Verano de 1997, en una playa cerca de Lima. Una pequeña niña que desde las 7 de la mañana se aseguró un lugar muy cerca del mar junto a su madre, entra al agua abrazada de su orca inflable. De repente, algo cruza rápidamente por sus piernas, juguetea y le salpica un poco de agua a solo unos metros. Es un pequeño lobo marino que, sin saberlo, acaba de definir el futuro de esa niña.
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Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP nos encontramos en la playa Los Órganos, en la provincia piurana de Talara, para conocer a Adriana Zavala, una bióloga marina que desde hace cinco años se estableció en este tranquilo balneario norteño para tener cerca todas las cosas que le apasionan: su familia, el mar y las tortugas.
Aquella experiencia con el lobo marino despertó en Adriana el interés por la vida marina, pero lo cierto es que tanto para ella como para sus padres la idea de dedicarse a la biología en nuestro país parecía muy arriesgada profesionalmente. Por ello prefirió seguir una carrera técnica en Administración.
“Trabajé en una oficina por un tiempo y ahí me di cuenta de que eso no era lo mío. Cuando ya tenía 19 años me metí a estudiar biología marina totalmente segura de que esa era mi rama”, recuerda la joven.
Durante sus vacaciones de verano Adriana buscaba programas de voluntariado o pasantías que le permitieran ganar experiencia en su campo. “Una amiga me pasó la voz sobre un voluntariado en Galápagos, así que en el verano del 2012 me fui para allá como voluntaria al Parque Nacional. Estuve en el área de reserva marina y pude conocer todo lo que se podía hacer desde ese campo. Estuve en el proyecto de anidación de tortugas marinas y recuerdo que lamentaba no poder replicarlo en el Perú porque aún no sabía que las tortugas anidaban acá”, explica.
Ese recuerdo ahora le resulta irónico, pues tan solo dos años después comenzaría a trabajar junto a la ONG Ecoceánica, con quienes profundizaría en el estudio de anidación de tortugas marinas en el norte del Perú. “Y ahora yo soy quien se encarga del monitoreo de anidación de las tortugas marinas en el Perú”, cuenta sonriente.
Al igual que con aquel lobo, el mar le traía una nueva alegría a Adriana y no sería la última. En el 2015, mientras dictaba una capacitación sobre el cuidado de la fauna marina, conocería a Diego García, un instructor de buceo local que luego se convertiría en su socio y en su pareja.
“En el 2016 nació nuestra hija, Moana, un nombre que elegimos antes de que existiera la película, porque significa mar”, explica. En agosto del 2015, además, habían fundado Naylamp Diving, el primer centro de Buceo PADI en Lima.
“Nos fue super bien y dio pie a todo un mundo de buceo en Lima, rompimos el paradigma de que no se podía bucear en la costa de la capital”, asegura Adriana.
Tres años después, sin embargo, decidieron dejarlo todo para volver a Los Órganos, donde abrieron una nueva escuela. Esta vez fue bautizada como Chelonia Dive Center, en honor al nombre científico de la tortuga verde marina, el animal favorito en esta familia.
“Yo considero que la principal amenaza para nuestro mar es el desconocimiento de las especies que ahí habitan, las vedas que tenemos o el daño que hacemos generando tantos desperdicios. Mi deseo sería que todos tengamos la posibilidad de sentirnos parte de la naturaleza y me parece que una buena forma de conseguirlo es a través del buceo, porque te sientes parte del ambiente”, asegura Adriana.
Precisamente en esa línea esta puesta la mira no solo de Adriana y Diego, sino de toda la comunidad ecológica de Los Órganos en la actualidad, debido a la plataforma petrolera MX-1 que hace 35 años fue instalada por la empresa Savia y que con el tiempo se convirtió en un arrecife artificial que hoy alberga a cientos de especies distintas.
“Por contrato, la empresa tiene la obligación de retirar la plataforma antes de noviembre porque ya no genera ingresos. Pero hemos solicitado que se modifique ese plan porque este arrecife genera beneficios para el turismo local, para la biodiversidad, para la ciencia es un laboratorio vivo y para la pesca artesanal por la abundancia de especies que concentra. Lo que necesitamos es que Savia nos entregue los informes que le pedimos desde hace un año y medio, para que con eso el Ministerio de Energía y Minas pueda hacer una evaluación de riesgos y suspender el plan de abandono o minimizar los riesgos y mantener la plataforma. Para nosotros es muy importante”, señala.
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