Hizo mal el JNE en impedir que Patricia Juárez, vocera de Solidaridad Nacional y la única representante del Sí que se presentó al debate, pudiese defender los argumentos de su postura en todos los bloques del mismo. Es cierto que el compromiso firmado entre las partes decía que iban a ser otras personas las que iban a defender la posición del Sí en tres de los seis bloques, pero también lo es que esta precisión era adjetiva. ¿O es que acaso los representantes del No no hubieran aceptado ir al debate si es que desde el comienzo sus contrapartes hubieran designado a la señora Juárez para representarlos en todos los temas? Hasta donde nosotros entendemos, de lo que se trataba era que la ciudadanía pudiese escuchar los argumentos de los promotores de cada una de las posiciones, expuestos por boca de alguien autorizado para representarlas. Y la señora Juárez contaba con esta autorización.
En otras palabras, la opción del JNE de otorgar este peso a un formalismo para cuyo incumplimiento hubiese bastado una multa tuvo como gran perdedora a la ciudadanía, que solo pudo escuchar las propuestas del No durante un tercio del debate. Por lo mismo, tampoco quedaron bien los representantes del No al objetar la participación de la señora Juárez en todos los bloques, pese a saber que entonces hablarían ellos solos en varios de ellos. Se supone que ellos también estaban interesados en que el electorado escuchara los argumentos del Sí, no solo porque son demócratas y quieren un voto informado, sino también porque están convencidos de que el Sí no tiene buenos argumentos. ¿No les hubiera convenido más entonces que la señora Juárez mostrase en directo la falta de razones de su posición?
Este Diario ha editorializado varias veces su posición sobre este proceso de revocación. Por ello lamentamos doblemente lo sucedido el domingo. Quien tiene argumentos no debería necesitar que no se oigan los de su contraparte para convencer.
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El color del aguatero Sedapal y el pragmatismo. Una reciente encuesta realizada por la Coordinadora para la Inversión y el Trabajo en conjunto con la Universidad Federico Villarreal ha revelado que un inusitado 46% de los limeños estaría a favor de privatizar Sedapal. El resto se hallaría en contra, según el sondeo, básicamente por miedo a que suban las tarifas.
Dicho de otra forma, ya casi la mitad de los limeños cree que también en el tema de Sedapal lo importante no es el color del gato, sino que cace ratones. O, para el caso, que traiga el agua bien y a todos. Porque hasta la fecha lo que tenemos es una empresa estatal que se supone garantiza que el agua sea de todos, pero que no ha sido capaz de ampliar su cobertura para llegar a un cuarto de los limeños que tienen que comprar agua a los precios de mercado negro de los camiones-cisterna y que, ciertamente, no son quienes viven en distritos adinerados. Es decir: una injusticia social.
Mientras tanto, solo en los 12 años siguientes a su privatización, las empresas eléctricas y de telefonía incrementaron su cobertura en Lima en 56% y 168%, respectivamente (en el mismo período Sedapal la aumentó solo en 20%, pese a las gigantescas inyecciones de dinero del fisco). Se dirá que por lo menos las tarifas de Sedapal son “sociales” para aquellos a quienes llega. Pero mientras en el mencionado período Sedapal subió sus tarifas en 47%, tanto la electricidad como la telefonía bajaron las suyas. Por otro lado, un estudio del Banco Mundial del 2009 mostró que la experiencia internacional con empresas públicas y privadas de agua va sólidamente en estas mismas direcciones.
Si no se quiere hablar de concesionar el agua, pues entonces tal vez sí se podría considerar alguna otra forma de asociación público-privada que introduzca incentivos privados en el servicio. Después de todo, el nombre importa tanto como el color del gato. Lo que importa es que haya cada vez más y mejor agua para más peruanos.