El Congreso es un reino de la contingencia. Está muy venido a menos en el sentimiento de la gente (lo odian en gran medida), pero ha cometido hazañas dignas, por lo menos, de asombro: obligó a renunciar a un presidente (PPK), vacó a otro (Vizcarra) y negó, por primera vez en nuestra historia, la investidura a un gabinete (Cateriano). Como es contingente, muchas de sus leyes más audaces, han sido declaradas inconstitucionales por el TC.
“El TC no puede seguir siendo la segunda cámara”, me dice Martin Hidalgo, dejando claro, que la parte propositiva de su libro apuesta “por la bicameralidad, volver a la reelección de congresistas y que los partidos mejoren sus filtros y criterios para elegir a sus listas. Esto último es lo más difícil, porque no se consigue con una norma o una reforma constitucional, sino con un cambio de actitud” concluye anticipadamente, Martín. Pero armemos el esqueleto con los datos claves que nos da “Congresopedia”, el libro que recoge el nombre de la página especializada que Hidalgo publicó en El Comercio entre el 2017 y el 2019.
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Sub representativos
Martín acumula razones para evaluar qué tan representativo es el Congreso: calcula el porcentaje de población electoral que no fue a votar, que votó en blanco o viciado y que votó por listas que listas o congresistas que no ingresaron. Sumadas esas ‘restas’, lo que queda es la representatividad a secas del Congreso. Resulta que esta ha ido disminuyendo entre el 2000 (68.20%) al 2020 (40.98%).
Menos de la mitad de la gente eligió a los 130 congresistas. De ese lote, algunos cambiaron de camiseta y de agenda, perdiendo el lazo con su elector. Más sub representación. Este punto es crucial para Martín y lo está rastreando en sus artículos recientes. Ha encontrado, por ejemplo, que “alrededor del 40% de los postulantes actuales se ha afiliado a los partidos en el último mes antes de cerrar el padrón”, lo que augura que no tendrán gran lealtad a sus bancadas. Además, “como varios candidatos van con partidos prestados, entran a ‘cuoteo’, dejan que los dirigentes armen sus listas, como Forsyth, por ejemplo, lo que restará cohesión”.
Aunque el autor prefiere el análisis de datos a los pronósticos, le pido seguir especulando escenarios para el Congreso que se nos viene. ¿Habrá más ausentismo que el año pasado, pandemia mediante?. “Depende de cómo el gobierno maneje las elecciones. Está la pandemia, pero también está, a diferencia del año pasado, el arrastre de los candidatos presidenciales. Ahora, lo que llama la atención es que [en último sondeo de Ipsos] el 92% dice que va a ir a votar”.
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¿Habrá más indecisos?. El analista de datos tiene dos precisiones que hacer en este punto en el que a veces los académicos patinan por seguir su corazón. “La indecisión es mayor para el Congreso que para la presidencia. En el simulacro de Ipsos los indecisos para presidente suman 19.6%, para el Congreso son 36.5%; entonces para decidir presidente son menos de lo que se cree. Luego, yo no creo que los indecisos determinen la elección. El otro día lo dijo [el politólogo] Gonzalo Banda y se le fueron encima. Creo que acaban votando por los primeros, pero falta estudiarlo”.
Candente punto, el de los indecisos. Se les ha mitificado como un contingente que va votar contra la corriente y corregir las orientaciones perversas, según el cristal desde donde se mire; pero lo más probable es que vote de acuerdo a las tendencias que registran las encuestas. Martín promete hacer un artículo al respecto, proyectado a este proceso.
Apuraditos
“Congresopedia” dedica un capítulo a analizar la calidad del trabajo legislativo. Hidalgo analiza y cuantifica variables como el ‘fast track’ para legislar. Cuando quieren apurarse, aún si se trata de reformas constitucionales, los congresistas acortan el debate, dispensan el paso por comisiones, exoneran la segunda votación (lo único que queda en el reglamento del Congreso, de la reflexión bicameral); y el proyecto se aprueba con insuficiente sustento.
