Lo que se viene no es alentador. Los nubarrones del horizonte político presagian una nueva mala temporada. Si ya tenemos una oferta electoral que con las justas hará empinar el interés ciudadano en los últimos días, pero sin despertar entusiasmos, salvo a los involucrados, lo que se viene en el Parlamento es una caja de Pandora, que en la experiencia peruana ha sido de terror. No hay nada que indique que la próxima representación parlamentaria supere la actual y la del Parlamento disuelto, que, por cierto, no dejaron una valla alta de superación en la calidad representativa.
En este escenario se puede ver de todo, candidatos presidenciales cuyas medidas colisionan con sus planes de gobierno, que ofrecen tomar medidas que corresponden a otros poderes del Estado, que con las justas conocen a sus listas parlamentarias y que creen que la presidencia les otorga poderes absolutos. Esto se combina con candidatos parlamentarios que no conocen sus regiones, que desconocen sus funciones, ofreciendo como si candidatearan al Ejecutivo, con más destrezas para hacer un TikTok que articular una idea coherente e informada, cayendo en el juego de los asesores de vendedores de humo que a todos los hacen bailar y brincar, haciendo pasar por empatía aquello que es ridículo. Todo en medio de partidos, varios de ellos alquilados o comprados, producto no de coaliciones sino de acuerdos amicales o mercantilistas.
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La cosa se complica cuando se observa la probable composición parlamentaria que tendrá que relacionarse con el Ejecutivo. Dos cosas ya se saben: que quien salga elegido presidente no tendrá mayoría en el Congreso y que este estará compuesto por muchas bancadas parlamentarias. Veamos, solo para fines de ejemplo, tomemos la última encuesta de Ipsos. Pasarían el umbral diez partidos: Acción Popular, Victoria Nacional, Fuerza Popular, Somos Perú, Frepap, Alianza para el Progreso, Renovación Popular, Juntos por el Perú, Partido Morado y Podemos Perú. Siete de estos partidos forman parte del presente Parlamento, que tiene un altísimo rechazo ciudadano. Es decir, sería más o menos, más de lo mismo. Peor aún, los 130 serían nuevos congresistas, donde se tienen invitados (máximo 20%) y un porcentaje alto que se han inscrito en el último mes (45%), lo que mostraría que la cohesión o afinidad entre sus miembros es muy baja.
En este supuesto, frente a ese Congreso, Yonhy Lescano, George Forsyth y Rafael López Aliaga, que tienen las mayores posibilidades de ganar, no tendrían nada fácil establecer una relación fluida entre el Ejecutivo y el Legislativo, pues la frágil relación entre presidente y bancada oficialista –que no será muy numeroso como la tuvieron Toledo, García y Humala– nos acerca a un escenario poco alentador. Congreso que puede tomar el camino seductor del populismo mostrado por la presente representación parlamentaria. Los congresistas no tienen nada que perder, pues no hay reelección, pero sí jaquear al Ejecutivo con censuras y vacancia presidencial, empujando a cualquier presidente a sacar la navaja de la disolución del Congreso. Eso, lamentablemente, puede ser la única lección aprendida de este nefasto quinquenio.