La democristiana Angela Merkel inaugura su tercer período consecutivo luego de haber obtenido una cómoda victoria, gracias a un porcentaje de votos aún mayor que el que obtuvo en las dos elecciones anteriores. Y es que su popularidad, lejos de haberse debilitado en el ejercicio del gobierno, se incrementó de elección en elección, cosa exótica en Europa durante estas épocas de crisis económica.

El éxito político de Merkel se explica, en buena parte, por el éxito económico de su nación: de haber sido hace diez años el país enfermo de Europa(con una tasa de desempleo que llegaba casi a 12%) se ha convertido en la locomotora del continente (con una tasa de desempleo de apenas 5,3%, mientras que en sus vecinos la misma tasa llega hoy al 25%). Lo que ocurre es que Alemania y Merkel están cosechando lo que el canciller socialdemócrata Gerhard Schröeder sembró en el 2003. Ese año, su gobierno lanzó la Agenda 2010, un conjunto de reformas que lograron aligerar el enorme peso del estado de bienestar y que permitieron flexibilizar el mercado laboral, devolviéndole así libertad, agilidad y capacidad de reacción al aparato productivo.

Las medidas que contempló la Agenda 2010 fueron varias. Para empezar, se racionalizó la ayuda social de distintas maneras. Por ejemplo, se elevó la edad de jubilación a 67 años, se redujo el seguro de desempleo de casi tres años a tan solo un año (fusionándolo además con todas las prestaciones sociales en un sistema único de garantía social básica), y se dispuso que los ciudadanos asuman individualmente el pago de ciertas prestaciones de salud con las que antes cargaba el Estado.

Estas reformas destinadas a reducir la carga fiscal fueron acompañadas por otras que contribuyeron a redinamizar y volver más competitiva la economía. Por ejemplo, se redujo apreciablemente el impuesto a la renta y el impuesto fijo a las sociedades, al mismo tiempo que se recortaron diversas ayudas al sector privado. Además, se simplificó la creación de empresas unipersonales y se eliminaron trámites para la creación de otros tipos de empresas. A su vez, se facilitó la contratación por plazo determinado, se establecieron los “minijobs” (trabajos en los que el empleado no está obligado a cotizar a la seguridad social y que no superan las 20 horas semanales ni los 400 euros de retribución), y se permitió la creación de empresas de trabajos temporales. Simultáneamente, se permitió a las empresas reducir las jornadas laborales para no despedir personal, lo que fue apoyado por los sindicatos.

De esta manera, las múltiples reformas de esa época redujeron el peso que se había colocado en el pasado sobre los hombros de las empresas y lograron así que Alemania regresara a la senda del crecimiento. Todo esto mientras una tremenda crisis sumía a la mayor parte de países europeos en una profunda recesión.

Como era natural, dichas reformas fueron impopulares al principio. Después de todo, aunque sea imprescindible, a ninguna sociedad le gusta ajustarse el cinturón. Pero el éxito económico de dichas medidas fue contundente. Y la sucesora de Schröeder –que tuvo además la visión de continuar con ellas– capitalizó ese triunfo y construyó su popularidad sobre este.

El sostenido éxito económico alemán, además, le ha dado autoridad a Merkel para exigir, con justo derecho, que otras naciones europeas implementen las mismas reformas que se llevaron a cabo en su país a cambio de darles ayuda para rescatarlos de la crisis. Y, por supuesto, la firmeza e inteligencia con la que la reelecta canciller alemana ha sabido manejar la presión de los países de Europa por relajar las exigencias de austeridad también ha contribuido decisivamente en su aprobación.

En la política, no hay popularidad gratis. Pero, a diferencia de lo que sucede luego de la implementación de políticas populistas a las que estamos tan acostumbrados por estos lares, el costo que tuvieron que pagar los alemanes por dejar las muletas a las que estaban acostumbrados fue ampliamente compensado por el crecimiento sano, la ampliación de un bienestar genuino y el liderazgo incontrastable en Europa.