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Le pregunto al autor de “Congresopedia” porqué los congresistas incurren en un mal que él tiene bien detectado: bregar porque se les reconozca la cantidad de proyectos de ley que llevan su firma. No importa si los firmaron porque eran de otros que necesitaban sumar rúbricas en su bancada, porque eran muy parecidos sino iguales a los de otros, y ‘los acumularon’ en la comisión para hacer un solo dictamen; o son meros proyectos declarativos, de nulo valor práctico, en absoluto vinculantes, de esos que empiezan con la fórmula ‘declara de interés nacional’ una carretera o establece ‘el día nacional’ laborable para un producto o gremio cuyos representantes aplaudirán desde la galería.
¿Pero, porqué Martin, esa obsesión por sumar proyectos, ¿acaso el elector está pendiente de ello?. “En un momento empezaron a aparecer ránkings de productividad legislativa, pero mal planteados. En vez de hacer el ránking de cuántos proyectos presentó el congresista versus cuántos fueron aprobados, solo se buscaba el total. Por ejemplo, analizamos la producción de Yonhy Lescano, que dice que es uno de los congresistas que más leyes tiene aprobadas, pero vimos que en su mayor parte son declarativas”.
Vaya, Lescano, el puntero que se las arregló para parecer un outsider dentro del Congreso, encarna algunos de los males congresales detectados por Hidalgo. ¿Qué hacer frente a estas sumas y restas de subrepresentación, mala elección de candidatos y problemas de calidad legislativa (para no hablar de los excesos de control político que llevaron a vacancias y tumultos que acabaron con el efímero gobierno de Manuel Merino)?
Martín señala 3 alternativas. Sobre una de ellas tuvimos esperanzas que nos la arrebató el mismo que las enervó: la bicameralidad. Martín Vizcarra la llevó a un referéndum que hubiera podido ganar si mantenía su posición a favor de ella; pero, aduciendo que la mayoría fujimorista había distorsionado su proyecto (ello era cierto, pero muchos pensábamos que aún así valía la pena aprobarla), cambió de posición y pidió votar contra ella.
La otra alternativa es volver a permitir la reelección de congresistas. Martín ha demostrado hasta el cansancio que la tasa de reelección era baja y aseguraba cierta calidad parlamentaria. Ahora, muchos aventureros buscan ‘empezar su carrera’ en el Congreso, lo que al autor le parece aberrante.
Al final, lo más virulento: la falta de filtros para evitar congresistas mediocres y/o con agendas corruptas y tendencia al transfuguismo. El análisis de datos de Martín, busca detectar cuánto del cuerpo congresal está comprometido. ¿Será fragmentado el próximo Congreso como muchos profetizan, como este lo es? Antes de contestar afirmativamente, Martín analiza a cada candidato y las diferencias entre su intención de voto y la de su partido. Salvo el caso de Lescano, puntero y con similar ventaja en ambos frentes; Forsyth y Mendoza están marcadamente por encima de sus partidos. López Aliaga, “si logra meter una bancada importante, esta va a ser apetecible para otros que busquen la cohesión de un frente conservador religioso”, dice Martín, relevando lo crucial que se ha vuelto esa agenda en el proceso que se nos viene.
Sumando y restando la intención de voto de candidatos que no arrastrarán muchos congresistas aunque su puntaje presidencial sea alto, y otros que, al revés, tendrán una representación congresal de la que se desentenderán pues será mayor a su presencia política; la respuesta es que sí habrá fragmentación. Martín destruye un último mito: que Vizcarra es la única explicación de que Somos Perú (7.4%) este muy por encima de su candidato presidencial Daniel Salaverry (2.3%). “En este Congreso, Somos Perú, sin Vizcarra, tuvo algo más de 6%, así que ahora les está sumando solo un punto. O sea, claro que Vizcarra jala, pero no es el único factor”.
“Congresopedia” no pretende que uno deje de odiar al Congreso, ni insinúa que es un poder destinado a ser siempre disoluble por presidentes confrontadores, pero tampoco nos resigna a soportarlo por pura fe en el contrapeso de la democracia; más bien, nos da algunas claves para transformarlo.