La política nacional ofrece demasiado a menudo secuencias que, movidas por la frescura, el abuso, la inconsciencia y el desconcierto –todos juntos y revueltos– harían un magnífico material de ópera bufa.

Mientras duró el ‘boom’ del precio de los metales que dio a varias regiones y distritos del interior del país ingresos millonarios –e inéditos en sus respectivas historias– por medio del canon minero, la mayoría de las autoridades locales (presidentes regionales y alcaldes) que protestaban en el país dirigían sus reclamos básicamente contra las mineras de cuya producción provenían estos ingresos. En cambio, ahora que los precios de los metales han caído y con ellos el canon que producen para las regiones, los presidentes regionales y alcaldes distritales están dirigiendo sus protestas contra el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), que es el encargado de recabar y repartir estos ingresos.

Naturalmente, con la misma lógica que los ha llevado a protestar ante el MEF por lo que al final es una disminución en la demanda internacional de minerales uno podría protestar ante la Autoridad Nacional del Agua en caso se produzca un año sin lluvias. Ciertamente, el que cuando los precios todavía no se habían derrumbado el MEF calculase que el canon que produciría el 2012 iba a ser bastante mayor que el que finalmente fue, no cambia las cosas: cualquier autoridad adulta tendría que asumir que el MEF no controla los vaivenes de la demanda china.

A esta ironía viene a sumársele otra. Las regiones cuyos presidentes se han reunido con el Ejecutivo para reclamar por esta caída en sus ingresos se han demostrado incapaces de gastar el total de las rentas que hasta el año pasado venían percibiendo, y aún hoy presentan –al menos en varias categorías claves para la inclusión– lamentables índices de ejecución presupuestal.

Sin embargo, y pese a todo, la mayor ironía es la que empezamos comentando: la indignada presencia en estas protestas de algunas autoridades que fueron protagónicas en el movimiento que, en los últimos años, acosó incansablemente a la minería –las más de las veces a base de mentiras y con evidentes intenciones políticas. El movimiento, esto es, que frustró que se concretasen varias nuevas inversiones mineras que los tiempos de vacas gordas habían atraído hasta el Perú y que hoy podrían estar compensando con su producción adicional esta caída en el canon.

El ejemplo emblemático de esto último es Óscar Mollohuanca. El alcalde de Espinar ha sido una de las autoridades más exigentes en su protesta por la disminución del canon que afectará severamente a su provincia, que hasta el año pasado era rica básicamente gracias a la presencia en ella de la minera Xstrata Tintaya. La misma minera a la que él acusó el año pasado de estar contaminando el río y matando, como consecuencia, al ganado de los campesinos de la zona. Una acusación que hizo estallar la violencia contra la empresa (cuya fundación fue quemada) y la policía en la zona, pero que sin embargo no iba acompañada de más pruebas que la manipulación que el alcalde y otros personajes hicieron de un informe que el Ministerio de Salud había realizado sobre otro proyecto minero aún no llevado a cabo (además de situado en otra zona) y por el que acabaron acusando a la minera de contaminar con un metal que esta ni extrae ni utiliza en sus operaciones. Por otro lado, se trataba también de una acusación que iba sospechosamente acompañada por el pedido de que los aportes voluntarios de la minera, que hasta entonces iban a un fondo que ella ejecutaba, pasasen a ser depositados en la cuenta de un “comité de gestión” manejado por el alcalde (reclamo en el que, por cierto, esta semana finalmente triunfó el alcalde).

El señor Mollohuanca, desde luego, ha dicho que la reducción del canon es “una traición y golpe a los derechos de Espinar”. Por lo visto, no ve relación entre el cuero y las correas, y concibe más bien a las segundas como una especie de “derecho adquirido” del que uno puede seguir usufructuando con prescindencia de que haya o no el primero. Imagina, aparentemente, que las correas las puede inventar el Gobierno-demiurgo sin más límites que los de su soberano gusto. No se entiende de otra forma que no perciba la conexión entre la caída de su canon y el que la mina que explotaba Xstrata Tintaya en la zona entrase en proceso de cierre el año pasado sin que, por causa de la oposición que dirigía él mismo, la minera pudiese comenzar a invertir en su nuevo proyecto en Espinar hasta hace pocos días. Solo una explicación así, en fin, puede hacer entender que el alcalde haga estas acusaciones de “traición a Espinar” sin acusar recibo del hecho de que si esta caída del canon ha tenido que ver con una traición a Espinar, esta traición fue la que ejecutó él.