banda presidencial. Pero más temprano que tarde, esto va a reventar por algún lado. Y entonces la foto de los ‘niños’ que estamos a punto de conocer será colocada en el marco que merece.