“Nada facilita más la búsqueda de sobornos por parte de los funcionarios corruptos que las regulaciones ambiguas, arbitrarias y difíciles de cumplir”. Editorial de El Comercio Sin barreras / 4 de marzo del 2012
Esta semana sucedió algo inusitado: la ministra Ana Jara, quien hasta ahora se había mostrado como la más fiel escudera de las eventuales pretensiones electorales de Nadine Heredia, y cuyo ministerio ha invitado a la primera dama a protagonizar un enorme número de actividades públicas, afirmó rotundamente que no habría tal postulación en el 2016. “Desde las entrañas del gobierno –declaró– digo que [] la señora [] no será candidata en el 2016”.
Fue, pues, de lo más desconcertante cuando al día siguiente apareció el mismísimo presidente de la República, y esposo de la señora Heredia, para echar humo sobre la negativa de Ana Jara, volviendo, en medio de unas contradictorias declaraciones, a la evasiva “no está en agenda” (sus palabras exactas fueron: “en nuestro panorama”).
De esta forma la ministra y el presidente nos dejaron solo dos opciones de interpretación. La primera: el presidente no está en las entrañas del Gobierno ni se entera de lo que pasa en ellas. La segunda: el presidente es las entrañas mismas del Gobierno y no le gustó que su ministra intentase cerrar una puerta que él quiere mantener abierta.
Ahora bien, en este segundo supuesto, es inevitable preguntarse: ¿por qué el presidente querría dejar abierta esta puerta pese a la enorme incertidumbre –y todos los costos asociados– que ella ocasiona en torno de su gestión? ¿Por qué está dispuesto a que todos los actos en los que la señora Heredia podría participar sin que nadie pueda criticarla sigan siendo materia de escrutinios y denuncias? ¿Por qué, si ello implica mantener vivo el temor –reflejado ya hasta en los informes de un banco internacional– de que proliferen los gastos clientelistas? ¿Por qué, si supone también alimentar gravosas sospechas sobre eventuales intenciones del régimen para ir apoderándose de todas las instituciones y perpetuarse en el poder? Desafortunadamente, solo se nos ocurre una respuesta a la pregunta de por qué el presidente acepta sacrificar tanto para mantener esta puerta abierta: porque quiere cruzarla.